Alberto, aislado y sin olfato político

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En estas últimas horas, el presidente Alberto Fernández confirmó que está aislado en todo el sentido de la palabra, y que el Covid, le hizo perder incluso, el olfato político. Su comportamiento evidenció “una enorme distorsión de la realidad” y “una soledad “patética”. Me animo a utilizar estos conceptos tan ofensivos porque son los mismos que él utilizó contra Cristina. Por lo tanto no creo que Alberto se ofenda. ¿Se acuerda? Dijo que en la democracia recuperada el peronismo fue de todo: “Conservador con Luder, neoliberal con Menem, conservador popular con Duhalde, progresista con Néstor y patético con Cristina”. De mi propia cosecha, podría agregar que hasta ahora, el peronismo con Fernández es un recuerdo del pasado secuestrado y sometido por Cristina. Me auto limito con los adjetivos porque no es mi estilo hacer leña del árbol caído. Pero Alberto llegó a decir que Cristina “actuó como una psicópata”. Y a las pruebas me remito.

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Fue el 8 de diciembre de 2016. Entre los sinónimos de “psicópata”, aparecen “desequilibrado, demente y loco”, justo como Alberto se auto percibió, irónicamente, el otro día cuando dijo que estaba solo “como loco malo”.

Anoche, el presidente demostró en que lo han convertido. A esta altura la palabra títere no alcanza. Las torpezas que cometió, son producto de los despojos del político que fue. Cristina lo vació de autoridad y también de dignidad. Un meme en las redes decía “yo ví al progresismo K cerrar las aulas y golpear la puerta de los cuarteles”. Chicanero, por supuesto, como buena caricatura. Otro extraordinario, fue un dibujo era un dibujo de Alberto bajando el retrato de Sarmiento, bajo la atenta mirada de Roberto Baradel.

Son síntesis de mucho de lo que pasó. Expertos de todo el mundo y estadísticas del propio ministerio de Educación, certificaron que los contagios en la escuela fueron ínfimos, casi inexistentes. Sin embargo, Alberto ordenó por un decretazo inconsulto cerrar las aulas en toda el Área Metropolitana. Llegó al delirio de decir que los chicos jugaban a intercambiarse los barbijos. En ese mismo momento dejó colgados del pincel a su amigo y responsable del área, Nicolás Trotta que había dicho públicamente, todo lo contrario. Que los colegios son los último que se cierra y lo primero que se abre.

Hoy circuló la versión de que ese ninguneo a Trotta lo agobió como a Marcela Losardo y ya habría presentado la renuncia mientras le buscaban el premio de una embajada.

Una genialidad de Nik dibujó con ironía un gran resumen de la actualidad. Uno dice: “El virus corre, la inflación corre, la inseguridad corre”. Y el otro personaje le pregunta: ¿Y la educación? … Trotta”.

Como si esto fuera poco, en otro claro atropello inconstitucional, Alberto anunció que fuerzas de seguridad federales van a hacer cumplir su orden  de virtual toque de queda y circulación prohibida a partir de las 20 horas. Y la insólita presencia de las Fuerzas Armadas en las calles de la ciudad. Dijo que era para asistir en lo sanitario. ¿Qué van a  hacer los oficiales uniformados del Ejército, por ejemplo? ¿Repartirán alcohol en gel? Claramente, se militariza la ciudad (por más que no porten armas) como una manera de meter miedo. La propia presencia de los camiones y el personal militar, además de la Gendarmería, es disuasiva e intimidante.

Alberto, a sola firma y sin dialogar con nadie, en la práctica produjo una intervención federal disfrazada, pero intervención al fin que dinamita la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires. Es una usurpación y un recorte de derechos y eso solo se puede hacer por ley del Congreso.

En su irresponsabilidad, el presidente está jugando con fuego. El clima social es de bronca absoluta, y hay serios intentos de rebelión antes las medidas anunciadas. Cacerolazos de los ciudadanos, movilización de los padres y alumnos a las puertas de quinta de Olivos, protestas de los gastronómicos y hasta, cortes de calles de los piqueteros más radicalizados de la izquierda. Es un cóctel explosivo. Material inflamable que hay que tratar con mano de seda.

Es que todos notan la desesperación por la falta de vacunas, de testeos y de capacidad de planificación.

La patética soledad se hizo peligrosa institucionalmente con el amparo que Horacio Rodríguez Larreta presentó ante la Corte Suprema y ante el rechazo de varios gobernadores de las provincias más grandes a seguir sus indicaciones. Pensar que Fernández dijo que iba a ser el Presidente de los 24 gobernadores. Y al otro día se convirtió en la mascota de Cristina.

Fue tan obscena su incapacidad que hizo enojar a gran parte de la comunidad sanitaria cuando los acusó de relajarse y a otros países a los que acusó de “acaparar vacunas”. Alberto no pegó una.  Ante la opinión pública su imagen sigue cayendo a pique porque lo ven como un vocero de Cristina, Máximo,  Kicillof, Gollan Kreplak y el  dogmático gremialismo K de los docentes. Parece mentira pero hemos tocado fondo en lo educativo. Hugo Yasky y Roberto Baradel son a la educación pública lo que Los Moyano son a la actividad privada. Unos bloquean con camiones a las empresas y otros bloquean las aulas con su fanatismo. Como dijo Larreta, “el aula más peligrosa es la que está cerrada”. Por eso prometió hacer todo lo posible para que no se cumpla la orden de cerrar las escuelas a partir del lunes.

Como si la catástrofe sanitaria, la hecatombe económica y la inseguridad galopante no alcanzaran, Alberto desafió a Larreta a una pulseada política. Está claro que Fernández quedó contra las cuerdas, confundido y en medio de una patética soledad.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre