El golpe de Cristina

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Desafiante y provocadora, ella les gritó en la cara a tres jueces que ya la había absuelto la historia. “A mí me absolvió la historia”, ¿Se acuerda de esa agresión que intentó emular las palabras de Fidel Castro? Parece que ni Cristina cree en sus palabras. Porque si ella siente que la absolvió la historia, no debería estar tan ocupada y preocupada por atacar ferozmente a la justicia, uno de los pilares de la República. No hay demasiados antecedentes de una vice presidenta disparando misiles demoledores contra la Corte Suprema de Justicia. Les dijo de todo. Los acusó de ser los jefes de una asociación ilícita entre justicia y medios de comunicación para perseguir y encarcelar a dirigentes revolucionarios como ella. Incluso responsabilizó a los cortesanos de extorsionar al actual gobierno y trabajar para que fracase.

Cristina, dijo, con toda claridad, que la Corte es la cabeza de ese plan siniestro que solo existe en su cabeza y en la del Papa Francisco. Todas las causas de  corrupción de estado que están en pleno proceso  de juicio oral comenzaron durante su gobierno y siguen ahora. Por lo tanto no se trató de una venganza de Mauricio Macri. Todas las causas están repletas de pruebas documentales, indicios y testimonios que confirman que Cristina fue la jefa de una asociación ilícita para saquear al estado y enriquecerse en forma colosal. Eso la desespera. No quiere quedar en la historia como una ladrona, jefa de ladrones y mafiosos que hicieron millonarios a su familia, a casi todos sus ministros e incluso, sus secretaros personales y cadetes. Todos tienen fortunas que no pueden explicar. Todos le robaron al pueblo argentino. Y en lugar de arrepentirse y de expresar su vergüenza por eso, implementaron un plan sistemático para dinamitar la justicia y por lo tanto, hundir el régimen democrático tal como lo conocemos. Por eso hablo de golpe palaciego. Porque la carta intención de Cristina demuestra que no se conforma con un procurador adicto que todavía no puede conseguir. No se conforma con cooptar y copar organismos anti corrupción para ocultar sus estafas y perseguir a los demás. No se conforma con colocar jueces claves para las elecciones como Daniel Bejas o Alejo Ramos Padilla. Nada de eso la conforma. Ella ya lo dijo: vamos por todo. Ella quiere convertir a la justicia en un organismo domesticado para que cumpla sus caprichos. Esta mañana lo definió el filósofo Rolo Villar, en esta radio. Para Cristina no hay tres poderes. Hay uno solo. El poder hacer lo que se le canta.

Así como fue la jefa de la mayor corrupción de estado en democracia, ahora es la jefa del grupo de tareas que busca con fanatismo la impunidad y la venganza.

Daniel Sabsay, tal vez el constitucionalista más prestigioso dijo que Cristina, está generando micro golpes  de estado. Aclaró que “eso no significa la subversión total del sistema jurídico, sino que es un trabajo como las banderillas sobre un toro: lo van pinchando, hasta que al final, lo matan”. El pliego de condiciones que Cristina le puso a la Corte es para Sabsay “un escrache a los 5 magistrados más altos de la República”.

Hay un rosario de acontecimientos típicos del chavismo que ella utiliza como espejo. Hace dos meses, y también esta mañana, el impresentable Leopoldo Moreau hizo punta. Disparó munición gruesa al decir que la Corte estaba agotada y muy degradada institucionalmente: “Juegan al truco en lugar de apoyarse en decisiones legales”. Tuvo duras acusaciones contra cada uno de los miembros de la Corte. En su carta documento emplazando al máximo tribunal, Cristina repitió casi los mismos argumentos. Por ejemplo, que el gran pecado de Ricardo Lorenzetti era haberse sacado fotos con Claudio Bonadío y el juez Sergio Moro que encarceló a Lula por corrupción. Con ese solo argumento ella inventa una conspiración galáctica para encarcelar lo que ella llama líderes populares y en realidad son populistas autoritarios y corruptos. Cristina miente. Condena a Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti por haber sido designados por decreto. En realidad, ambos asumieron después de haber logrado el acuerdo correspondiente del Senado. Bad information, doctora.

Cristina quiere tapar el sol con las manos. Quiere que su prontuario vuelva a estar virgen como si ella fuera una santa y eso es imposible. Quiere que los periodistas, fiscales, dirigentes y jueces que la investigaron y la denunciaron vayan presos. Y eso, también es imposible. Insisto; es imposible dentro de las reglas de la división de poderes y de la Constitución Nacional. Pero ella quiere un esquema similar al de Nicolás Maduro en Venezuela. Pretende la suma del poder público para instalar una suerte de democradura con elecciones tramposas, sin alternancia posible y de carácter eterno. Por eso Alberto y Carlos Raimundi hacen lo que hacen. Por eso Alberto se deja humillar por un dictadorzuelo de cuarta como Diosdado Cabello y nadie sale a defender al jefe de estado. Por eso Raimundi y nuestro país votan como votan, lejos de los países más democráticos del planeta y cerca de Rusia, Irán, Cuba y Nicaragua. El grupo Puebla, es la imagen del fracaso de presidentes jubilados y una plataforma jurásica hacia el fracaso y el pasado. Ahí colocó sus expectativas y alianzas el gobierno de los Fernández.

Nada de lo que pasa es casual en esta avanzada para colonizar y poner de rodillas a la justicia. Todo es parte de un plan fríamente calculado. Por ejemplo, las declaraciones golpistas del camarista Juan Ramos Padilla. Llamó a una movilización contra la Corte para barrer la inmundicia y la corrupción de ese organismo al que caracterizó como enemigos del pueblo. Solo faltó que les dijera “turros” como Hebe Bonafini que además, convocó a tomar el edificio de la Corte.

Hasta Santiago Cafiero dijo que la Corte había pisoteado los derechos de Amado Boudou. Un delincuente, malandra de estado, un punga como Boudou no les interesa demasiado a los kirchneristas. Pero saben que si Boudou vuelva a la cárcel la semana que viene, sería un aviso demasiado enloquecedor para Cristina. Es como decirle. Si Boudou fue a la cárcel, usted, doctora puede ser la próxima”. Por eso Cristina pateó el tablero. Porque se va quedando sin tiempo. El reloj de sus juicios se mueve lento pero para ella, va a la velocidad de la luz. No tolera ni siquiera imaginar la posibilidad de que la priven de la libertad como ocurrió con otros jefes de estado en América Latina. Por eso se mueve con planificación y furia. Cada uno que habla, lo hace con el guiño o la venia de la comandante Cristina. Los dos grandes diarios argentinos, utilizaron términos contundentes para definir la salvajada institucional. La Nación tituló “Cristina Kirchner acusó a la Corte de extorsionar al gobierno”. Y Clarín: “Furioso ataque de Cristina contra la Corte”. La presión es sobre la Corte, sobre los jueces y también sobre Alberto Fernández, a quien Cristina ni siquiera mencionó a un año de haber jurado como presidente. Graciana Peñafort, la asesora de Cristina en el senado y abogada de Boudou, fue bien explícita:” En un año no cambiamos la matriz de la justicia. El Lawfare no se desactiva ganando elecciones”. Traducido eso significa: Dale Alberto, no seas tímido, destruí la justicia lo antes posible y construyamos otra, según nuestras necesidades. Eso es lo que piensa Cristina. Oscar Parrilli dijo que el máximo tribunal “tiene una escandalosa asociación con el macrismo”.

En la solicitada que publicó Página 12, firmaron Víctor Santa María y Eugenio Zaffaroni, la materia gris de los atropellos judiciales de Cristina. “Con Lawfare no hay democracia”, titularon. Y es un anticipo del nuevo orden chavista y cleptocrático que quieren instaurar.

Pero el colmo de la hipocresía es la marcha y acampe por la liberación de todos los presos políticos como Julio de Vido, Milagro Sala, Boudou, el corrupto confeso Ricardo Jaime y otros jefes mafiosos como el Pata Medina o el Caballo Suárez. Todos millonarios con el dinero ajeno. “Son patriotas perseguidos”, dicen con la cara de piedra. “Si tocan a uno, nos tocan a todos. Las cárceles no son para los compañeros”, agregan.

El diputado Alvaro de Lamadrid dijo que ella pretende “una autocracia familiar, consanguínea y hereditaria. Ella se quiere convertir en la justicia, modificar el régimen electoral y la Constitución Nacional”.

Algunos tibios de mirada corta me acusaron de exagerado por sostener que Cristina es la que más daño le hizo y más daño le puede seguir haciendo a la democracia. Creo que con lo que está pasando ya no hay ninguna duda.  El que lo niegue ahora ya ingresa en el campo de la complicidad.

Pasó lo mismo al describir el objetivo de chavización. Hay diversas formas de chavismo. Uno es el chavismo santacruceño. Allá está claro el proyecto. Funcionarios enriquecidos y ladrones. Pueblo pobre y casi sin puestos de trabajo privados. Clientelismo de la peor calaña. Sumisión absoluta de los legisladores y los jueces elegidos entre los amigos y soldados cristinistas. Y como si esto fuera poco, observatorio de medios para seguir aplastando a los pocos y valientes periodistas independientes. ¿Cómo se llama eso? Cristinato. O Chavismo santacruceño. O Feudalismo ladri progresista. Eso es lo que hicieron en el pasado en la provincia y eso es lo que quieren seguir haciendo con el futuro de la Nación. Alberto también fue destinatario de la carta de la reina. Para que se mueva según las urgencias y necesidades de Cristina. ¿Qué hizo Alberto? Lo de siempre. Se subió a las exigencias de su jefa. Y dijo lo siguiente: “Comparto mucho de lo que planteó Cristina. Es un llamado de atención para todos. La justicia tiene una lógica corporativa y es impermeable a los cambios. Ahora la justicia está funcionando mal. Y esto no es una injerencia en otro poder. Ellos también están sometidos a la crítica pública”.

Cristina y Alberto son lo mismo. Lo dijo Alberto. La gran diferencia es que Cristina manda y Alberto obedece. Que Cristina atenta contra la división de poderes y la República y Alberto se convierte en cómplice. Ya pasó un año de gobierno. El balance y el futuro no podrían ser más tristes.

EDITORIAL DE ALFREDO LEUCO EN LE DOY MI PALABRA, POR RADIO MITRE