Hoy podemos expresar nuestro deseo con emoción: “Feliz día de la patria”. Pero sabemos perfectamente que nuestra bendita patria está pasando por uno de los peores momentos de la historia democrática. Le confieso que me acordé de tantos funcionarios ladrones e inútiles y me pregunté cuándo los va a demandar la patria. Cuando asumen, ellos juran observar y defender la Constitución y las leyes de la República y cumplir fielmente con el mandato recibido. Gritan: si juro. Y se les replica que si así no lo hicieran, la patria los demandará. ¿Cuándo llegará ese día?, me pregunto.
Con la escarapela en el pecho y tantos dolores sobre nuestras espaldas, este día de la revolución nos incita a reflexionar sobre esto.
¿Cuál sería nuestra revolución de Mayo en estos tiempos de cólera?
Soñar y trabajar para tener una patria sin corruptos ni golpistas. Un territorio amado donde nuestros hijos puedan crecer y progresar en paz.
Hoy debemos honrar a aquellos patriotas y a este país de los ciudadanos honestos y democráticos. Los que en multitud en gran cantidad de calles y plazas, supieron agitar las banderas y reclamar contra las mafias y por la Republica. Por esta República, la República Argentina.
Jorge Luis Borges lo sintetizó con su genialidad: Nadie es la patria. Todos lo somos.
¿Qué significa ser revolucionario hoy? ¿Cuál es el contenido patriótico y ciudadano de este día? Si nos miramos en el espejo de aquellos hombres hay que decir que el apellido de la independencia es la libertad. Y que hoy más que nunca deben ser los pilares de una sociedad mejor para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Un país mejor, más justo, más igualitario, con menos pobres y desocupados y con más honradez y diálogo. Un país en el que solo queden afuera los corruptos y los golpistas. Y también los inútiles oportunistas. ¿Es tan difícil comprender lo simple? Millones de argentinos de buena voluntad quieren construir ese país. Con el respeto sagrado a la división de poderes para no pisotear la Constitución que es nuestra Biblia laica. Ese es el legado de mayo. No depender de nadie, no ser cliente de nadie y no dejarse extorsionar por nadie. No arrodillarse ante nadie y no hacer arrodillar a nadie. Salir a la calle a trabajar, a estudiar, a protestar con respeto o simplemente a pasear con nuestras familias y que no tengamos miedo de ser asaltados en pleno día o a que desvalijen nuestra casa mientras no estamos. Opinar con respeto absolutamente de todo, sin tutelajes ni censuras y sin que te manden la AFIP o los servicios de inteligencia para castigarte. Y sin que Alberto, Cristina o Massa, te reten o te acusen de formar parte de una asociación ilícita o te digan miserable y canalla. Así de simple y de complejo.
De una vez por todas tenemos que tomar conciencia de la patria que tenemos y ponernos a edificar la patria que queremos. Uno piensa en tantas fracturas sociales que estamos padeciendo y se preocupa. ¿Podremos sintetizar todas esas diferencias para pensar como una Nación? ¿Seremos capaces de respetar la diversidad de las miradas y las verdades sin perder la unidad como patria? ¿Podremos abrazarnos en cada logro colectivo y social como lo hacemos con los triunfos deportivos? Si queremos esa patria, se me ocurren tres compromisos básicos que debemos asumir.
1) Extirpar el cáncer de la intolerancia. Sacarlo de nuestro cuerpo social antes que haga metástasis y se convierta en odio eterno. Comprender que la diversidad de miradas es un activo, que el pensamiento del otro nos hace mejores y que no es un enemigo el que piensa distinto. Debemos disfrutar de ese aprendizaje permanente que es la convivencia pacífica entre nosotros y con otros pueblos del mundo.
2) Ser solidarios hasta que duela, como decía la madre Teresa. Comprender que nuestro vecino es nuestro hermano, nuestro compañero de ruta, la persona con la que debemos edificar, codo a codo, un mejor barrio, una mejor ciudad y un mejor país que lata con orgullo en nuestro pecho. Ojo que no hablo de caridad, hablo de igualar las oportunidades educativas para lograr esa famosa movilidad social ascendente que nos hizo reconocidos en el mundo.
3) Pensar la patria no solo como padre. Como pertenencia. Una patria que no sirva como escudo de los fanáticos y mentirosos. A esos que dicen que hacer patria es matar a alguien. A esos que Dios y la Patria se lo demanden. Que sean expatriados y nunca repatriados. Yo no quiero la patria dividida en adjetivos ni en corporaciones. Que sea la patria de nuestros padres y la de nuestros hijos. Que los patriarcas nos ayuden. Que nos sostengan como lo vienen haciendo desde el origen en aquella Plaza de Mayo. No sé, si estaremos a la altura de aquellos hombres. Uno piensa en San Martín, Belgrano, Mariano Moreno y en don Martín Miguel de Guemes empujando para el mismo lado de la historia y se estremece. Yo imagino a la patria como un cuenco que se hace con las manos. Todas las manos todas, formando un cuenco que contenga los valores esenciales del ser humano. Un continente para la tolerancia, la solidaridad, la justicia, la libertad, la paz. Un cuenco del que podamos ir a beber todos. Que nos calme la sed y que nos alimente la democracia. Que destierre esa mirada cargada de odio que solamente encuentra enemigos entre nuestros hermanos. Que nuestros semejantes beban del mismo cuenco. Que ese cuenco llamado patria sea cada vez más grande y más fuerte. Que contenga a más argentinos. Que nos permita disfrutar del aprendizaje permanente de la convivencia. La patria como cuenco. La patria es algo que nos dio la vida para que la refundemos como utopía. Y utopía significa no rendirse a las cosas tal cual son y luchar por las cosas tal como debieran ser. ¿Se entiende? No hablo de humanizar lo inevitable. Hablo de evitar lo inhumano.. Hoy también deberíamos sembrar más ciudadanos patriotas para cosechar gobernantes más ciudadanos. Hoy deberíamos repudiar con todas nuestras fuerzas la humillación a la que nos somete la justicia adicta y este gobierno que hace todo para dejar libres a los delincuentes de estado. Uno piensa en tantos patriotas por un lado y por el otro, a los malandras que se robaron todo y que nos robaron parte de la esperanza.
Y no hablo solo de Cristina que fue y es la jefa. Hablo de esa lista de los que se hicieron millonarios robando los dineros del pueblo y hoy, en sus casas, son una burla a la gente que no tiene trabajo, que no tiene comida, que tuvo que cerrar su negocio o que ni siquiera tiene agua corriente para lavarse las manos. La corrupción mata. Está clarísimo. Pero no hay que bajar los brazos frente a vergüenzas nacionales como las de Lázaro Báez, Amado Boudou, Milagro Sala, Julio de Vido, Sergio Uribarri, Cristina y todo el Cartel de los Pingüinos. Hoy más que nunca la patria nos necesita a todos los argentinos que apuestan a la paz, la democracia, la libertad y las manos limpias. Hoy más que nunca tenemos que construir esa patria que soñamos. Sin déspotas ni cadenas. Es decir, sin corruptos ni golpistas. Para que la patria se los demande y para que el sol del 25 vuela a brillar. ¡Viva la patria, carajo!.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre