¿Lo escuchó a Favaloro? ¿Cuánta sabiduría? Que argentino íntegro. Ayer fue el Día del Médico y no quiero olvidarme de rendirles un humilde homenaje. Son tiempos complicados para todos los argentinos, es verdad. Pero los médicos, en especial, están atravesando una crisis casi sin antecedentes. Ganan muy poco dinero y asistimos a algo absolutamente inédito. Muchos van a hacer guardias a Chile o a Uruguay para completar sus ingresos y pagar las necesidades de sus familias. Lo que ponen el cuerpo en los hospitales ubicados en los territorios más complicados y marginales, muchas veces sufren agresiones de familiares o de pacientes que conviven con el delito.
No es la primera vez que le hablo de los médicos y seguramente no va a ser la última. Varias veces le comenté que hay que encarar la jerarquización económica y profesional de estos compatriotas a los que tanto les debemos. No quiero caer en patrioterismo barato ni en un clima malvinero. Pero la épica y la mística les va ayudar a darle más energía a los que luchan por nosotros. Después podremos cantar el himno nacional juntos y gritar cuando llegue la parte que dice “Al gran pueblo argentino salud”.
Hemos comprobado durante la terrible pandemia, por si no lo sabíamos, que son héroes esenciales a los que tenemos que homenajear siempre. Esta columna es un humilde intento de hacer eso.
Se considera a Hipócrates como el médico más grande de toda la historia. Su juramento fue cambiando de palabras con el tiempo. Pero alguno de sus viejos párrafos sigue teniendo una vigencia y una ética conmovedora. Uno dice así:
Respetaré a mi maestro de medicina tanto como a los autores de mis días, compartiré con él mis bienes y, si es preciso, atenderé a sus necesidades; consideraré a sus hijos como hermanos y, si desean aprender la medicina, se las enseñaré gratis y sin compromiso”.
O este: “Dirigiré el régimen de los enfermos en provecho de ellos, según mis fuerzas y mi juicio, y me abstendré de todo mal y de toda injusticia. Pasaré mi vida y ejercitaré mi arte en la inocencia y la pureza”. Si cumplo este juramento sin infringirlo, seré honrado siempre por los hombres; si lo violo y soy perjuro, que mi suerte sea la contraria”.
Le confieso que cada día que pasa siento más admiración por lo médicos y por todos los trabajadores de la salud. Hay un video que me conmovió hasta las lágrimas. No sé si se acuerda. Fue durante el ataque del maldito covid. Un médico regresa a su casa. Se lo ve agotado, después de una jornada interminable y estresante. Llega con su guardapolvo celeste y su hijito de 4 o 5 años va a buscarlo corriendo con los brazos abiertos para abrazarlo. “No, no”, le grita el médico para evitar que su hijo lo abrace. El nene se queda paralizado del susto. No entiende nada. Se congela su alegría por la llegada del padre al que seguramente ve muy poco. El padre se pone en cuclillas y se larga a llorar. Es desgarrador. Después de dar una batalla desigual y descomunal, ese doctor no puede tener ni siquiera el bálsamo de un abrazo y un beso de su hijito.
En el día del médico, esta columna está dedicada a nuestros compañeros de radio, los doctores Daniel López Rosetti y Alberto Cormillot. Pero también, a todos los referentes de la excelencia científica en ese arte de curar como los doctores Pedro Ferraina, Luis Caro, Oscar Mendiz, Jorge Lantos, Fernán Quirós, Fernando Scazzuso, los Zaldívar, padre e hijo, Alberto Crescenti, Silvina Serra, Eduardo Cavallo, Roberto Martingano y Jorge Carrascosa, entre otros que dignifican esta profesión.
Por supuesto que siempre, pero especialmente en estos días, pienso en el talento científico de René Gerónimo Favaloro. No quiero hacer comparaciones porque son odiosas, pero le confieso que varias veces me pregunté si Favaloro tenía el suficiente reconocimiento de esta bendita Argentina. ¿Hay un monumento a Favaloro? El de Jacinto Arauz es el único. Esa tierra del interior profundo de La Pampa, fue regada con sus conocimientos durante 12 años. De hecho, en una de las cartas que dejó Favaloro, pidió que sus cenizas se esparcieran allí y prohibió expresamente todo tipo de ceremonias civiles o religiosas. En Morón hay un pequeño busto.
¿Alguna avenida o plaza lleva su nombre? En La Plata está el memorial y el paseo. En Parque Patricios, hay una calle Favaloro. En Vicente López, un boulevard cortito. En Mar del Plata hay una pequeña plaza cerca del cementerio. Y eso es casi todo. Es cierto que también un hospital en Rafael Castillo, La Matanza, se llama René Favaloro. Seguramente Favaloro no estaría preocupado por tener más placas y monumentos. Claramente nunca trabajó para el bronce. Siempre trabajó para el prójimo.
Pero me pregunto si valoramos como se debe a un hombre de semejante estatura intelectual y humana. A la hora de construir un equipo de trabajo, una familia o un país, yo me quedo como figura inspiradora con Favaloro. Es uno de los mejores referentes en donde debería mirarse una Nación que quiere innovación, progreso e igualdad.
Favaloro también nació en un barrio humilde como “El Mondongo” Llegó a la cumbre y a la gloria y hoy está en el paraíso de los próceres y los héroes sociales de la Argentina.
Está en nosotros elegir cuál país queremos construir para nuestros hijos.
Favaloro estudió con devoción la vida de San Martín y cruzó los Andes de la ciencia. Hoy más que nunca los argentinos nos debemos hacer estas preguntas y reflexionar.
Hoy que estamos asistiendo tristes y preocupados al país de la desmesura impune ante la corrupción y el fanatismo autoritario que viola todas las leyes y las normas de convivencia.
El doctor René Gerónimo Favaloro fue uno de los argentinos más grandes de todos los tiempos. Hoy está en el cielo de lo mejor de la argentinidad. La técnica del bypass, su obra cumbre, está considerada como uno de las 400 más extraordinarias creaciones que cambiaron la historia. Casi no hay ejemplos similares en América Latina.
Favaloro es un padre nuestro que está en los cielos. El doctor de los doctores. Hoy lo extrañamos como nunca. Necesitamos de su molde. Para que nazcan argentinos de esa madera y con ese corazón. Militantes de la cultura del esfuerzo, y la excelencia. Plantados sobre nuestra tierra. Con la ética, el mérito y la honradez como bandera.
Nosotros tenemos la obligación moral de recordarlo todos los días, no solo en el día del médico. Tal vez nos ayude a salir de este túnel de angustia que nos producen todas las pandemias: la que pasó del coronavirus y las que siguen como la de la catástrofe economía y la de la impunidad para los corruptos que el tanto despreciaba.
Tal vez Favaloro nos ayude. Como nos ayudan todos los médicos. Con un día de atraso, pero más vale tarde que nunca. Feliz día para los médicos que la patria necesita.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre