Es cierto que hay aplausos y odas para los médicos y todos los trabajadores sanitarios. Es cierto que el plan “Mayores Cuidados” de la ciudad fue exitoso porque se anotaron más de 38 mil voluntarios para dar una mano y asistir a los adultos que tienen muy restringida la salida de sus casas.
Pero también es cierto que la pandemia y la cuarentena, también han desnudado a personas despreciables que fueron capaces de discriminar e incluso amenazar a médicos y mayores de 60 o 65 años. Se dice mucho y es cierto que el terremoto social que vivimos nos muestra tal cual somos. Solidarios o energúmenos. Sensibles o antisociales.
El presidente Alberto Fernández hizo una declaración que no fue muy feliz, durante la entrevista con Jorge Fontevecchia. ¿Se acuerda? Habló del deseo de eternidad del hombre y de la medicina que le da los recursos para prolongar la vida cada vez más.
El jefe del estado dijo que eso “trae consecuencias económicas tremendas. Hace 30 años teníamos que mantener a las personas hasta los 70 años y ahora tengo que mantenerlos hasta los 85. Eso cuesta mucha plata, es carísimo y cada vez trabaja menos gente”. Más allá de las verdades estadísticas las palabras y la forma de exponer estos temas también revela el pensamiento más profundo. Quedó demasiado evidente, para decirlo en criollo y sin vueltas, que Alberto piensa que “los viejos son una carga”. Estoy absolutamente convencido que los ñoquis que mantiene el estado y los ladrones que se robaron el estado durante los más de 12 años de los Kirchner son mucho más gravosos para todos y todas. Y aquí no hago diferencias por edades. Involucro desde muchachotes grandes como Julio de Vido hasta jóvenes como Máximo.
Pero no me quiero desviar del tema central de esta columna. Le comenté que hace más de un año, me volví loco de bronca e incomprensión. Dos cartas de lectores en los diarios contaban casos similares de personas muy preparadas que no conseguían trabajo porque habían cometido el pecado de cumplir 48 años. Les decían que reunían todos los requisitos, pero que la edad tope era de 45 años. Uno es un ingeniero y la otra es abogada. Ambos con trayectorias impecables y experiencias notables. Estoy seguro que a los 48 años las personas están en la cumbre de su etapa productiva, creativa y disponen de energía y tiempo para rendir muy bien en cualquier trabajo.
No podía creer semejante prejuicio y discriminación que los especialistas llaman “viejismo”. Es la última de las discriminaciones “aceptadas socialmente”. Encima si tienen más de 45 y son mujeres, hay doble discriminación todavía. En Estados Unidos si además es negra, están en serios problemas. Y Si es gay, ni le cuento. Pero nadie se atreve a poner un aviso clasificado que diga mujeres, negras o gays, abstenerse. En cambio si ponen avisos que dicen que más de 45 años no reciben.
La discriminación siempre es un veneno social. Por cualquier motivo. Pero además creo que es una torpeza cargada de ineficiencia. Porque los que actúan así no solamente están cometiendo el delito de discriminar sino que se pierden en muchos casos trabajadores impecables.
En los últimos tiempos han pasado cosas que me hicieron reflexionar. Robert Redford y Jane Fonda filmaron “Nosotros en la noche” y repiten el rubro que hace 50 años metió un éxito descomunal como esa pareja de jóvenes recién casados en la película “Descalzos en el Parque”. El tiene 83 años y ella 82 y ambos son brillantes en su actuación y siguen seduciendo con su serena belleza y su carisma.
Yo sé que no todos somos Robert Redford o Jane Fonda pero en el 2019, contrataron al flaco Cesar Luis Menotti como director de selecciones nacionales. Es uno de los dos únicos técnicos de la historia Argentina que salieron campeones del mundo. Es culto, sensato, apasionado, estudioso, muy activo y tiene 81 años. Y Pepe Soriano 91 o Marilú Marini, por ahí cerca, y Mirtha Legrand y Magdalena Ruiz Guiñazú dos de las mujeres que junto a Susana Giménez, son las más valoradas en radio y tele.
¿Se da cuenta a dónde apunto? La edad cronológica es una forma jurásica de juzgar a las personas. Conozco pocas personas con la inteligencia, actitud, lucidez y capacidad corporal para colgarse artísticamente de techos y paredes como nuestro compañero de radio, el doctor Alberto Cormillot. Y tiene 81. Y se casó nuevamente el año pasado. Hace poco dijo que: “Se ve al viejo como un enfermo, senil, asexuado, pasado de moda, discapacitado, sin derecho y sin pertenencia. Además, se lo considera como gasto para la sociedad y que no contribuye en ella porque no produce. De alguna forma se lo ve como una persona que no tiene los mismos derechos que el resto”. Para que le voy a hablar de Woody Allen, Norma Aleandro o de Luis Brandoni. Genios, con mucha vigencia y prestigio social. Y Julio María Sanguinetti, a los 84 años que fue candidato a presidente del Uruguay.
Si estudiamos un poco, descubriremos que en el 2050 habrá más personas mayores de 60 años que menores de 14. Se está produciendo un cambio fenomenal y no hay que subestimarlo. Y mucho menos despreciar a los que cumplen años. La vida cada vez se prolonga más gracias a los avances científicos y la natalidad es cada vez menor culpa de la locura de la vida moderna y su hiper actividad.
La vejez nos iguala. Es el lugar al que vamos a llegar todos. Y solo si tenemos buena salud y suerte. Es raro, pero el viejismo se discrimina a sí mismo, pero con anticipación. Hay que registrar este nuevo envejecimiento saludable, exitoso, productivo e inclusivo. Tener más de 60 o 70 no es igual a retiro o a jubilación. Hay millones de ejemplos de que es una etapa donde la gente suele hacer lo que quiere en el trabajo y en el amor.
Hoy le quiero hablar del viejo como una persona que se descarta, muchas veces demasiado rápido y equivocadamente. A mí me gusta decirle viejos como le digo a mis viejos, a mis padres, porque lo hago con cariño y respeto. No es peyorativo. Pero es un tema tan complejo que ni siquiera encontraron un nombre para esas personas que denominan adultos mayores, integrantes de la tercera edad, o con horribles términos como ancianos, longevos o esa palabra cruel: gerontes.
Susan Zirinsky tiene 67 años y asumirá en marzo como primera directora mujer de CBS News. No se preocupen por la edad, es un estado mental. Tienen sabiduría, experiencia en miles de batallas y un gran equilibrio a la hora de tomar decisiones. Por suerte en Estados Unidos existe Nancy Pelosi. A los 80 años, fue reelecta como presidenta de la Cámara de Representantes y es la líder del Partido Demócrata que no le permite a Donald Trump hacer locuras y salvajadas propias de un adolescente mal educado y caprichoso.
Le pongo ejemplos de gente conocida para argumentar lo que pienso. Pero hay miles de ejemplos anónimos en todos los países y todos los días. Y le ruego que aproveche la cuarentena para ver La Mula de Clint Eastwood, una de obra de arte actuada y escrita por un pibe de 89 años.
Algunos sociólogos dicen que esta es la próxima batalla inclusiva que se viene: “La revolución senior”. Hay que combatir los prejuicios y abrir las cabezas. Hay mentalidades conservadoras que atrasan siglos. En Argentina, más de un cuarto de la fuerza laboral tiene más de 50 años.
Una consultora explicó que “8 de cada 10 trabajos, búsquedas laborales excluyen explícitamente a mayores de 45 años”. Estamos todos locos. Esther, mi madre tiene 87 y se maneja con guasap. Lea Zajac, de la que le hablé el día del Holocausto, lee en un libro electrónico y tiene 93. Y ambas están hiper informadas. Los mails y las redes son insumos que utilizan cada vez personas de mayor edad. No están fuera del mundo tejiendo escarpines en una mecedora o paseando el perro del vecino. Más allá de que algunos lo quieran hacer y están en todo su derecho. Hay una cuenta matemática curiosa.
Una encuestadora europea consultó a las personas sobre a qué edad considera que una persona es vieja. En general todos dicen un número que suele ser la raíz cuadrada de su edad más 8 años. Por ejemplo, si le preguntan a un chico de 9 años, dice que los que tienen 24 son viejos. Pero si la persona consultada tiene 36 dice que a los 48, ya sos viejo. Qué pensará la DJ más exitosa de Japón, Sumiko Iwuamura que tiene 83 y empezó a los 77.
Mayores de 60, somos 6 millones en nuestro país. Y todavía se asocia a valores negativos como la enfermedad o la dependencia. Más del 70% de los mayores de 60 están más sanos que una lechuga y ocupan gran parte de los puestos de conducción de la mayoría de las empresas, organizaciones sociales o clubes o en oficinas gubernamentales.
Varias de las personas más geniales que conozco superan esa edad. Santiago Kovadloff o Marcos Aguinis, por ejemplo. O Palito Ortega o Serrat, o Los Rolling Stones o Paul Mc Cartney que cada día cantan mejor. A aquellos que se pierden de contratar a gente maravillosa y eficiente por el prejuicio de un número en el DNI les digo en pocas palabras: Viejos son los trapos.
Viejo es el viento y sigue soplando…
Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre