Mequetrefe es una antigüedad. La dirigente Fernanda Vallejos lo sacó del arcón de los recuerdos. Fue brutal porque le dijo Mequetrefe a su presidente, al que ella votó y al que Cristina bendijo por Twitter. Según el diccionario de la Real Academia, “mequetrefe” es “una persona entremetida, petulante e inútil”. Sus sinónimos más conocidos son “tarambana o botarate” y sus antónimos son “serio y responsable”.
Ni el más irrespetuoso de los halcones opositores se atrevió a insultar de semejante manera al Presidente la Nación. Muchos lo piensan, pero respetan su investidura presidencial.
Fernanda Vallejos dijo eso y todo el mundo interpretó que hablaba por boca de Cristina y Máximo. De hecho nadie salió a cruzarla y a defender a Alberto. Es una de las formas en que se pudo medir la debilidad política de Alberto. El fuego amigo de su propia tropa lo castigó y lo sigue castigando y nadie o casi nadie, sale a defenderlo. Nadie le hizo tanto daño a Alberto como los Kirchner. Nadie erosionó tanto al jefe de estado como su jefa. Nadie desestabilizó tanto al cuarto gobierno kirchnerista como los cristinistas.
Le hicieron de todo a Alberto. Lo humillaron una y otra vez. Cristina le cambió el gabinete apenas con una carta. No le permitieron que desplazara a Federico Basualdo, un funcionario de tercer nivel de energía pero bancado por la reina y el príncipe. Alberto fue tan vaciado de poder que no pudo ni designar una funcionaria como Claudia Bello en un cargo menor. Es tragicómico. Acusaron a Bello de menemista y los Kirchner compartieron 7 veces la boleta electoral con Carlos Menem y Néstor lo comparó con Perón. ¿Se acuerda?
El Frente de Todos se fue agrietando y los maltratos hirieron gravemente a Alberto. Pero en estos últimos días, tanto Cristina como su hijo, lo están sometiendo a papelones. Creen que se van a salvar de pagar los costos políticos, pero no se dan cuenta que están empujando a su propio gobierno a un precipicio. El infantilismo revolucionario de Máximo dejó a Alberto con los pantalones bajos. Tuvo que agachar la cabeza y someterse a las exigencias de la oposición. No es común que los diarios más importantes del país utilicen el mismo verbo para analizar una información trascendente. Hoy tanto Clarín como La Nación apelaron al verbo “ceder”. Clarín tituló “La oposición hizo ceder al gobierno y aprueban la financiación del FMI” y La Nación lo hizo de la siguiente manera: “Acuerdo con el FMI: el gobierno cedió para sumar a la oposición”.
Perdón por recurrir nuevamente al diccionario. Pero pretendo ser muy preciso. “Ceder”, en su primera acepción es “dar, transferir” pero en la segunda, es “rendirse, dejar de oponerse”. Sintetizando el drama de Alberto: el inútil e irresponsable se rindió ante la coalición opositora.
Ese esmerilado permanente al que someten a Alberto es como serruchar el piso sobre el que está parado el gobieno. Luis D’Elía, que es un personaje despreciable, pero que no come vidrio pidió que no transformen a Alberto en Fernando de la Rúa.
Seguramente no porque sea un gran respetuoso de la Constitución y los valores republicanos. D’Elía lo hace en defensa propia. Sabe que eL tsunami se los lleva puestos a todos. Que se les termina el curro. De hecho Aníbal Fernández salió a decir más o menos lo mismo de los “traidores” como los llamó Mario Ishii. ¿Qué dijo Aníbal? :” Si quieren hacerle daño al presidente, sáquense la careta y díganlo”.
Hay algo muy concreto. Alberto Fernández está en su momento de mayor debilidad, y la coalición está tan quebrada como su relación con Cristina, aunque tal vez, por ahora, nada sea definitivo. El peronismo tiene la pulsión de juntar incluso el barro para hacer un rancho. “Todos unidos triunfaremos”, es un ADN más que una parte de la marchita.
La pregunta clave es hasta cuándo durará en su cargo el ministro Martín Guzmán. El presidente, que era el único que lo sostenía ante los embates de Cristina y Máximo, acaba de tirarlo debajo de un camión. Guzmán se oponía a que se aprobara el acuerdo como el que se aprobó. Tal vez por eso, en estos momentos tan críticos, huyó hacia Houston. “Tenemos un problema, Houston”, podría decir. La realidad es que si Cristina y su hijo le cortan la cabeza a Guzmán o él renuncia, nadie sabe qué puede pasar en Economía. Ya estamos repletos de incertezas y mala praxis. ¿Quién podría reemplazarlo? Los cristinistas de paladar negro tienen una fórmula: “Felletti al gobierno y Boudou al poder”. Todavía creen en un delincuente con condena firme de la Corte Suprema. Tiene prohibido ocupar cargos públicos y por eso colocaría allí a un testaferro ideológico como Roberto Feletti. En ese nivel nefasto de discusión metieron al país. Con este grado de decadencia los argentinos tenemos que lidiar en medio de un mundo que estalla en guerra y que hará todo más difícil. Faltan dos años de un gobierno que carece de fortaleza y que está asediado hasta el suicidio por los líderes del oficialismo cristinista. Nadie sabe si al final de túnel hay una luz como piensan los ingenuos o se trata de una locomotora que nos va a atropellar a todos. Empezando por este gobierno de mequetrefes.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre