Cristina intenta dinamitar la democracia

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Atrapada y sin salida, Cristina intenta dinamitar la democracia. Demoler la división de poderes. Y en ese camino, logró que el peronismo se suicide políticamente con ella. En lugar de aportar pruebas para tratar de demostrar su inocencia, se dedicó a atacar a la justicia, a los medios y a algunos empresarios.  

Cristina tiró debajo de un camión al mega corrupto condenado de José López. Lo expuso casi como el único ladrón, como la excepción a la regla, pero se olvidó que López fue la mano derecha de Julio de Vido durante 12 años.

Cristina fue la jefa de la asociación ilícita que saqueó al estado. De Vido fue el gerente que organizó toda la corrupción y José López uno y solo uno, de los recaudadores.

Martín Rodríguez Yebra, fue muy preciso en su columna de La Nación: “el liderazgo mesiánico que ejerce (Cristina), apenas funciona con la minoría intensa que acepta la sumisión religiosa a sus consignas”.

Pero, para una gran mayoría de los argentinos, Cristina será recordada como la mujer más corrupta de la historia democrática. La que instaló la cleptocracia. Fue dos veces presidenta, elegida por el voto popular, es verdad. Pero ensució esa realidad con un nivel de codicia nunca visto. Su voracidad y bulimia por el dinero y el poder demostraron que no tiene límites. Cuando murió Néstor Kirchner, su viuda tuvo la gran oportunidad de frenar el plan sistemático de coimas, sobre precios, lavado y enriquecimiento ilícito. Pero no pudo, no quiso o no supo. Ella tomó el mando en el peronismo y también en la máquina del latrocinio que les reportó una fortuna colosal a su familia y gran parte de sus funcionarios que terminaron millonarios.

Por eso, los expertos internacionales la comparan con Imelda Marcos, la filipina, viuda de Ferdinand que se robó 10 mil millones de dólares y tenía más de mil pares de zapatos, entre otras extravagancias y frivolidades.

La gran pregunta es cómo hará para conseguir la impunidad que tanto espera y la desespera. ¿Empujará al estado de derecho al abismo institucional? ¿Seguirá sembrando odio y violencia con sus consignas del tipo que si la tocan va a ver kilombo o que con ella no se jode? ¿Le dará la orden a Hebe y D’Elía para que ejecuten la pueblada o que corten las rutas hasta que caiga la Corte Suprema?

Cristina está en el peor momento de su vida política y por eso se quiere llevar puesto al peronismo con ella. “No vienen por mí, vienen por ustedes… y vinieron por ustedes, por los salarios”. Eso dijo al final de su arenga floja de papeles y confusa. “No es un juicio contra Cristina, es contra el peronismo”.

Hubo un momento en donde gritó en exceso y su voz se quebró. Fue cuando aseguró que no se arrepiente de nada. “Si naciera 20 veces, 20 veces haría lo mismo. Fueron 12 años del mejor gobierno que tuvo la Argentina. Por eso me van a condenar”.

Gran parte de su show la dedicó a atacar a los fiscales y a la presunta doble vara con que actuaron. Denunció a Nicolás Caputo, el “hermano de la vida de Macri”, a Angelo Calcaterra, primo del ex presidente, a Eduardo Gutiérrez y a José Chediak, entre otros. Incluso afirmó que los famosos 9 millones de dólares que José López escondió en el falso monasterio, eran coimas de esos empresarios. No aportó pruebas concretas, pero sería muy sano que algún fiscal actuara de oficio e investigara a fondo para buscar la verdad. Tal como hicieron Diego Luciani y Sergio Mola. Tal como lo hicieron Gerardo Pollicita e Ignacio Mahiques.

Una de las únicas verdades que Cristina dijo en dos ocasiones fue que ella sabía que su exposición “era un poco tediosa”.

Cristina debería confesar que no hay ningún pelotón de fusilamiento mediático ni judicial. Que se exhibieron con rigurosidad toneladas de pruebas documentales, audios, testimonios que justificaron largamente el pedido de 12 años de prisión, la inhabilitación de por vida para ejercer cargos públicos y el decomiso de mil millones de dólares que se robaron, solo en esta causa. Mil millones de dólares. Un unicornio de la corrupción como dijo nuestro colega Willy Laborda.

Como no podía ser de otra manera, Cristina apeló por enésima vez a la falacia de que “Clarín y La Nación son las dos naves insignias del Lawfare” y se cansó de editar la realidad mostrando tapas y títulos en forma inconexa y forzada. Fue casi una respuesta a su propio operador en la justicia, el ministro Martín Soria que horas antes había dicho que “las tres toneladas de pruebas eran tapas de diarios”.

El cierre fue con Cristina en el balcón del Senado cantando la marcha peronista y enviando besos a los militantes que habían ido a apoyarla.

Todo fue patético y decadente. Manotazos de ahogada. Cristina sabe que el artículo 36 de la Constitución Nacional la va a dejar en el lado más oscuro de la historia. Allí se iguala la gravedad de los golpistas que atentan contra la democracia con los corruptos que haya incurrido “en un grave delito doloso que implique enriquecimiento”.

El valiente y riguroso fiscal Diego Luciani avisó que “Los expedientes hablan, no solamente hablan, gritan”. Y cerró con una frase histórica en el mismo sentido que “el Nunca Más” de Julio Strassera: “Señores jueces, es corrupción o justicia”.

Y esa es la verdadera grieta de la Argentina. No es ideológica. Es ética y moral. Los ladrones de estado de un lado y los ciudadanos honrados del otro. Nunca más corrupción de estado. Debemos elegir nuestro futuro: República Argentina o República Cristina. Por ahora, parece que una vecina tenía razón en su humilde pancarta casera: “Dios, quizás los perdone, la patria, NO”.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre