Andahazi: “La contradicción y los que la padecen”

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Antes de abrir el psicódromo, permítanme dar una información muy importante: desde este miércoles 29 de julio pueden atender los psicólogos en la Ciudad de Buenos Aires, con un estricto protocolo.

Hace meses venimos señalando que muchísimos pacientes necesitaban volver a sus tratamientos, y muchos otros precisan iniciar una terapia.

Algunos padecen trastornos de ansiedad, depresión o recaídas en adicciones a causa de la cuarentena.

Una buena parte de los pacientes pudieron continuar con sesiones online, aunque con algunos problemas: fallas en la conectividad, reticencia de las obras sociales para reconocer el pago a los profesionales y el tema del espacio íntimo que es muy difícil de lograr en una casa en la que vive una familia con múltiples integrantes.

Esto ha cambiado desde el miércoles y esperemos no volver atrás, porque hay que prestarle mucha atención a la salud mental durante todo este proceso llamado cuarentena que en nuestro caso va por los cuatro meses y medio. Me tomo un minuto para aclarar el protocolo:

-Sí o sí se debe asistir con turno.
-Si por algún motivo se juntan dos pacientes, la espera debe ser afuera del edificio.
-Paciente y profesional: ambos con tapabocas.
-Uso de alcohol gel, desinfección de superficies entre pacientes, etc.
-Si fuera posible, se recomienda el uso de mampara de vidrio o acrílico.
-El paciente debe permenecer solo, sin acompañante.
-Al Ingresar el profesional hará una serie de preguntas para detectar síntomas como fiebre, dolor de garganta, falta de gusto u olfato, etc.

No sólo volvieron los psicólogos, también los psicopedagogos, terapistas ocupacionales, kinesiólogos que trabajan neurodesarrollo y tercera edad y los fonoaudiólogos que trabajan con el espectro autista.

Dicho esto y celebrando esta decisión, vamos a retomar el tema del martes: ¿Cómo es vivir o trabajar con una persona contradictoria, alguien que un día te dice una cosa y al rato sostiene todo lo contrario?

Ser contradictorio, dicho así a la ligera, puede significar un simple rasgo de personalidad, se puede tratar de una persona sin convicciones ni opiniones bien plantadas que dice una cosa y rápidamente, tal vez influido por otro, sostiene lo opuesto.

En ese caso estaremos hablando de una persona más bien frágil con una autoestima baja o que simplemente no se siente con el derecho a opinar, entonces se suma a la opinión del primero que aparece con una actitud firme.

En otro nivel de análisis, tenemos casos más severos en los que la contradicción y la imprevisibilidad se presentan como síntomas de algún trastorno.

En estos casos los pacientes cargan con traumas importantes y la disociación aparece como una forma de evitar un recuerdo intolerable: de repente actúa o habla como si fuera otro que se contradice con sigo mismo.

En estos casos patológicos no hay una real consciencia ni una especulación sino todo lo contrario: las personas sufren esta disociación y un trastorno de estas características no atendido puede llevarlos a una tener una vida muy limitada.

Luego tenemos a las personas que utilizan la contradicción como una herramienta para manipular a los demás. Una deliberada y evidente manera de acomodarse en el lugar conveniente en un momento determinado. ¿Les suena conocido?

No sólo no es un padecimiento psiquiátrico, sino que, al contrario, pueden llegar a causar mucho sufrimiento a los demás. Son personas cuyo manejo emocional excede el mero rasgo de la personalidad y pueden convertirse en verdaderos psicópatas.

¿Les pasó alguna vez de tener una charla con un jefe, por ejemplo, en donde quedaron claras ciertas pautas de trabajo y luego a otro integrante del equipo la misma persona le dice lo puesto?

Suelen ser personas que encuentran un traje para cada ocasión, hacen una rápida evaluación de los lugares de poder de cada uno y actúan exactamente como les conviene.

¿En qué radica la conveniencia? Eso puede cambiar. No importa el objetivo, se puede tratar de ganar más dinero, lograr un puesto de trabajo, aumentar el poder, perjudicar a un rival, o simplemente agradar a los demás.

Lo que más llama la atención de estas personas es el desapego por la verdad, por las convicciones. Como decía Groucho Marx, “estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”.

La frase define esas personalidades calculadoras y manipuladoras que se ponen el traje conveniente según quien sea el interlocutor. El problema es que todos, absolutamente todos, aún quienes deciden creerle, se quedan con la amarga sensación de no saber quién es esa persona.