Máximo no anduvo con vueltas. En un acto en Lanús, cometió el sincericidio. Confesó lo que realmente le exigen a Alberto Fernández. Los Kirchner, la reina Cristina y el príncipe heredero Máximo, le ordenan obediencia al presidente de la Nación. El comandante de La Cámpora, la guardia de hierro de Cristina, dijo con cara de piedra que “Para conducir, hay que saber obedecer”.
Si hay una palabra y un concepto ajeno a la democracia es “obedecer”. Es cierto que el peronismo está acostumbrado al verticalismo o a la disciplina partidaria con el objetivo de aferrarse para siempre al poder. Pero obedecer es un concepto más castrense. Obediencia debida, se acuerda? O es lo que suelen reclamar los maestros a los alumnos. Es un vínculo jerárquico entre quien ordena y quien debe obedecer. La verdadera democracia debe estar hecha de diálogo, de consensos y disensos. Es más horizontal como actividad. Obedientes son los perros o las mascotas en general. Un presidente de la Nación, constitucionalmente solo debe obedecer a la ley. Para que quede más claro, les pregunto: ¿Saben cuáles son los sinónimos de obedecer? Acatar, someterse y subordinarse. Es humillante que alguien como Máximo, que nunca ganó una elección encabezando una boleta, le diga al Presidente que debe someterse y obedecer.
Como si esto fuera poco, en ese mismo acto, Máximo puso en claro porque lo quieren voltear al ministro de Economía Martín Guzmán. Dijo que estaba reclamando apoyo pese a que tiene el apoyo de Alberto, la dirigencia sindical, el FMI y Clarín. ¿Qué más quiere?
Como puede observarse, Máximo en su ataque puso en el mismo plano al presidente que eligió su madre para su gobierno y a los gremialistas de la CGT al mismo nivel del FMI y Clarín a quienes considera su enemigo desde siempre y para siempre.
Las señales que Cristina y su tropa mandan hacia la sociedad, son letales para cualquier inversor y para cualquier plan anti inflacionario que ordene esta hecatombe económica.
Ayer, en su columna de La Nación, Joaquín Morales Solá fue contundente:
“La arrogancia, la mitomanía y una dosis no menor de maldad de la vice presidenta han llevado al país a la crisis más profunda desde 1983”.
Es una reflexión de un colega muy creíble y de alto impacto. Está implícito en esa frase que la gravedad del momento es superior al quiebre institucional del 2001. O que por lo menos, son comparables.
El analista político llama a Cristina como “la vice presidenta constantemente amotinada” y se pregunta: “¿No le importa la posibilidad de que el presidente termine derrumbado por el cansancio político, moral y físico al que lo somete’”.
Cristina a través de su hijo, le pide que obedezca y se subordine.
Es una anomalía inédita en la República. Es producto de la jugada de Cristina de designar a alguien que según ella “no tenía representatividad partidaria”. Fue una movida astuta para ganar la elección y desastrosa para gobernar. Está al borde de la sedición y el golpe palaciego porque el Poder Ejecutivo, según la Constitución Nacional, es unipersonal.
El rumbo de colisión que han elegido es claro. Dejar afuera de todo a Alberto y a sus seguidores. La prueba es la mesa política que armaron en la provincia de Buenos Aires. Están todos los sectores del cristinismo y del massismo y no hay un solo representante del albertismo, si tal cosa existiera. Pero ni siquiera sumaron a ex intendentes con peso territorial como Juanchi Zabaleta o Gabriel Katopodis o a movimientos sociales que tienen gran capacidad organizativa y de movilización como el Movimiento Evita de Emilio Pérsico. Por eso su esposa, ya lanzó su campaña electoral para reemplazar a Fernando Espinoza en La Matanza.
Al cristinismo extremo y fanatizado nada le alcanza. Quieren que Alberto obedezca las órdenes de Cristina, que pase de ser títere a espantapájaros y que tire por la ventana a todo el equipo económico. Eso se llama rendición o capitulación. El dato es que Alberto violó todos los límites a la hora de enviarle fondos extras a Axel Kicillof, y el gobernador, empujado por Cristina, ni siquiera le dice gracias. Todo lo contrario con su pésima gestión, malgasta el dinero y dice que lo que le manda la Nación, es insuficiente.
No creo que sea tan suicida la cosa pero hay delirantes del kirchnerismo que quieren voltear a Alberto. Que renuncie por enfermedad o con cualquier excusa. El plan, dicen estos lunáticos del chavismos nacional populista es que Cristina pida licencia para mantener los fueros y que Claudia Abdala de Zamora o Sergio Massa llamen a la Asamblea Legislativa para elegir un presidente que termine el mandato.
Suena irracional porque es irracional. Pero Cristina y el Cartel de los Pingüinos Millonarios, son irracionales.
Llegan al extremo de exigirle al Presidente que les obedezca. Para disimular dicen que debe obedecer al pueblo. Pero ellos se ven como la encarnación del pueblo y de la patria.
Lo contrario a obedecer es rebelarse o resistir. Nadie cree que Alberto tenga el coraje suficiente como para hacerlo.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre