Padres y madres en rebeldía

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La rebelión de las mamis le propinó al gobierno de los Fernández una verdadera paliza política. Armadas apenas con sentido común, amor a la educación de sus hijos y un teléfono celular, vencieron en todos los planos al fanatismo autoritario. En la calle con movilizaciones espontáneas sin camisetas partidarias, en las redes sociales con datos certeros y memes irónicos y en la justicia que le ordenó a Rodríguez Larreta que abriera las escuelas.

Como nunca en la historia, las madres y los padres decidieron organizarse y ser ciudadanos activos en la defensa de la formación intelectual de sus hijos. Sentadas, bocinazos, cacerolazos, abrazos a los colegios, banderazos y el himno como arenga.

Apostaron, al igual que sus padres y sus abuelos, al mérito que tanto desprecian Cristina y sus talibanes.

Hay una foto que lo sintetiza todo. En el Obelisco, una señora embarazada, con barbijo y coraje, levantó su remera para mostrar su panza turgente. Sobre su piel estaba escrito con trazo grueso: “Alberto, la educación es mi futuro, abran las escuelas”.

Alberto fue patético cuando movió el dedito como un parabrisas y dijo “A mí, rebelión, no. Eh”. Y fue eso, justamente, lo que logró. Una rebelión pacífica y familiar.

Fernández está naufragando en el peor momento del peor gobierno desde el comienzo de la democracia. Lo han convertido en una máquina de cometer errores no forzados. El presidente formal es conducido a los empujones hacia un precipicio institucional por los más radicalizados e inútiles del cristinismo.

Atacó a los médicos, a la oposición, a Larreta, a los chicos que se intercambian barbijos, a los niños con capacidades especiales, a los médicos, a los periodistas por supuesto y fue tapado por miles de críticas y rechazos.

Alberto y Cristina quedaron del lado del oscurantismo reaccionario. Se llenan la boca con una sanata revolucionaria y vacía e, insólitamente, atacaron a los que defendían la libertad, el trabajo y la educación.

Axel Kicillof amenazó con cancelar las habilitaciones y quitarle los subsidios a las escuelas de la provincia que osaran cometer el delito de abrir sus aulas. ¿Eso cómo se llama? Fascismo de izquierda.

Carlos Zannini, el traficante de vacunas que malversó un documento público porque se registró como personal de salud, hizo una presentación para invalidar el fallo a favor de la educación presencial de la justicia. ¿Qué autoridad moral tiene Zannini? Ninguna. No renunció porque tiene la cara de acero.

El ministro Martín Soria, dijo que la decisión de la justicia porteña era un mamarracho. Su compañera de gabinete, Sabina Fréderic, otra señora auto percibida progresista, pero con cero en  gestión, disparó un tuit donde calificó de “genocidio”, la idea de volver a las escuelas. Fue tan grave el agravio a las víctimas de los verdaderos genocidios, que tuvo que borrar el tuit y pedir disculpas.

Hugo Yasky, Roberto Baradel y los jerarcas sindicales más cristinistas y más radicalizados decretaron un paro que es casi, lo único que saben hacer. Nunca quieren dar clases. Prefieren la rosca política para conseguir curros de concejales o diputados. Todas las excusas que pusieron fueron atendidas. Querían protocolos seguros y se establecieron mecanismos que casi no produjeron contagios en las escuelas. Después pidieron vacunas pese a que el personal sanitario todavía no estaba totalmente inmunizado y se las dieron. Ahora vacunados y todo, declaran un paro sin consultar a las bases y sin reparar en que el 60 % de los maestros no está afiliado a los gremios porque no se sienten representados.

Han destruido la educación pública en la defensa de sus privilegios y su quintita y han degradado el sagrado ámbito de los conocimientos.  Ya le dije que Yasky y Baradel son a la educación pública lo que Los Moyano son a la actividad privada. Unos bloquean con camiones a las empresas y otros bloquean las aulas con su intolerancia.

El propio presidente que todo el tiempo se habla encima, denunció que el tribunal porteño había cometido un “estrago jurídico”.

Pero el más autoritario fue Aníbal Fernández que se atrevió a pedir que el gobierno nacional intervenga la justicia de la Ciudad. Un delirio chavista que produciría una rebelión ciudadano de mayor magnitud.

Una vez más, Nik con su lápiz y su creatividad, definió todo. Un periodista le pregunta a Alberto, “¿Por qué cierran las escuelas? ¿Cuál es la cepa que quieren eliminar?”. Y Alberto dice “que la gente sepa”, con “ese”. Y Gaturro remata: “La educación es la vacuna, pero les conviene el virus de la ignorancia”.

En lugar de ampliar derechos como pregonan, hacen todo lo contrario. Lo único que se les ocurre es prohibir que voten los argentinos que viven en el exterior, y meter un cepo a la información pública, al trabajo y a la educación. Más retrógrado que eso, no se consigue.

Fue muy profunda la dimensión de la derrota política a manos de los grupos de madres de whatsapp de los colegios que padecieron los Fernández. Hasta la intención de esmerilar a Rodríguez Larreta les salió como tiro por la culata.

Todas las encuestas certifican el crecimiento Larreta y Patricia Bullrich, entre otros. Y las figuras más importantes del oficialismo superan el 60% de imagen negativa. Hablo de Cristina, Kicillof y Alberto, en ese orden.

Incluso la frase que más se instaló en la memoria colectiva de estos días, fue acuñada por Larreta: “El aula más peligrosa es el aula cerrada”.

No es una casualidad que ni los gobernadores peronistas compraron la sinrazón de los Fernández. Solamente La Rioja, Catamarca y Formosa mantendrán clausuradas las aulas. Están entre los tres distritos que más necesitan capacitar a sus chicos y jóvenes. Pero hay un peronismo feudal que somete al clientelismo a los habitantes.

Hace varios días que el periodista  Diego Cabot escribió que “hay olor a 125 de la educación”. Hoy las redes sociales producen concentraciones de protesta más rápidamente que la pesada estructura mercenaria de los sindicatos. La tecnología democratiza y hace más horizontal y masiva la participación de los ciudadanos independientes. Hostigaron y castigaron tanto a Horacio Rodríguez Larreta que lo obligaron a asumir otro tipo de liderazgo. Lograron como tantas veces, el objetivo contrario al que buscaron. Alberto desafió a que fueran a la justicia los que no estaban de acuerdo con sus decisiones insostenibles. Y fueron a la justicia. Cada vez más la gente elige la civilización contra la barbarie en homenaje a Sarmiento. Hace poco le dije dos cosas:

Que Alberto estaba aislado en todo el sentido de la palabra, como loco malo, como el mismo dijo. Y que ha perdido el olfato político. Incluso apelé a una frase de Tierno Galván, el ex alcalde socialista español: “El poder es  como un explosivo, o se lo maneja con cuidado o explota”. Quien quiera oír que oiga.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre