Crónicas de Guerra: 20 de marzo del 2020
Hoy empiezan estás crónicas de la guerra contra el coronavirus. Ayer se lo anticipé. Todo cambia en estos tiempos de cuarentena en casa y también el formato de estas columnas. Como si fuera un corresponsal en medio de la batalla, voy a tratar de contar las noticias, las reflexiones, los sentimientos y las experiencias de la manera más directa posible.
Ayer se me llenaron los ojos de lágrimas cuando, a las 21 horas, se produjo una catarata de aplausos que bajaba de los balcones iluminados y se multiplicaba en las ventanas. La gente agradecía con sus manos en forma masiva desde sus hogares a los médicos, a los enfermeros y a todos los agentes sanitarios que le ponen el pecho a esta guerra. Son la infantería, la cabecera de playa, como les dije ayer. Yo se que fue impulsado por la potencia de las redes sociales, pero me alegró que ayer, yo también sugerí que nos sumáramos a esos homenajes. Es una manera de abrazarlos sin abrazarlos. De colocarle una medalla a su heroicidad de jugarse la vida para defender nuestra vida.
Le confieso que después de ver a mi hijo Diego en TN, donde hizo picos asombros de rating, yo también me tuve que enfrentar con un enemigo poderoso: el lavarropas. Jamás había manejado uno. Nunca supe que botones hay que apretar ni por donde entra y sale el agua. Pero ahora estoy solo de toda soledad y tengo que lavar las toallas y las remeras. Por suerte estoy todo el día en remera y bermudas y no uso demasiadas camisas ni pantalones. Y camino sobre la comodidad de las Crock. Un pequeño placer cotidiano, es no tener que ponerme zapatos ni traje. Salvo los martes que por ahora, seguiré yendo al canal para hacer mi programa de tele.
Entre nosotros, le cuento que fui derrotado ampliamente por el maldito electrodoméstico. No sé dónde va el jabón y el suavechito suavechito pero hoy lo voy a resolver. Tengo que tener valentía y asumir estos desafíos terribles. Hoy entro a internet y busco un tutorial que diga cómo se pone en marcha el lavarropas. No se rían por favor. Yo tengo el manual de uso. Pero como le pasa a tanta gente, lo guardé tan bien que ahora no tengo ni idea en donde está. Minucias de la vida cotidiana que para mi son como escalar el Everest. Que va a hacer. Nací y moriré inútil con las manos. No se ni cambiar una bombita de luz. Paciencia. Voy a aprovechar la cuarentena para aprender de todo. Incluso a poner en marcha el lavarropa. Y a hacer dieta y bajar de peso. Pero eso se lo cuento el lunes. Porque no me quiero olvidar de comentarle la goleada que recibió Marcelo Tinelli en las redes sociales. Le dieron para que tenga y guarde.
El empresario y presidente de la Superliga (cómo lo define Clarín) violó la prohibición para los vuelos de cabotaje y se tomó una aeronave privada para escaparse al campo y la estancia que tiene en Esquel, al lado de la cordillera. Y eso que diez minutos antes había dicho que hay que quedarse en la casa y que no son vacaciones. Tinelli fue con su mujer, hijos, novios y todos los chiches. Los chubutenses de a pié, se indignaron. Le dijeron de todo. Y fue peor cuando declaró a una radio local que era “un vecino más”. En el aeropuerto lo esperaban dos camionetas gigantes para llevar a toda la troupe hacia el descanso vip y reparador. “Andate, vos no sos de acá”. “En Chubut no hay ningún caso confirmado de coronavirus” y los más enojados, como Rubén Chaves, le exigieron al intendente que lo mandara de vuelta a Buenos Aires con la policía. Es que los nacidos y criados en Chubut no pueden trasladarse. No pueden ir ni de Rawson a Trelew.
El más duro fue el colega Facundo Landívar que escribió: “Por favor que nadie viaje así el virus no circula. Eso será para los pobres mortales, yo soy famoso y de la mesa chica de Hambre Cero, eh. Que tipo nefasto, pero nefasto de verdad”. Otro periodista, Gustavo Noriega sugirió por twitter: “imagináte la reacción si Macri hubiera hecho lo de Cristina o lo de Tinelli”. Pero el diputado de Cambiemos, Gustavo Menna pidió que le inicien un proceso penal como le harían a cualquier hijo de vecino. Apuntó contra los privilegios que le dio el gobierno provincial porque “la ley debe ser pareja para todos”.
Tinelli con esta actitud, seguro que no le hizo ningún favor a su nuevo amigo, el presidente Fernández. Más polvareda levantó esta mañana la Vice presidenTA TA. Avisó que el domingo regresa a Buenos Aires en Cubana de Aviación y que viene con su hija Florencia. Dice que no le corresponde porque Cuba no es un país de riesgo, pero que, igual, va a hacer 14 días de aislamiento. Una alegría para el resto de los políticos. Sin Cristina en el escenario, todos los acuerdos son más fáciles. Parece que Florencia ahora esta curada y su madre se lo agradeció a Cuba “castigada por los poderosos pero digna y altiva”. Otra vez nos hace el cuentito de la Cuba revolucionaria. La hija la llamó tierra libre el otro día. Y me permití recordarse que es cierto que el aborto es libre en Cuba pero que es el país del mundo con más presos políticos y uno de los que más persigue a homosexuales. Solo basta darse una vuelta por el malecón de La Habana para ver la represión y la discriminación. Así se entiende la canción que decía “Y al que asome la cabeza, Fidel, duro con él”.
Cristina también insistió con otra falsedad gigantesca. Dijo que “la persecución mediática y judicial dañó severamente” la salud de Florencia. Y que ella fue a ayudarla “porque sola no podía volver”. Y la verdad es que quien la metió en este baile de terror y corrupción fue la propia Cristina. Ella le hizo firmar balances y papeles de sociedades delictivas y la que le puso los cinco millones de dólares termosellados en la caja de seguridad del banco. No fueron los medios ni los jueces. Pero nadie espera que Cristina se haga cargo de nada. Nunca le importó el respeto por la ley ni por la verdad. Y tampoco le importa mucho el sufrimiento ajeno. Huyó del dolor colectivo en Cromagnón, en el siniestro de Estacion Once y en las inundaciones de La Plata donde ella nació y vivía su madre.
En esta cuarentena, hay mucha gente que está padeciendo. Me escribió Silvia Flores, la hija del Toty y la guerrera de la cooperativa La Juanita. Me cuenta que hay muchos casos de gente infectada en los barrios más humildes de La Matanza, pero que no funcionan los teléfonos para recurrir en esos casos. Habla del número 148 que directamente ni suena. Y el 911 que no responden. Gracias, Silvia. Te nombramos corresponsal para que nos tengas al tanto de todo lo que ocurre en el Conurbano profundo. Tenemos muchos temores respecto de lo que pueda ocurrir con tantos compatriotas que hacen changas y trabajan en negro. Por un tiempo no van a tener ingresos y eso desespera a cualquiera. Que nadie lo olvide. Son trabajadores informales independientes que, de golpe, no pueden llevar la comida a sus casas. Alerta Roja.
Pero está lleno de emergencias como no podía ser de otra manera. Es la primera vez en la historia que está pasando lo que está pasando. Jamás hubo tantas restricciones salvo en los gobierno dictatoriales con toques de queda o estados de sitio. Todo es nuevo y no sabemos que hacer primero frente a estos remedios sociales extremos por la velocidad de contagio y la falta de vacuna. Patricia, prima del querido y recordado Sergio Gendler, me pide por su hija que está varada en Estados Unidos con otros jóvenes que fueron al programa Work and Travel. Cumplo con denunciarlo al aire para que las autoridades tomen cartas en el asunto y puedan repatriar a todos. Héctor y Elisa están en un crucero de la empresa Costa girando por el mar y no los dejan bajar en ningún lado. Y Héctor es un paciente de riesgo. Alguien se tiene que ocupar de ellos. Teléfono para el canciller Felipe Sola.
También me llamó el Beto Brandoni que me confirmó que obviamente hoy no iba a estrenar, “El Acompañamiento”, la extraordinaria obra de teatro de Carlos Gorostiza. Hasta la calle Corrientes bajó la persiana y le puso un toldo como alguna vez imaginó Cacho Castaña. Brandoni también suspendió su fiesta por el cumpleaños número 80. Todo se posterga para después que derrotemos a la pandemia. Yo no pude viajar a Córdoba a visitar a mis viejos. No tengo avión privado y tampoco lo hubiera hecho. Respeto las leyes, los decretos y las indicaciones. Pero hablo dos veces por día por teleconferencia para verles las caras y que ellos me vean a mi. No es lo mismo pero esa charla nos acerca mucho pese al aislamiento social y nos llena de emoción. Tanta como los aplausos de los balcones y las ventanas por donde entra y sale la luz que tanto necesitamos.
Quedate en tu casa y no aflojes. Esto también va a pasar. Y vamos a salir fortalecidos.