Pola y Cafiero

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El gran Ricardo Piglia dijo que «La prosa de Pola Oloixarac es el gran acontecimiento de la nueva narrativa argentina.» Su tercera novela llamada Mona, editada por Penguin Random House, fue traducida a varios idiomas y el año que viene se publicará en Estados Unidos. 

La escritora Pola Oloixarac escribió para el diario La Nación una columna muy crítica sobre el jefe de gabinete Santiago Cafiero. Su estilo literario irreverente, que se mueve entre el humor y la ironía, pero que no elude el compromiso político, generó una gran polémica y la convirtió en la nota más leída por lejos. La provocación intelectual siempre es bienvenida para sacudir estilos y posturas acartonadas.

Por eso quiero compartirla con ustedes. Y yo le doy mi palabra a Pola Oloixarac. 

“Desde la asunción arrancó suspiros, y memes de faldas recibiendo baldazos para aplacar los fuegos intensos que despertaba. Con su boca jugosa, barbita descuidada y apellido de lord del peronismo bonaerense, “Santi” Cafiero es el primer jefe de gabinete “juvenil” del PJ. Rodeado de caras repetidísimas y acres, Santi era el bombón que coronaba la torta rancia del peronismo triunfal.

Su debut en la escena nacional lo marcó como un anti-Marcos Peña. Santi no era ningún Marquitos: nada de fingida informalidad. Ladero acorde al look “boga gris” de Alberto, el flamante jefe de gabinete combinó el clásico traje y corbata con pulseritas de cuero, un fulgor de verano en Villa Gesell. Santi era la evolución hot de Marcos: la sonrisa fácil, el pelo en ondas un poquito largo, pinta de winner pero cercano y compañero. Dato: en los actos, siempre le sonríe a alguien afuera de cámara. Esa a quien le sonríe, eras vos.

Santi no se quitó las pulseritas nunca más, y si nos abstraemos del traje (si lo desvestimos con la mirada), podemos verlo al sol, tomando cerveza a las risotadas en una pizzería de Palermo. Haciendo un asadito un domingo nublado, extrayendo de la parrilla un vacío tierno, a punto como tu corazón; y lo bastante deconstruido como para picarte la ensalada. Podemos imaginarlo siguiendo el decálogo de la hombría contemporánea argentina, y cumpliendo. Si naciste en la Argentina del último siglo, tuviste algo con uno así. Y siempre las pulseritas, como un talismán de autenticidad; sabés que aun desnudo, las tiene puestas. No logró enloquecer a la rama femenina al punto de ponerse a vender bombachas con su cara (como sí Kicillof) pero, a diferencia del pequeño gobernador, Santi se proyectó como un novio nuevo para la Argentina populosa, un galán argentino quintaesencial.

Santi Cafiero es el jefe de gabinete de un ex jefe de gabinete: incluso es nieto de un ex jefe de gabinete (Antonio Cafiero, también ex gobernador, senador, diputado, ministro de Economía y Comercio Exterior). Este linaje muestra la parte visible del ADN en espiral de la aristocracia peronista. El peronismo es un sistema con tracción a sangre, y Cafiero III es la elite de la elite: como en toda prosapia que se precie, la sangre no será derramada, si no exhibida. Apenas la joven Ofelia es una self made woman: alguien sin sangre, pero con portación de apellido (Fernández, como los Fernández-Fernández). Dentro del sistema de castas del peronismo, Lord Santi Cafiero representa una dinastía feudal de la provincia de Buenos Aires.

Después, vino el encierro. Te vimos, Santi, acompañando a Alberto y sus filminas, con sus trajes gris enfisema. La cuarentena seguía (¡sigue!), y vos en bambalinas con Ginés García, mientras Carla Vizzotti ponía la cara: para el Día de la Niñez, le pusieron al lado una payasa. Y un día Alberto dejó de hacer los anuncios. Ante su desgaste, saliste a medirte un poco en los medios. Podrá no gustarte el PJ, ¿pero Santi? Ni en los sueños más gorilas podría negarse el factor apetecible del joven Cafiero, acariciando un mate tibio como si fuera una parte tuya.

Todo muy lindo, ¿pero qué pasa cuando Santi abre la boca? Le cuesta organizar su discurso. Si tiene que pronunciarse sobre los derechos humanos en Venezuela, dice “nos importan los derechos humanos en ese país, como también nos importan los de la región, y la comunidad afroamericana en Estados Unidos”. Corazón: eso no llega a ser una pirueta retórica. ¿Eras solo un progre amaestrado, Santi love?

Cafiero sabe ser amigable con los medios amigables y, como todos los políticos, tiene cosas prearmadas para decir. Le pide a la oposición que sea racional y deje la postura antidemocrática, pero no logra pintar a la oposición como antidemocrática (¿lo dice por su insistencia en sesionar? ¿por plegarse a las protestas sucesivas, como haría cualquier peronista?). Su discurso se parece al de los políticos españoles del PSOE y Podemos, quizás porque Santi tiene su propio Marcos Peña importado de España. Como Alberto, Santi dejó de hablarle a toda la población: le habla a los convencidos, los politizados que heredaron la grieta y su séquito de odios. Dejó de hablarme a mí. Ahora lo noto: ya no me guiña el ojo.

Y de pronto dice lo que piensa: “Esos que se manifestaron ayer no son “la gente”, no son todos, no son “el pueblo”, no son la Argentina”, dijo Cafiero después de la protesta masiva en todo el país. Y reconozco esa altivez, esa mezcla imposible de ser superior, clase dirigente y pueblo a la vez. De detentar el poder y hacerte el revolucionario Che Guevara en traje y pulseritas también. De creerte mil porque tu superioridad viene de cuna, aunque también compraste el pack de que sos pueblo por derecho divino. ¿Cómo no vas a despreciar la meritocracia, si lo tuyo es la aristocracia, el derecho de sangre?

Ahora te veo: Santi Cafiero es ese novio tóxico de “sangre azul”, que nunca cree que estás a su altura. Y como no sos “gente bien” como él, siempre vas a estar en falta: a menos que hagas y seas como él quiere, a menos que tu obediencia a sus posiciones sea total, nunca te va a querer de verdad. Como el prototipo de la rubia tarada, Cafiero funcionaba mejor mientras callaba.

Por Alfredo Leuco