Andahazi: “¿El mundo tiene que pagar el daño causado por China?”

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En muchos casos, la angustia se está convirtiendo en desesperación. Hay mucha gente que quedó al borde de la quiebra. Cada vez son más las voces de empresarios y trabajadores que no ven un horizonte ni una salida ni una respuesta del gobierno.

Al daño a la salud física, se suma el daño económico y la devastación psicológica. Todos los días recibo el testimonio de empresarios asfixiados, con las fábricas cerradas, pagando sueldos y gastos por servicios que no consumen y, en el medio, reciben los insultos del presidente.

Recibí el testimonio desesperado de un empresario, dueño de una PyME, una fábrica metalúrgica que produce cable para transformadores. Alimenta a ocho familias, la de los dos socios y los seis empleados. Estas empresas son el corazón productivo de la Argentina que agoniza. La economía argentina agoniza. No hay plan, no hay ayuda cierta; sólo palabras. ¿Quién va a pagar este desastre?

¿Por qué tenemos qué pagar nosotros, trabajadores, este pequeño empresario del conurbano bonaerense, el desastre generado en un mercado de la China? ¿Por qué el mundo entero tiene que padecer la enfermedad, enterrar a los muertos y pagar los costos económicos y sociales que generó el régimen dictatorial chino, que generó primero y ocultó después la epidemia que se convirtió en pandemia?

Cuidado: hablo de un régimen, no de un país ni, mucho menos, de su población que es la que más padece a esa dictadura.

Empecemos por el principio. El Covid19 se originó en China, en la provincia de Wuhan, y se extendió por todo el planeta. Me he cansado de escuchar afirmaciones del tipo: “Qué buen trabajo hizo China compartiendo con el mundo el cifrado del virus”, “Los chinos tuvieron pocos muertos porque son disciplinados y una cultura en la que el bien común está por encima del individualismo”.

“De esta crisis se saldrá gracias a China porque traccionará la recuperación”. Una vez más: el problema no son las personas ni los inmigrantes chinos ni los ciudadanos chinos; al contrario, ellos son las primeras víctimas.

El problema es un régimen totalitario poderosísimo ante el cual el mundo se arrodilla porque Occidente le entregó su matriz productiva. Es fácil criticar a Cuba o Venezuela, países que no mueven la aguja de la economía mundial. Pero con China no se atreven a abrir la boca. Todos compran industria china o le venden materia prima y nadie quiere hacer enojar al gigante asiático.

El gobierno chino admitió que el origen del coronavirus fue el mercado de animales salvajes de Wuhan. Mañana vamos a hablar de otras hipótesis muy atendibles que hablan de la poca seguridad con la que experimentaban laboratorios de Wuhan.

Pero aún dando por cierta la hipótesis del mercado, hay mucho que discutir en el manejo de Pekín. Se ha demostrado que el COVID venía castigando a la población de Wuhan y que el sistema sanitario en noviembre del 2019 ya estaba colapsado.

China sabía de la gravedad de lo que sucedía; sin embargo, recién el 31 de diciembre comunicó a la OMS (Organización Mundial de la Salud) la existencia de esta nueva cepa de coronavirus, aunque aseguró que estaba controlada y contenida geográficamente.

Quince días más tarde, la OMS minimizó el poder letal del COVID19 y puso en duda que pudiera transmitirse entre personas. La OMS quedó seriamente cuestionada y, más allá de los gestos erráticos de Donald Trump, EEUU tiene varios argumentos para objetar la actitud de la OMS.

Analicemos el manejo de la información en China: dijo que los muertos son alrededor de 3 mil. Sobran las pruebas para saber que China miente. Las casas crematorias, aún hoy, no apagaron los hornos.

Hay cientos de testimonios de familiares que exigen los restos de sus muertos. Las cifras serían cercanas a 50 mil muertos. Pero nadie conoce el número exacto porque China lo oculta. Festejaron el cese de contagios, ¿es real o dejaron de testear? Medios japoneses denunciaron la falta de testeo actual.

Los países europeos de mayor contagio, España e Italia, recibieron grandes contingentes de turismo chino cuando China ya sabía de la epidemia en Wuhan. Se habrían podido contener los contagios si China hubiese avisado antes, cuando advirtieron que su propio sistema de salud no daba abasto.

Es conocida la historia del médico chino Li Wenliang que advirtió sobre el peligroso virus: fue acallado, sancionado, se lo obligó a retractarse públicamente y murió de coronavirus. La Dra. Ai Fen, también levantó su voz, pero sus notas fueron censuradas por el Partido Comunista.

No se sabe nada, hasta hoy, de un empresario chino que habló de la demora del gobierno en dar aviso y dijo que “el emperador”, Xi Jinping, es un “payaso”. Este hombre está desaparecido desde febrero. La propaganda ideológica es feroz, la censura en redes y la mordaza a la prensa, impiden que se conozca la desaparición de periodistas y jóvenes que exponen en las redes lo que realmente pasa.

¿Los organismos de DD.HH no tienen nada que decir de la desaparición de personas en China?

El empresario desaparecido de nombre Zhiqiang, había escrito: “Tal vez las personas que viven en países con libertad de expresión no conocen el dolor de vivir en un país sin medios de comunicación libres o libertad de expresión, pero los chinos tienen el dolor de saber que el brote del virus y todo lo que vino después nunca debería haber sucedido y que todo se debe a un sistema que prohíbe estrictamente los medios libres y la libertad de expresión”.

A pesar de todo esto, todavía hay quienes opinan que esta crisis demostrará que el comunismo al estilo chino será la salida al problema, como si no fuese ese régimen el responsable de la entrada y la propagación de este virus.