Al emperador romano Julio César le atribuyen la frase: “Divide y reinarás”. Pero es una táctica que los Kirchner en general y Cristina en particular, han utilizado con ferocidad y bastante éxito. La grieta, la fractura expuesta, que produjeron en la Argentina, es la herencia maldita que nos van a dejar. Es la multiplicación del odio y la agresividad en todos los planos. Porteños, runners, familias enteras peleadas que ya no se frecuentan, amigos que rompieron una relación de años, compañeros de trabajo que no se dirigen la palabra, son algunos de los síntomas que generaron con esta enfermedad social inoculada por los Kirchner en las venas abiertas de la sociedad.
Reinstalaron el odio como arma política.
Me dedico al periodismo y al análisis político desde la recuperación de las instituciones democráticas en 1983. Y puedo asegurar que Alfonsín y Luder, Carlos Menem y Angeloz, De la Rúa y Duhalde, competían ferozmente por el poder y por sus ideas, pero no odiaban al otro. Lo consideraban un adversario y no un enemigo. El abismo que se abrió allá por los 50, entre el peronismo y el anti peronismo, había empezado a cerrarse. El puntapié inicial lo dio el doctor Ricardo Balbín, jefe del radicalismo, cuando ante el féretro del general Perón, dijo: “Este viejo adversario viene a despedir a un amigo”.
Y el gran abrazo en defensa del sistema democrático se lo dio Antonio Cafiero, como presidente del Partido Justicialista al presidente Raúl Alfonsín ante el ataque golpista de los militares carapintadas cuando los dictadores todavía tenían poder de fuego. Juntos, codo a codo en el balcón histórico de la Casa Rosada, los líderes de ambos partidos mayoritarios defendieron la legalidad republicana.
Esa herida histórica había cicatrizado. No se había convertido en un romance ni en un nuevo movimiento que los involucrara a todos, pero había convivencia pacífica, disensos y consensos, diálogos constructivos.
Todo eso fue dinamitado por Néstor Kirchner cuando llegó a la presidencia y luego fue llevado al éxtasis por Cristina. Encontraron en un marxismo tardío y regresista y en las teorías de Ernesto Laclau, la excusas para darle un barniz ideológico a sus características personales. Apostaron a la creación de un enemigo, lo satanizaron, desempolvaron las viejas palabras de gorilas y oligarquía y construyeron siempre sobre el conflicto, el látigo y la mayor corrupción de la historia democrática argentina.
Desde Alfonsín hasta la llegada de los Kirchner al poder, no había odio. Había debates acalorados, paros salvajes de la CGT, decisiones negativas o muy cuestionables, pero el odio había quedado enterrado en el tiempo. Ese contrato democrático de 1983 se había convertido en el mayor activo de la sociedad.
Pero Néstor y Cristina vinieron por todo, y para siempre y no dudaron en fracturar nuevamente a los argentinos.
Dividieron todo. El sablazo fue primero contra los ciudadanos argentinos. Después contra los radicales, socialistas y hasta contra el peronismo tradicional, el campo, los empresarios, los medios de comunicación y en los últimos tiempos contra Alberto Fernández y, como si esto fuera poco, ahora contra uno de los máximos dirigentes de La Cámpora. Son tan verticalistas y autoritarios que Hebe de Bonafini ya empezó a castigar hasta al mismísimo Wado de Pedro. El ministro de Interior de Alberto tiene los padres desaparecidos y fue militante de Hijos. Incluso, desde un sector del cristinismo lo estuvieron vendiendo en los últimos tiempos como candidato a presidente para el 2023. Sin embargo, Hebe le dio para que tenga y guarde. Dijo que Wado “le dice amén a todo lo que dice el Presidente, que todo está bien”. Después de asegurar una vez más que “Alberto Fernández es de derecha”, Hebe dijo que “creo que Wado piensa como el Presidente”.
Una verdadera locura que Hebe no diría sin la autorización o la orden de Cristina. ¿Se dan cuenta del nivel de blindaje cerebral que tienen? ¿Si Wado es de derecha, que se puede esperar de los demás actores de la política? Cristina se está peleando a muerte cada vez con más personas y sectores y está construyendo una agrupación cada vez más chica, excluyente y testimonial que podríamos llamar “El Frente de Ella”.
Ella fomenta el quiebre de toda organización. Incluso, al límite de que un sector de sus fanáticos está dispuesto a llevarse por delante el régimen democrático con tal de lograr la impunidad y la venganza que tanto desea Cristina.
Se quieren llevar puestos todos los valores de la honestidad, el respeto por la división de poderes, la educación de excelencia que no adoctrina y la innovación productiva.
Cristina está cada vez más aislada, encerrada en su ira y con mayor imagen negativa. Sin embargo todavía reina para dividir y seguir reinando. No sabemos hasta cuándo. La respuesta la tiene el ciudadano con su voto
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre