Osvaldo Bazán: “Sonrisas del futuro”

3315

Levanten la mano los que creen que no hay mal que dure cien años ni país que lo resista. La necesidad de una agenda para la Argentina que viene.

Por Osvaldo Bazán – @osvaldobazan

No es bueno para el alma. Lamer las heridas, mirar fijo a los traidores, maldecir a los prepotentes, ya está. Hay demasiado cerdo para seguir revolcándose en la basura. Allá ellos con sus pactos iraníes, sus loas a torturadores venezolanos, sus bloqueos prepotentes que hablan en nombre de trabajadores a los que usan como carnada desechable. Allá ellos con sus qunitas fraudulentas, sus marchitas islas de Marchi y su hambre de prohibir todo lo que no les cuadre en sus cabezas cuadradas y su visión así chiquita. Allá ellos con esas verdades precocidas, con esa rancia demagogia con olor a pandulce regalado y facturado por casi un siglo, con esas fábulas militares de un país siempre en sepia.

A limpiarse de tanta pasión puesta en la muerte, tanta sangre derramada y negociada en dólares de Bunge y Born o en impuestos solidarios para ellos.

Ya no podemos seguir dándole vueltas a esos slogans apolillados. Ya sabemos que lo que nace donde hay una necesidad no es un derecho, es un curro. Ya nadie cree que no se peleen y sólo se están multiplicando: se pelean y se multiplican con dos objetivos claros: la impunidad y la guita. Tu guita, esa de la que dicen que se apropian porque “hacen” y en realidad lo único que “hacen” es quedarse con tu guita, repartiendo algunas migajas para poder seguir “haciendo”. Allá ellos con los billetes pesados y mojados, los testigos ahorcados y torturados, los fiascos fiscales, los Canicoima Cobrar, los presos en mansiones robadas de mal gusto y baja estofa.

Cuando éramos chicos decían que Discépolo tenía razón, que los inmorales nos han igualado. Ya fue. Ya nos igualaron y ya nos ganaron. Ahí los ves, sentados dando órdenes, aplaudidos hasta el paroxismo babeante por jaurías de snobs sobreinformados con disforia de clase; ahí los ves, vanidosos que hablan como pobres pero no les sale ser pobres y odian a los ricos que vienen a ser ellos mismos aunque en peor envase, en esos departamentos de mal gusto de Puerto Madero, apoltronados en las mansiones de Nordelta con sala de proyección, sillones de ecocuero, varios metegoles y ninguna biblioteca. Hablando de caballos de raza (de sus caballos de raza) en el Club House mientras gritan por el Iphone con el puntero de Villa Sorete para quedarse con dos mangos de una cañería que nunca será tal, un pavimento hecho con viruta y plasticola.

Dan asco y caspa. Dan vergüenza y no se dan cuenta. Se acomodan en puestos millonarios, se tironean en internas de saldo, permutan tres puestos acá por cuatro concejales allá y meten los dedos en las narices de los otros para sacarse los mocos y mostrarlos como joyas; o para conseguir un mejor dealer, no sólo para consumir, también para ampliar el negocio. Si alguna vez se vieran como nosotros los vemos, se les caería la sonrisa. Pero eso sólo ocurriría si trajesen de nacimiento algunos gramos de empatía y no, ya salieron falladitos de fábrica. La próxima vez que encuentres un monaguillo ideológico hablando de “neoliberalismo” preguntale qué es. A los diez minutos podés decirle: “Dejá, dejá, no importa”.

Ya está.

A llorar a la llorería.

Levanten la mano los que creen que no hay mal que dure cien años ni país que lo resista. Ok, son pocas manos. Dos virtudes de los optimistas: 1) se nos ve de lejos porque somos pocos. 2) Contagiamos más que sopa china de murciélago.
Vamos a empezar y no de cero.

Porque no es cierto que no hay nada.

Primero porque somos muchos. Segundo porque somos serios. Tercero porque nos reímos. Cuarto porque estudiamos. Quinto porque trabajamos. Sexto porque somos ambiciosos. Séptimo porque somos capaces. Octavo porque el ocho es un lindo número.

Ah, ¿podés no ser tan básico? No le pongas un nombre partidario a quiénes somos. Pedir justicia, república y democracia no puede ser patrimonio exclusivo de un partido. Y si es así, que se hagan responsables los que jueguen otros partidos. Hablemos de republicanos y de demócratas. No, no de los partidos norteamericanos. De los que acá en este lugar del sur creen que aún es posible una democracia republicana; el asunto ése de la división de poderes, los representativos y federales y los beneficios de la libertad para todo bicho que camine y no tenga ninguna intención de ir a parar al asador del demagogo de turno. Si eso es partidario significa que algún partido descree de la democracia y la república.

Pero la grieta. Me cachendié. La grieta que hace que cada vez que decís “mirá lo que hace A” hay que sumar “y fíjate lo que hizo B”, como si todo fuese lo mismo, sólo para que no te encasillen. ¿Y saben qué? Basta. Quizás haya llegado la hora de dejar de pensar en cómo te ven (¿no estamos en la época en la que no importan las apariencias y “concurso de belleza” es concepto del mal?) Empecemos a pensar las mismas cosas de otra manera. Es más, empecemos a pensar otras cosas. Mejor aún, empecemos a pensar. ¿O vamos a dejar la representación intelectual y artística del país en el monopolio de artistas que lloraban en videos pobres y sin maquillaje “con los abuelos no” con cara “no soy sólo una cara bonita” por una ley más beneficiosa que el DNU que mandó su mandamenos o cartelitos anti FMI “La patria no se rinde” y ahora que su propio gobierno anda a los besos con Cristalina, mutis por el foro? ¿O de esos músicos que siguen asegurando que Venezuela no es una dictadura?

Hay una grieta y no todo es lo mismo. Estamos de acuerdo. Ahora bien, la cortan con eso de que siempre hubo grieta en el país y unitarios y federales. Eso es un tongo menor, un engañapichanga. Sí, claro, River y Boca, Ford y Chevrolet, Mirtha o Susana. Pero la semilla de las familias peleadas, los asados imposibles sin revoleo de chinchulines, los amigos separados para siempre, habrá que buscarla en un señor muy mayor que en 1971 decía: “A los amigos todo, a los enemigos ni justicia”. Así decía el señor Polideportivo barrial. “El mundo será de los pueblos si los pueblos decidimos enardecernos en el fuego sagrado del fanatismo”, exacerbaba la señora Hospital Municipal. Claro que de todo esto nunca te pudiste quejar en este país y mucho menos en este tono porque si lo decís, lo que recibirás será, justamente, ni justicia.

Te lapidan con un “gorila”, “antipueblo”, “facho” (sí, los nietos putativos de Mussolini te dicen “facho”) y te mandan a callar en nombre de los que menos tienen. Que son justamente aquellos a quienes más jodieron pero siempre fueron el mundo del revés. Generaciones enteras no se animan a señalar quiénes instalaron el odio y el fanatismo, justamente, porque te nombran “enemigo” y no te dan ni la posibilidad de la justicia. Así lo dijo Alá. ¿Y saben qué? Al menos yo estoy bastante cansado de que los demás me definan por lo que no soy. No soy anti. Pero como vamos a empezar y de mucho más arriba que cero, digamos lo que sabemos.

¿Cómo va a ser “anti” celebrar la república y la democracia? No, no. Hay anti república. Hay anti democracia. Que no nos definan por lo que no somos. Cada uno somos millones de planeta en colisión constante, contradictorios, inmensos contenedores de multitudes. Soy demasiadas cosas; como todos, soy diferente a todos, soy único e invalorable. Como todos. Nadie puede ubicarme donde su cortedad ideológica lo pida. Demasiado tiempo hemos dejado la Silvaletra en las manos contrarias y nos pegaron cartelitos sin preguntar. Ya nadie se acuerda de la Silvaletra, ya las etiquetas se cayeron. Los individuos no somos Simulcop de la manada. Si vamos a pensar todo de nuevo, el tema del rótulo puede ser un buen comienzo.

Ya está.

A llorar a la llorería.

El 21 de septiembre de 1967, en plena dictadura de Onganía, un grupo de melenudos se juntó en la Capital Federal. La convocatoria había sido bastante informal: “A todos los melenudos que veas, deciles que vayan el 21 de septiembre a plaza San Martín, a la tardecita, y que vengan vestidos como harían en un país libre”. Les cortaban el pelo en cualquier seccional (hace poco más de 50 años el estado creía tener el poder de elegir el peinado de sus ciudadanos) y sin embargo, los tipos se exhibieron “como harían en un país libre”. Túnicas de colores, descalzos en el parque. Aquellos hippies entendieron una verdad básica, el país siempre es tu país. Nadie puede decirte que no lo es, ni Onganía y su patria sindical y moralista. Mi país es este y es libre. Vamos a pensar en el futuro, vamos a hacerlo.

Hay una agenda que atrasa. Ves las caripelas en la tele de siempre los mismos ¿Cuánto hace que Moyano es Moyano? ¿Ya pasaron los dos años de Barrionuevo? ¿Hasta donde se lija la voz de Julio Bárbaro? ¿Cuántos Cafieros faltan? ¿Por qué Ofelia Fernández plantea dilemas de hace 60 años? ¿Hasta cuándo Hugo del Carril va a gritar personalismo? ¿Cómo fue que los dejamos? ¿Cuando vamos a cambiar la agenda? No quiero más hablar de lo que fue. ¿Qué vamos a hacer al respecto? ¿Quién va a preparar a tus hijos para vivir en un mundo que ni imaginás? ¿Cómo es Argentina 2040? ¿Qué querés estar haciendo dentro de 10 años? ¿Qué hacés para que eso ocurra? ¿Cómo fue que dejamos que nos dijeran que ser ambicioso estaba mal, que hacer dinero está mal?

No, está bien. Crear riqueza está bien y es casi una obligación. Devolverle al mundo algo de lo que el mundo te dio. ¿Y si en lugar de echar a los mercaderes del templo, echamos a los curas de las camas de los monaguillos? La oda a la pobreza entonada por los ricos debería repugnarnos. Vivir en una villa es un castigo, el que elogia la pobreza nunca es pobre. Lo digno es trabajar para vivir mejor. El que no pide es más libre.

Argentina no es especial, no es mejor, no es peor, es otro país más. Lo hicieron pelota y fuimos testigos. Lo hicieron pelota y fuimos víctimas. Lo hicieron pelota y ¿fuimos victimarios? ¿Dónde estabas, papá, cuando pasó todo lo que pasó?¿Qué vas a hacer para que deje de pasar? No me creo el verso de que ya todo está perdido. Quieren que lo creamos para bajar los brazos y entregarnos. Los hippies del ’67 no pensaron que todo estuviera perdido y eso que estaban escapándole a los bastones largos y al señor tijeras porque supieron que este país también era de ellos. ¿Cómo va a estar todo perdido si alguien junta comida para una olla comunitaria y otro denuncia otro abuso policial y otros salen a hacer los trámites de la señora mayor que vive en el edificio y no tiene nadie quien la ayude? ¿Cómo va a estar todo perdido si esos pibes no dejaron de estudiar y aquél médico desafió el virus y se quedó sin dormir toda la noche para salvar otra vida?

No, no es cierto que todo está perdido, que la única salida es Ezeiza. Usamos el pañuelo para saludar a los que se van. Y una vez que vemos el avión perderse, volvemos, nos miramos a los ojos y empezamos a trabajar para que vuelvan. Con túnicas de colores o con el overol gris o el guardapolvos blanco.

Con flores en el pelo o sonrisas de futuro.

Ya está.

A llorar, a la llorería.

Nota publicada por Osvaldo Bazán en el portal El Sol.