Rebelión en la granja K

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En la granja K, hay una rebelión en ciernes. Todos los días afloran peleas y discusiones entre funcionarios y dirigentes de este cuarto gobierno kirchnerista. El match de fondo sigue siendo la batalla silenciosa entre los Fernández. Fueron íntimos cuando estaba Néstor, luego llegaron a odiarse cuando Cristina lo expulsó de su gabinete y Alberto le tiraba con munición gruesa desde los programas de TN y el diario La Nación. No los unió el amor sino el espanto de Cristina de perder la elección y, en consecuencia, de ir presa por cualquiera de todas las causas de corrupción de estado que tiene.

La ideología del peronismo es el poder. Es un partido que nació en el poder, con Juan Domingo Perón en el gabinete. Y para conseguir y mantenerse en el poder, se colocan cualquier vestimenta. La ropa teórica que sea necesaria en cada momento. El pragmatismo los convierte en un movimiento de tanta plasticidad que es capaz de levantar cualquier bandera con tal de no quedarse en la oposición. Lo dijo una vez el propio Alberto cuando estaba en el llano: “Desde el retorno de la democracia, el peronismo fue todo. Y eso no es posible.

El peronismo fue conservador con Luder, neoliberal con Menem, conservador popular con Duhalde, progresista con Kirchner y solo fue patético con Cristina”. Lo dijo Alberto en una entrevista por televisión, lo escuchamos en el audio del comienzo. Y como si esto fuera poco agregó que “primero nos tenemos que curar de la epidemia de oportunismo”. Una curiosidad tragicómica. Un adelantado, Alberto. La palabra “epidemia” todavía no se utilizaba demasiado en el diccionario de la política.

Yo creo que Alberto Fernández ya perdió la oportunidad histórica. Con coraje y convicción democrática podría haberse erigido como presidente de los gobernadores y los intendentes que no son fanáticos de Cristina para construir un peronismo diferente. Pero no lo hizo. Por temor o falta de capacidad, no lo sé. Pero se encandiló con el Sillón de Rivadavia y se comprometió a ayudar a Cristina a voltear todas las causas de corrupción y a conseguirle el monumento que tanto quiere la reina de Santa Cruz. Alberto prometió ir por el centro, con prudencia y pluralismo democrático pero finalmente se rindió. Con las primeras fintas de Cristina en medio del ring, de su rincón tiraron la toalla. Hoy Cristina le expropió su investidura y lo redujo a ser un engranaje más de su proyecto autoritario y vengativo. Alberto cada día tiene menos poder. Y Cristina cada día gobierna con más fuerza. El humor editorial de Alejandro Borensztein fue letal. Escribió que “No tenemos ministro de Salud, no tenemos ministro de Economía, no tenemos presidente. Gracias a Dios, tenemos vice”.

No es casual que las encuestas que se publican hoy aseguran que la primera palabra con que los consultados asocian a Alberto Fernández es “títere”. Parecía una broma de las redes sociales o una ironía de Lanata, pero ahora se incorporó como concepto al sentido común. Este poder que nació bifronte hoy está unificado. Como sentenció con sabiduría Daniel Sabsay: “Tenemos un régimen vice presidencial”. Alberto no le duró un round a Cristina. Prefirió decir que eran lo mismo y se entregó sin luchar. Esa es la madre de todas las batallas en el gobierno porque de vez en cuando, Alberto se da cuenta de las locuras que impulsa su jefa y mete la marcha atrás. La liberación irracional de peligrosos presos, la paró el cacerolazo ciudadano.

La expropiación de Vicentín la frenó el banderazo de la gente. De todas maneras, los resortes más importantes del poder y las cajas más abultadas de dinero ya las maneja a su gusto la vice. Ella mueve las piezas de este ajedrez. Ella ordena y ejecuta los videos escrachadores de periodistas. Ella habla por boca de su mayordomo Parrilitudo cuando dice que Lanata es Astiz. Ella diseñó el plan para llevar a nuestro país a un régimen chavista como en Venezuela o como en Santa Cruz.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre

Debajo de esas diferencias, aparecieron muchas discusiones. Horacio Verbitsky el jefe de la inteligencia informal de Cristina lo atendió fuerte a Sergio Berni: “hace tonterías y se cree militar porque hizo unos cursos”. Nilda Garré le dijo que siempre provoca rispidez. Son claras diferencias entre el ala ex montonera contra el ala ex carapintada. Son los brazos izquierdos y derechos de Cristina.

Berni chocó varias veces con Sabina Frederic. La acusa de pecho frío y de burócrata. Pero Verbitsky le reprochó que se pareciera a Patricia Bullrich por exhibir a los detenidos delante del periodismo para que se hicieran un festival de fotos. ¿En qué quedamos muchachos? ¿Fréderic es suave o demasiado fuerte? Hasta Malena Galmarini que estaba muy callada dijo que lo de Berni era “violencia política”.

Mario Ishi no tuvo empacho en decir que se viene un estallido peor que el del año 2001. Y eso que gobiernan el país y la provincia. El documento de los curas villeros en La Matanza fue demoledor contra el peronismo que gobernó ese distrito desde que volvió la democracia, hace 37 años. Y eso que el obispo Eduardo García, el obispo de San Justo, se confiesa peronista. Pero las quejas y los datos que tiró, respaldados por un grupo grande de sacerdotes, fue una radiografía del desastre que hicieron tantos años de clientelismo, de punteros, patoterismo corrupto y ahora, de narcos. Faltan cloacas, agua potable y trabajo. Fernando Espinoza agachó la cabeza y se puso al servicio de la Iglesia. La vice y ex intendenta Verónica Magario, no abrió la boca. ¿El obispo García, peronista como el Papa, habrá hecho esto por su cuenta o hubo una consulta previa con el Santo Padre? Hasta los curas de la Pastoral Social de Rosario criticaron el avance sobre la propiedad privada en el intento de expropiación de Vicentin.

Graciana Peñafort en un gesto de humanismo, dijo que no hay que celebrar las detenciones porque eso es lo que hacían los macristas. Eduardo Valdes, que representa poco y nada en el justicialismo, pero que es amigo de Cristina, el Papa y Alberto le contestó “No entiendo tu tuit, Graciana. Genera dudas.” Valdés es amigo de Cristina pero Graciana es su abogada y su jefa de asuntos legales en el Senado.

Juan Grabois tampoco se calla la boca y anuncia calamidades: “Si no hay una intervención política, va a haber un fuerte aumento de la criminalidad y un proceso de tomas de tierras. Hay gente que está absolutamente desesperada”.

Uno de los más duros fue Aníbal Domingo Fernández. Les reclamó a los ministros de Alberto que pidan la pelota. Que se muestren y no se borren. Que tengan un perfil más alto y una actividad más intensa. Eso es lo que piensa Cristina. Que el gabinete de Alberto es lento como una tortuga mediocre y le falta enjundia e iniciativa. Cuestionan al ministro de Trabajo, Claudio Moroni y ya preparan a Héctor Recalde para reemplazarlo. A la ministra Marcela Losardo le coparon el rancho. Casi está pintada. Esa cartera la maneja Juan Martín Mena. Dicen que Losardo no renuncia para no provocarle un nuevo costo político a su amigo Alberto. Quieren mandar a Felipe Sola de embajador y poner a alguien más bolivariano y sumiso como Daniel Filmus. Pero el más cuestionado de todos es Santiaguito Cafiero. Le temblaban las manos y le faltaban las palabras cuando tuvo que exponer en el Congreso. No tiene gestión porque nunca manejó ni un kiosco y no tiene la solidez ni la formación política que requiere semejante cargo. Le queda grande. Cristina quiere a Aníbal en ese lugar. Si Cristina saca a Cafiero es game over. Se termina el partido porque es el alter ego de Alberto. Lo dijo varias veces.

Como si esto fuera poco, Gustavo Menéndez, el intendente de Merlo, justificó públicamente que le dio trabajo a un violento para periodista cristinista que se la pasa escrachando colegas independientes. Va a las puertas de las radios y los canales y provoca todo el tiempo buscando una reacción agresiva. Ese lumpen le tira munición gruesa incluso a Alberto porque lo acusa de tibio. Y fue contratado en Merlo para enseñar periodismo a los chicos. Un despropósito. Fue denunciado por su ex pareja por violencia de género. La ex diputada Stella Maris Córdoba habló incluso de un arma de fuego. ¿Ese es el ejemplo que le quieren dar a los pibes de Merlo?

Otros intendentes menos altaneros le dicen a Menéndez que no puede pagar semejante costo político con la prensa por un impresentable. Pero cada cual atiende su juego. Las encuestas hablan de una caída fuerte en la imagen de Alberto y de su gobierno. Cristina hace mucho que tiene una alta imagen negativa. Se viene una hecatombe económica y no se advierte a un gobierno activo planteando un camino de salida con un plan claro. Por ahora, todavía están discutiendo por cargos y otras minucias mientras la caldera social sigue tomando temperatura. Hay una rebelión en la granja K. Deberían estar más atentos a la sociedad que está harta del virus, de la falta de trabajo y también de la falta de soluciones. Quien quiera oír que oiga.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre