El psicódromo de Andahazi: “Virus y degradación humana”

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El martes hablamos de la identidad de cada uno de nosotros durante la cuarentena. Recordamos los conceptos de Jean Paul Sartre, el padre del existencialismo, quien decía que la existencia precede a la esencia.

El hombre es lo que hace. Entonces, si suspendemos lo que hacemos, nuestro oficio, tarea o profesión, se pone en riesgo la identidad, la forma de vincularnos con el mundo.

Esto lo verifico como psicólogo, con la enorme cantidad de comentarios y consultas que recibo todos los días: ansiedad, angustia, nerviosismo, insomnio, tristeza, irritabilidad.

La imposibilidad de desarrollar nuestras tareas nos genera una incomodidad existencial, porque esa es la forma que tenemos para relacionarnos con la vida.

Lo que al principio es apenas un poco inquietante, luego va generando un malestar cada vez mayor. Este viernes, tres días después, cuando pensaba hablar sencillamente de cómo cada uno sigue conectado con su quehacer o su vocación en este contexto, la realidad nos marca un rumbo más extremo.

Con mucha tristeza empezamos a ver, no ya que las personas se ven afectadas por no poder realizar su trabajo, sino, mucho más grave, que se diluye la condición humana.

Estamos viendo preocupantes rasgos de deshumanización en esta cuarentena, anécdotas que al principio parecían aisladas y hoy aterran por la repetición. No podemos permitirnos suspender nuestra condición humana y rendirnos ante un virus.

Resistir, no es resistir a cualquier precio, pasando por encima de los demás. Pasan los siglos y la humanidad vuelve a repetir las miserias más abominables. Creo realmente que es preferible morir a convertirse en una bestia inhumana.

En Córdoba, un muchacho que esperaba el resultado del test de coronavirus empezó a recibir amenazas: “No te duermas que hoy les prendemos fuego”, le grabaron en el teléfono fijo.

Él y su familia comenzaron a evaluar la posibilidad de huir, “le teníamos más miedo a los vecinos que al coronavirus” contó José Luis angustiadísimo. El test le dio negativo. ¿Y si le daba positivo, qué? ¿Lo hubieran quemado vivo?

Esto no pasó en el siglo 14, durante la peste negra; esto está pasando ahora. Estamos rompiendo el contrato social, y en Argentina murieron menos de 40 personas. Les recuerdo que durante la gripe de 2018 murieron 32 mil argentinos. ¿En qué nos estamos convirtiendo?

Cientos de pestes sufrió la humanidad, pero esta es la primera cuarentena masiva en la historia del mundo. Sepamos que estamos escribiendo la historia.

Esta historia. Y podemos ser los protagonistas de los pasajes más miserables si eso elegimos. ¿Queremos ser la vergüenza de las generaciones futuras?

Todos los días nos sentimos muy a gusto con nosotros mismos por aplaudir a los trabajadores de la salud a las nueve de la noche. Pero a una médica, en el barrio de Belgrano, le dejaron una carta intimidatoria en su edificio, los vecinos la consideraban algo así como “persona no grata”.

Pretendían que entre a su casa sin tocar los picaportes y que no camine por zonas comunes. Aberrante. La mayoría de los médicos y enfermeros que dejan la vida en el hospital evitan usar ambo en las calles, aún cumpliendo rigurosamente todas las normas de higiene, porque muchos los mira mal.

En Colombia los transportes públicos no les paran, han echado a médicos residentes de pensiones y alquileres temporarios y no los dejan entrar a los comercios.

Ayer comentamos la editorial nazi del periodista Tomás Méndez desde la pantalla de C5N culpando a los judíos de la creación del coronavirus. Hace menos de cuatro meses que este coronavirus tiene nombre, COVID19, y ya barrió con la dignidad de unos cuantos.

Hoy vimos escenas que nos llenaron de indignación. Las colas infinitas de los mayores grupos de riesgo, los ancianos, esperando en el frío y bajo el sol para retirar su jubilación, sin cumplir siquiera la distancia social, sin siquiera un baño.

Los que más deberían estar cuidados por el gobierno son arrojados a la calle para que se agolpen en la puerta de un banco. Yo me pregunto por qué Palazzo pudo imponerle al Ejecutivo la idea de que los bancos no son un servicio esencial.

¿Por qué el Congreso no está funcionando y permite que todo salga por decreto? ¿Por qué Pesce el director del Banco Central no habilitó más bancos donde extraer el dinero?

¿Por qué Vanoli, director del Anses, no pudo prever las condiciones de cobranza durante marzo de tantas personas desfavorecidas: beneficiarios de AUH y pensionados por discapacidad?

¿Por qué se pierde de la mirada hacia otro? ¿Por qué no hay medidas de crisis y protocolos a cumplir en casos de emergencias?

Hablé de cuestiones de muy distinto orden pero en todas se demuestra que en las situaciones límites (y no tanto) el ser humano es capaz de perder rápidamente su valor esencial, la condición humana y es ahí, no en la enfermedad, cuando perdemos todo, absolutamente todo.