La fase mafiosa y chavista

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Quien quiera oír que oiga. Si la fase de la moderación terminó, eso significa que comenzó la fase de la radicalización. Eso solo, ya es grave. Pero hay algo peor. Después de su golpe palaciego, los dos pilares del nuevo gobierno de Cristina son la metodología mafiosa y la ideología chavista. Y a las pruebas me remito.

Está a la vista que Cristina vació de poder a Alberto. Pero va por más. Va por todo, como es su costumbre. No se conforma con haberlo convertido de títere en espantapájaros y holograma. Ahora lo quiere transformar en un trapo de piso, rendido a sus pies. Por eso empezó el peligroso festival de extorsiones y persecuciones que puede terminar en violencia. Si ya ocurrió, puede volver a ocurrir. Una costumbre nefasta del peronismo es involucrar a toda la sociedad en sus peleas feroces. En los 70, fue a los tiros y se tiraron cadáveres por la cabeza. Fue a sangre y fuego entre los Montoneros y la Triple A, Entre Firmenich y López Rega.

Hoy estamos lejos de las armas, por suerte, pero cuando llega la hora de los aprietes y carpetazos, quedamos a un paso de la violencia. Sobre todo si entre los enemigos del mismo gobierno hay tropas organizadas con mucho dinero y capacidad de movilización y daño. Hablo de La Cámpora, la guardia de hierro de Cristina y el Movimiento Evita, la brigada en la que se escuda Alberto.

Y si hablo de extorsión lisa y llana es porque todas las fuentes consultadas interpretaron como una amenaza de revelar cuestiones íntimas y de la vida privadísima dos referencias públicas de Cristina. Primero hizo una pausa teatral cuando se refirió a la revista subsidiada con millones por el gobierno llamada “La Garganta Poderosa”.  En esa pausa que pareció durar años, todos se acordaron del acto fallido de Alberto cuando la llamó “Garganta Poderosa”, una película pornográfica emblemática. Enseguida cuando Cristina habló de los chats con Carlos Melconián, se ufanó que ella podía mostrar el contenido de su teléfono celular y otros no.

Bingo. Todos pensaron en Alberto al que Cristina se refiere con un apodo peyorativo que no se puede repetir en público porque es referido a compulsión sexual.

Algunas fuentes incluso llegaron a decir que Cristina le enrostró que dispone de esos contenidos del celular de Alberto. Fue en la cena que tuvieron y se trata de una amenaza intolerable en democracia. Es que según plantean, fue en respuesta a un llanto angustiado de Alberto que le reclamó clemencia que después se transformó en una amenaza de sumarse a las denuncias de corrupción que la tienen al borde de un ataque de nervios.

Las extorsiones, la violación de la intimidad de las personas, las amenazas de carpetazos, son el ADN de los instrumentos mafiosos. Ayer se viralizaron presuntos chats que se referían a Alberto y Silvina Batakis que tampoco se pueden reproducir porque no hay forma de chequearlos con responsabilidad periodística. Pero amigos de Alberto, sumaron uno más uno y dijeron que fue Cristina la que los filtró. Eso es incomprobable.

Fue Luis D’Elía, ex fanático cristinista y hoy fanático albertista, el que responsabilizó a Cristina de una persecución contra los piqueteros que lidera el diputado Juan Carlos Alderete. En su tuit, D’Elía dice textualmente: “En momentos en que Cristina denuncia a los movimientos sociales, un juzgado de San Martín desata una ola de allanamientos contra la Corriente Clasista y Combativa en todo el país. Toda nuestra solidaridad con los compañeros de la CCC.” Ese tuit fue encabeza por la frase “Las brujas no existen, pero que las hay, las hay”.

Esa organización piquetera es parte del oficialismo y tiene una mixtura ideológica insólita. Su origen es el maoísta Partido Comunista Revolucionario y hoy tributan al Papa Francisco al integrar el llamado grupo “Los Cayetanos”. La justicia los acusa de varios delitos cometidos con los planes sociales. En los allanamientos encontraron dólares y muchos DNI a disposición de los que regentean un comedor popular.

Otra líder piquetera pero opositora, Silvia Saravia, de Barrios de Pié, también apuntó a Cristina en sus redes. “Las declaraciones de Cristina envalentonan a los sectores reaccionarios. Y cuando se busca aplacar la protesta social, se terminó la grieta. Nuestra solidaridad con ustedes, Alderete”

Nadie olvida que hace poco tiempo, D’Elia, dijo que mientras estaba preso, le daba asco ver que Cristina tenía tres hoteles y Daniel Muñoz compraba propiedades por 60 millones de dólares. Siempre sobrevuela la advertencia de que van a sumar sus testimonios a los cientos que hay en los tribunales sobre la cleptocracia que lideró Cristina.

Esto es solo un botón de muestra de la metodología mafiosa con la que intentan hacer renunciar a Alberto.

Pero la otra pata es el viraje chavista. En la cena, Cristina le exigió a Alberto lo mismo que vienen pregonando públicamente sus talibanes. Aumentar las retenciones al campo, multiplicar los impuestos a los empresarios, cerrar herméticamente todos los cepos, decretar un salario universal para 7 millones de personas y reemplazarlo por los planes Potenciar Trabajo. Es una forma de dejar sin recursos al Movimiento Evita y expulsar del poder a varios funcionarios empezando por Emilio Pérsico. Eso se llama chavismo y poder absoluto como lo llamó Patricia Bullrich.

Semejante irracionalidad populista puso nuevamente en la conversación pública palabras malditas y antidemocráticas: hiperinflación, estallido, adelantamiento de elecciones y hasta renuncia del Presidente. Alberto ya le renunció a Cristina una vez. Fue en julio del 2008. Solo que en aquel momento era el jefe de gabinete de ella. Hoy es el presidente que no preside.

Lo más inquietante de esta batalla campal puertas adentro del gobierno es que lo hacen con saña y alevosía. Se tirotean con extorsiones y acusaciones que pueden llevar a la violencia. Es lo único que les falta para suicidarse políticamente y enterrar al pueblo argentino. Esta vez es cierto: la patria está en peligro. Y la democracia en un pantano.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre