En democracia, nadie combatió tanto al periodismo y a la libertad de prensa como el kirchnerismo. Nadie le hizo tanto daño durante tanto tiempo. Se podría escribir un libro con todos los ataques que los medios de comunicación y los trabajadores de prensa sufrimos por parte de Néstor, Cristina y sus talibanes.
Todos los días hay un nuevo invento para controlar la prensa, todos los días apelan a un nuevo cachetazo. Esta semana, un fanático chavista como Horacio Pietragalla utilizó la secretaría de Derechos Humanos y el dinero de los contribuyentes para editar un panfleto infame de 64 carillas al que llaman manual contra el Lawfare.
Se trata de un ayuda memoria para que la militancia intente descalificar las investigaciones periodísticas que denunciaron los más graves casos de corrupción de la historia democrática. Muchas de estas rigurosas y corajudas crónicas derivaron en condenas por la justicia con todas las garantías constitucionales. Estamos hablando de ladrones de estado como Cristina, Amado Boudou, Lázaro Báez, Julio de Vido, Milagro Sala, Ricardo Jaime y Sergio Uribarri, y siguen las firmas.
Esa basura repleta de mentiras y editadas desde el estado, ataca a colegas ejemplares como Diego Cabot y dispara munición gruesa contra Clarín y La Nación. Acusa a los medios hegemónicos de perseguir a los corruptos que según ellos son casi próceres. Asocia al periodismo con servicios de inteligencia, incluso extranjeros y en su delirio conspiranoide, hablan de una sociedad con la justicia para perjudicar a los que ejecutaron y encarnaron una cleptocracia colosal. Llegan a decir que la democracia está en peligro por el periodismo. Todo el mundo sabe que es todo lo contrario. Lo primero que prohíben las dictaduras es el periodismo. Pietragalla, soldado de Cristina, llega a la locura de asociar las críticas necesarias del periodismo al intento de asesinar a Cristina. Sueñan con la censura total y el periodismo de estado que existe en Cuba y Venezuela. Por eso odian al verdadero periodismo que se convirtió en un freno al intento de instalar un régimen feudal y autocrático en la Argentina.
Como si esto fuera poco, el presidente decorativo de la Nación, Alberto Fernández ayer insistió con decir estupideces. Por ejemplo, que “hay un abuso desmedido de la libertad de prensa”.
Lo dijo al lado de Agustín Rossi que ya prometió que si es elegido presidente, va a resucitar y potenciar la nefasta y musoliniana Ley de Medios. Diga que Rossi tiene tantas chances de ser presidente como yo de jugar de 9 en la primera de Boca Juniors.
Alberto sin ninguna prueba y sin ninguna identificación habló de periodistas corruptos que difaman e injurian. Por supuesto que deben existir colegas que ensucian y mancillan nuestro maravilloso oficio. Pero sería bueno que el presidente, si sabe quiénes son, haga la denuncia correspondiente y se deje de hacer acusaciones al voleo. Es un funcionario público y tiene la obligación de denunciar si está en conocimiento de un delito. Obligación que no cumplió cuando fue jefe de gabinete durante casi todo el kirchnerato y nunca dijo una palabra del latrocinio que estaban perpetrando sus jefes, Néstor y Cristina.
Como si esto fuera poco, cuesta abajo en su rodada, Alberto dijo que nunca llamó a un medio para bajar una nota. Esa es una mentira grande como la Patagonia. En complicidad con un operador como Horacio Verbitsky, Alberto hizo echar a Julio Nudler de Página 12 y a Pepe Eliaschev de radio Nacional. Y me consta que fue el autor material de los llamados a los dueños de los medios para que echaran a los periodistas que no se arrodillaban ante el altar de los Kirchner. Lo viví en carne propia cuando presionó para que levantaran un programa de televisión que yo hacía los domingos. Les molestaba desde el día en que denunciamos la estafa brutal de los tristemente célebres fondos de Santa Cruz q ue les dio Cavallo a Néstor y que fueron directo a los bolsillos de su familia.
Los autores intelectuales del acoso permanente al periodismo, desde Río Gallegos, siempre fueron Néstor y Cristina. Pero Alberto fue el verdugo que implementó ese salvajismo a nivel nacional.
Por eso jamás me compré al Alberto moderado ni prudente. Nadie que esté al lado de Cristina es democrático plenamente. Salvo que se disfracen por conveniencia del momento. Eso sirve para Wado y para todos sus esbirros.
El año pasado, Alberto dijo que los periodistas somos los que intoxicamos la cabeza de los argentinos. Pero cuando estaba en el llano, rogaba que lo invitaran a desfilar por todos los programas independientes y aprovechaba para darle con un caño a Cristina. Hay cientos de videos que certifican esto que digo.
Para Cristina, directamente, los periodistas somos el enemigo que más odia. Para ella y Máximo hay dos clases de periodistas: sus empleados y los enemigos. Para unos tiene la billetera y para otros el látigo. Así funcionan las tiranías nacionales populistas.
Los para periodistas K, por subordinación ideológica o por dinero, están al servicio de las operaciones y mentiras. Siempre lo estuvieron. Hay un dinero ducto muy generoso que premia a los que se arrodillan ante el altar de Cristina y se convierten en alcahuetes. Siempre fue así. Los casos más emblemáticos fueron los de 67 Chorro, como bautizó Lanata al grupo de tareas de Diego Gvirtz, el jefe de los pauta traficantes. Pero la lista es larga y aparece con toda crudeza en el teléfono de Roberto Baratta, el más grande recaudador de coimas de la historia argentina. En los chats que mantuvo con Julio de Vido, se observan con claridad muchas de las maniobras tóxicas que le ordenaron hacer a periodistas del palo a los que tratan como empleados. Los más importantes son Roberto Navarro, Víctor Hugo Morales, Raúl Kollmann, Gustavo Sylvestre y Horacio Verbitsky, entre otros.
No alcanzaría todo un programa para detallar la cantidad de agresiones, discriminaciones y aprietes al que Néstor y Cristina sometieron al periodismo.
Expulsaron de los medios del estado todo vestigio de pluralismo y los convirtieron en unidades básicas que adoctrinan todo el tiempo. Juzgaron en una plaza pública al estilo mussoliniano a distintos periodistas, colgaron afiches con sus caras e incitaron a los chicos a que los escupieran. También utilizaron la AFIP y los espías estatales para amenazar y tirar carpetazos contra los que no se subordinaron.
Los periodistas que amamos y tratamos de honrar este oficio, no defendemos camisetas partidarias ni dirigentes. No somos ni debemos ser el soporte de ningún político. Ni de Cristina ni de Macri ni de nadie. El motor que nos mueve es la búsqueda de la verdad. Nosotros defendemos valores: la democracia, la paz social, los derechos humanos, la independencia de los poderes, la honestidad, el mérito, la igualdad de oportunidades, la seguridad para trabajar y vivir con tranquilidad… De eso se trata. Feliz día a todos mis colegas que no se venden.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre