Osvaldo Bazán: “El boomerang de don CCK”

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“La palabra de un Presidente de la Nación no tiene por qué tener correlación alguna con los hechos que ese presidente realice”, otra excelente columna dominical de Osvaldo Bazán en El Sol de Mendoza.

Por Osvaldo Bazán

Mentir está mal. También sabemos que matar está mal, robar está mal, violar está mal. Lo sabemos.

Esto es lo primero, lo básico, lo que nos viene de fábrica. Lo que en general, los padres quieren que sus hijos aprendan bien de chiquitos. Somos muchos quienes alguna vez fuimos obligados a devolver a la kiosquera el Angelito Negro o la Gallinita con licor que habíamos hurtado con audacia.

Mentir está mal, matar está mal, robar está mal, violar está mal. Lo sabemos.

Después aparecen miles de subterfugios, excusas, atajos que permiten excepciones sólo para tranquilizar a quien las comete.

Desde la pena de muerte hasta los “cien años de perdón por robar a un ladrón”.

Desde las “mentiras piadosas” a “usaba una pollerita muy corta”.

Nada de eso cambia una verdad inicial: matar, robar, violar, mentir, son cosas que están mal.

Ante esta realidad, el señor cuyo nombre luce en mármol en el Centro Cultural más grande del país aunque es difícil encontrar una foto de dicho señor con un libro en la mano, inventó la primera de “Las 20 verdades kirchneristas” perdóneseme el oxímoron, puso la piedra basal del pensamiento fake, sobre la que se construyó el edificio de “te miento pero no importa”.

Básicamente para esta original teoría de la relatividad -porque convierte toda afirmación en relativa- no es relevante lo que se dice. No importa.

En febrero de 2004, cuando todavía en las familias argentinas los cuñados se hablaban comiendo un asado dominguero (hoy ya casi no quedan familias que puedan sentar a todos sus integrantes alrededor de una mesa sin que explote todo por el aire a la primera vez que se pronuncia la letra “K” y el asado, bueno, el asado se cambió por un manojo de lentejas y garbanzos en dificilísimo equilibrio entre los fierritos de la parrilla) en febrero del 2004, decía, don CCK tuvo en Madrid una charla con Francisco Luzón, un banquero del Banco de Santander.

El español, preocupado por la flama incendiaria de don CCK le preguntó por esas afirmaciones tan mocasín y birome Bic con las que el ex presidente argentino se despachaba. Ahí fue que Don CCK plantó bandera doctrinaria y contestó: “Mire Luzón, usted no preste atención a lo que digo, mire lo que hago”.

Una contundente defensa de la hipocresía transoceánica a cielo abierto. La palabra no tiene nada que ver con la realidad. Que nadie quede sin enterarse.

La palabra de un Presidente de la Nación no tiene por qué tener correlación alguna con los hechos que ese presidente realice. Se puede decir cualquier cosa porque total lo que importa es lo que se hace. Una versión artera y miope del “haz lo que digo, pero no lo que hago”, que al sacarle su peso irónico, convierte la hipocresía en atributo.

Y listo. Todos felices.

Explicado así, nada es una mentira.

Ha muerto la hipocresía, ha nacido el realismo.

“Yo te avisé que lo que decía no era importante, que no te fijes”.

CCK lo hizo.

Lo que nació en Madrid en 2004, floreció en su movimiento desde entonces aunque parece por los últimos acontecimientos, que la teoría ha sido totalmente desvirtuada. Se ha convertido en un boomerang: ahora, si uno se fija en lo que hacen y no en lo que dicen, salen perdiendo.

Tomemos el discurso con el que la pareja de Fabiola dio por iniciado el año legislativo 2020 el 1 de marzo del año pasado. Recordarlo después del año más penoso de la democracia argentina puede servir para entender rumbo y método.

Don Alberto Coso Kirchner empezó hablando de la palabra sabiendo que la perorata con la que salpicaba tan honorable salón, no tenía ningún valor.

De otra manera no se explica que haya declarado: “En la Argentina de hoy la palabra se ha devaluado peligrosamente. Parte de nuestra política se ha valido de ella para ocultar la verdad o tergiversarla. Muchos creyeron que el discurso es una herramienta idónea para instalar en el imaginario público una realidad que no existe. Nunca midieron el daño que con la mentira le causaban al sistema democrático. Yo me resisto a seguir transitando esa lógica. Necesito que la palabra recupere el valor que alguna vez tuvo entre nosotros. Al fin y al cabo, en una democracia el valor de la palabra adquiere una relevancia singular. Los ciudadanos votan atendiendo a las conductas y los dichos de sus dirigentes. Toda simulación en los actos o en los dichos, representa una estafa al conjunto social que honestamente me repugna. He repetido una y otra vez que a mi juicio, en democracia, la mentira es la mayor perversión en la que puede caer la política. Gobernar no es mentir ni ocultarle la verdad al pueblo. Gobernar es admitir la realidad y transmitirla tal cual es para poder transformarla en favor de una sociedad que se desarrolle en condiciones de mayor igualdad… Quiero que todos sepan que no estoy aquí tan solo enlazando palabras de ocasión. Con este discurso vengo a darle a mi palabra el valor del compromiso. Vengo a contarles, según lo entiendo, en qué lugar estamos parados como sociedad. Cuáles son los riesgos que nos acechan y cuáles las fortalezas a las que podemos recurrir para poder avanzar. Y también vengo a proponerles iniciar una marcha que nos permita salir de la postración y ponernos en rumbo del crecimiento con justicia social”.

Las reglas gráficas me lo impiden pero sepan que desearía volver a escribir todo este párrafo exactamente igual porque tanto cinismo no entra en una sola lectura.

Así que invito al honorable lector de El Sol a que lo repase.

Vaya.

Me cebo un mato y lo espero acá.

¿Listo?

De acuerdo, sigamos. Pero antes ¿qué reacción le produjo recordar que el que se declara hijo putativo de CCK haya dicho: “Necesito que la palabra recupere el valor que alguna vez tuvo entre nosotros”?

Desde urticaria para arriba o para abajo, cualquier respuesta es válida.

Don Alberto Coso K decía que lo importante eran las palabras que necesariamente debían tener correlato con la realidad. ¿Cómo le habrá caído eso a Don CCK que escuchaba desde el ARSAT? Le dieron vuelta las palabras, jefe, si de verdad nos fijamos en lo que hacen y no en lo que dicen, están en problemas.

Trastocaron el postulado a don CCK, dieron toda una vuelta de hipocresía y el tiro les está saliendo por la culata.

El 15 de agosto Alberto Coso de Kirchner dijo: “Es obvio que en Argentina la cuarentena hace mucho tiempo dejó de pasar; mal que le pese a quien corresponda la cuarentena no existe”.

Eso es lo que dijo pero lo que de verdad ocurrió es que la mayoría de los argentinos escuchó el discurso en sus casas porque estaba en cuarentena. Que nunca terminó oficialmente, que sigue con bancos con atención numerada, polémica por clases presenciales, oficinas estatales desiertas, controles interprovinciales, muertos por represión y detenidos sanitarios en condiciones medievales.

En La Plata, bajo la mirada escrutadora de la Mechera Intergaláctica, elogiándose como tanto le gusta dijo: “Pudimos cumplir la promesa de que los jubilados no iban a ver caer sus ingresos”. En realidad ya esas primeras palabras no eran ciertas:

1) No era una promesa, era una afirmación.

2) No decía que “los jubilados no iban a ver caer sus ingresos”, decía que les iba a aumentar un 20% al día siguiente de asumir. Pero así y todo, lo que dijo no tuvo que ver con lo que ocurrió: sólo las jubilaciones mínimas lograron empatarle a la inflación, todos los demás (en general, quienes aportaron) perdieron entre 4 y 10%.

Alguien debería decirle al señor que se sienta en el sillón de Rivadavia que si se hubiera mantenido vigente la ley sancionada en 2017, esa que recibió de su partido 14 toneladas de piedras y que provocó que los legisladores peronistas salieran del Congreso con el simpático propósito de escupir a los policías que separaban a las hordas del Palacio Legislativo, si se hubiera mantenido vigente esa ley, las jubilaciones, todas, sí, le hubieran ganado a la inflación. Y entonces, don paseador de Dylan ¿hay que mirar lo que dice o lo que hace?

El 16 de octubre, debajo de un casco y para anunciar un Plan de Promoción de la Producción de Gas Argentino y Coso 20/23 largó muy de cuerpito gentil: “Han pasado cuatro años muy difíciles en la Argentina, donde como siempre digo, parece haberse vivido la metáfora del olvido. Donde todos se olvidaron de la gente, donde hubo que pagar aumentos siderales de tarifas. Y mientras pagábamos esas tarifas, la producción de gas declinaba. Algo no anduvo bien en esa Argentina”.

Bueno, es mentira.

Entre 2015 y 2019, la producción de gas en Argentina aumentó un 15%.

¿A cuál Alberto Coso se le cree? ¿Al que el 11 de junio del 2013 tuiteaba “Si CFK no entiende por qué la Corte es un ‘contrapoder’ deberíamos averiguar quién la aprobó en Derecho Constitucional ¡Basta de Sofismas!”? ¿O al que acaba de decir: “Tengo cierta impotencia porque la Corte es un poder autónomo en la República”?

Entre la pareja de Fabiola y el Frente de Tongos (lamentablemente, el mote no se me ocurrió a mí, lo tomé de las redes) prometieron un país diferente y mejor.

Prometieron profundizar el Mercosur pero Brasil finalmente dio por terminado el acuerdo bilateral de transporte marítimo, un acuerdo que nació en 1985 pero que venía de tratados de 1959. Casi ni se habló del tema pero significa algo así como el final de la posibilidad de desarrollo de la marina mercante argentina en tráficos internacionales.

Y cuando prometieron que Argentina iba a exportar… y cuando prometieron cuidar los bosques… y cuando prometieron recomponer salarios… y cuando prometieron que los jubilados no pagarían medicamentos…

Bueno, si cumplieron cuando prometieron el Ministerio de la Mujer.

Que una chica que 18 (¡18!) veces le anunció al Estado que estaba en peligro haya muerto en las manos de la persona a la que denunció 18 (¡18!) veces muestra la limitación brutal del Ministerio para hacerse cargo de lo básico: que no maten al sujeto por el cual tiene que velar ese Ministerio.

Es como si el Ministerio de Educación viera que no hay clases, que el de Desarrollo Social comprobase que no hay desarrollo y que el de Justicia verificase que cada vez hay menos justicia… bueno pensado así, hay coherencia.

Esta semana, la bancada K en Diputados lució -¡faltaba más!- el cartelito “Justicia para Úrsula”. Los mismos diputados que se negaron a votar penas duras a delitos graves. Los diputados del partido que liberó delincuentes con la excusa de la pandemia, sin tobillera (o porque no hay o porque “son estigmatizantes”) “esperando que vuelvan” una vez terminada la emergencia.

En los primeros 41 días del año hubo 44 femicidios. Cosa Gómez Alcorta, que no recuerda que es ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad dijo en su rol de panelista “no nos alcanza con indignarnos, hay que buscar las responsabilidades”. Por supuesto, habló de fiscales y fiscalas porque por algo se empieza. Hubiera sido mejor si alguien le alcanzaba un espejito.

Malena Coso de Coso no se privó de tuitear que el “Estado cómplice se lleva la vida de nosotras”. Malena, hija de funcionario del Estado cómplice, hermana de funcionario del Estado cómplice, esposa del presidente de la Cámara de Diputados y ex jefe de gabinete del Estado cómplice y ella misma, funcionaria del Estado cómplice desde 1998.

No alcanza la consternación. Nuestros cuerpos no pueden seguir siendo el límite a la violencia. El limite debe ser la Justicia. Es hora de actuar! #BastaDeMatarnos— Malena Galmarini (@MalenaMassa) February 10, 2021

¿Qué hacemos? ¿Miramos lo que dicen o lo que hacen?

Tergiversaron la cita hipócrita de Don CCK y la convirtieron en condena para sí mismos.

Podemos fijarnos en las filminas soberbias o en los datos reales de una pandemia que es cierto desconcertó al mundo, pero al menos nadie salió a dar clases como nuestro Profesor Chiflado, menos aún con el país en el pelotón de los que mayor cantidad de muertos por millón de habitantes tiene.

¿Escuchamos los elogios del Frente de Tongos a Gildo Coso, nombrándolo como el mejor gobernador del mundo mundial de todos los siglos o volvemos a ver la foto de Mauro Ledesma, ahogado sin gloria, muerto sin consideración?

Otra vez, si uno se guía por lo que dicen, es Disneylandia. Si uno se fija en lo que hacen, es Formosa.

¿Nos enojamos con los supermercados como pide Cosito Cafiero por los precios o vemos que a los surtidores tienen que ponerle más numeritos porque ya no alcanzan con el festival de aumentos de YPF?

¿Escuchamos al Viceministro de salud bonaerense Coso Kreplak diciendo que “Formosa ha tenido un resultado epidemiológico muy potente” o seguimos los vía crucis de miles de formoseños no infectados encerrados en campos de concentración nada clandestinos que encendieron las luces de alerta en las organizaciones internacionales de Derechos Humanos? Las internacionales, porque las nacionales están muy ocupadas mirando por la televisión pública otro documental sobre los ’70 o defendiendo la corrupción.

¿Escuchamos al Ministro Coso Guzmán diciendo que ve reactivación y prometiendo un 30 de inflación? ¿O vamos al supermercado e intentamos comprar un yogur sin que se nos vaya medio sueldo?

No hablaremos aquí de los millones de vacunados que según ¡la persona que rige los destinos del país! ya deberíamos tener entre nosotros porque sería casi un golpe bajo. Es tal la tropelía cometida con las expectativas sembradas en torno a un tema crucial para la vida y el destino de millones de argentinos que terminamos viendo en cadena nacional cómo despega un avión.

Y cómo aterriza.

Y cómo vuelve a despegar.

Y cómo vuelve a aterrizar.

Y aplauden cada vez.

Hemos vuelto a los tiempos en que los abuelos iban al aeropuerto a ver tamaña hazaña y nos olvidamos que la gesta aérea es 5 veces más cara en el avión estatal que en avión privado que podría haberse contratado para tal fin

¿Celebramos el “éxito” de la “preinscripción” para vacunarse en papelitos de La Cámpora? ¿Cómo seguimos?, ¿Vamos a celebrar haber sacado un número en la panadería para comprar tortitas negras, también?

Hay una sola cosa en la que coincidir con la pareja de Fabiola y la dijo aquél 1 de marzo de 2020: “Toda simulación en los actos o en los dichos, representa una estafa al conjunto social que honestamente me repugna”.

Don CCK creyó que era gratis separar las palabras de los hechos. Ahora lo pagamos.

Como un boomerang vuelven las palabras de Don CCK.

Si nos fijamos en lo que hacen y no en lo que dicen, toda la mentira se les cae y queda al descubierto lo que siempre fueron: una murga sin destino.

Leé la columna completa de Osvaldo Bazán en El Sol de Mendoza.