La rebelión contra los autoritarios

1921

Como siempre, lo más importante fue la gente. La pueblada. Esa rebelión de los que apuestan al trabajo para frenar el avance de los autoritarios. Allí está instalada en alerta, la carpa de la resistencia. Al frente de la plaza 9 de Julio, en la calle 14, en el centro de Avellaneda y a metros de la entrada a las oficinas de la empresa Vicentín. Solo hay banderas argentinas que envuelven la dignidad de los que no aceptan las patotas ni las intervenciones ni las expropiaciones.

Como siempre, lo más importante fue la gente. Esos santafesinos queridos acostumbrados a ganarse el pan con el sudor de su frente y al progreso que trae el esfuerzo individual y colectivo. Familias enteras acompañaron el crecimiento de la familia Vicentín a lo largo de 90 años de historia. Los Solari, por ejemplo. En la década del 50 fue don Máximo, el abuelo, el que entró a la empresa. En 1977 fue su hijo, Mario y ahora, hace 4 años le tocó el turno al nieto, Maximiliano. Mario le dijo a un diario: “estoy emocionado. No es habitual que se junte tanta gente. Ni durante la 125 hubo tantos vecinos”.

¿Podrán entender este clima los muchachos de La Cámpora, narcotizados por consignas ideológicas jurásicas? Ellos ven un productor agropecuario y sienten que están frente a un oligarca que anda sembrando hambre, contaminación e individualismo.

Seguramente todavía hay algunos personajes de este tipo. Pero la inmensa mayoría de los chacareros y sus fábricas, puso sus brazos, sus manos callosas y todas sus neuronas al servicio de la actividad más competitiva, innovadora y que más dólares genera en la Argentina. Hasta el juez Fabián Lorenzini que entiende en el concurso de acreedores, es producto de la movilidad social ascendente. Su padre era un trabajador rural y su madre una peluquera.

Como siempre, lo más importante es la gente. Por eso un cartel de los manifestantes decía “En memoria de don Pedro Vicentín y de uno de los primeros obreros: Juan Lezcano”. Había otros que decían que debían expropiar a “Lázaro Báez y a Cristóbal López”. Pero no hubo protestas cargadas de cuestiones partidarias. Todas fueron en defensa de la libertad y en contra del prepo que exhibió el gobierno de los Fernández.

El masivo alarido de los cacerolazos en grandes centros urbanos tuvo el mismo sentido. Basta de atropellos. Basta de apropiarse de la libertad de las personas. Respeten la ley. No violen ni la división de poderes ni la propiedad privada. Si siguen con sus aprietes se van a multiplicar las protestas. Por supuesto que la defensa de Vicentín fue el disparador de los reclamos en centros urbanos muy poblados como la ciudad de Buenos Aires, Córdoba o Rosario. Pero el mensaje fue muy claro contra la prepotencia de estado del cuarto gobierno kirchnerista. Esto también demuestra como las redes sociales mandaron a un lugar obsoleto de la historia a los grandes aparatos de los pejotistas y los sindicalistas millonarios. Son movilizaciones carísimas y se hacen con plata robada. Las protestas de estos días se hacen en horas, por la computadora o el celular, son gratis y en forma independiente. Cada uno es dueño de hacer lo que quiera y cuando quiera. Eso democratiza los reclamos.

Es cierto que la intervención ya se llevó concretó este mediodía. Luciano Zarich, y el escribano oficial, Carlos Gaitan ingresaron a la empresa y elaboraron el traspaso formal de Vicentín. Dieron un paso clave que es muy difícil que tenga retorno.

Pero no se sabe todavía que va a pasar en la reunión entre Alberto Fernández y el presidente de Vicentín que va a empezar en menos de una hora. Los rumores indican que el gobierno tuvo que recular en chancletas y está buscando algún tipo de acuerdo para jugar al ajedrez después que pateó el tablero. Ya no habla de gesta revolucionaria, ni de empresa testigo, ni de soberanía alimentaria ni de frenar la extranjerización. Ahora Alberto recalculó y plantea que viene a ofrecer una solución y un rescate y dice que no está en contra de la gente del campo. Hasta el ministro de Agricultura, Luis Basterra, que había sido marginado de esta movida, reconoció que están “analizando todas las alternativas”.

Veremos. Es lo que debieron hacer la semana pasada. Convocar a las partes y ver cuál hubiera sido la mejor solución. Un pool de cooperativas agropecuarias muy poderosas como socios, por ejemplo. Pero no. Prefirieron seguir las órdenes de Cristina. Imponer las cosas. Un amigo me decía: “estos tipos logran por violación lo que podrían conseguir por seducción”. Eso es casi la definición de tiranía. De feudalismo que dice se hace lo que yo digo y ya. Y sanseacabó.

Tal vez si la intervención trabaja en forma mancomunada con el juez y se tira el proyecto de expropiación a la basura, haya algún tipo de acuerdo. Pero el gobierno retrocedió varios casilleros porque desató una tormenta perfecta. Le tiraron la cola a un león pacifico como son los habitantes de Avellaneda y Reconquista. Les mojaron la oreja y como le dije ayer y eso fue un auto atentado. No se imaginaron que los mansos iban a ponerse de pie y sacar pecho. Fue un tiro en los pies que se pegó este cuarto gobierno kirchnerista.

Como si esto fuera poco, quedó al borde de la ruptura la relación del presidente con Roberto Lavagna. Hasta ahora era un aliado, un hombre de consulta que apostó a que Alberto moderada a la agresiva e incansable Cristina. Esta claro que eso no ocurrió y que al contrario, Alberto es Cristina, tal como el mismo lo dijo. Sergio Berni lo puso en palabras: “La única que nos conduce es Cristina”. Como sugirió Carlos Pagni, Alberto parece un presidente testigo. O un testaferro del poder de Cristina. O un títere, como lo caricaturizó Jorge Lanata.

Alberto perdió a Lavagna en este salto al vacío. Las acciones y los bonos se cayeron a pedazos. Aumentó el riesgo país y las dudas de los inversores. Se pronunciaron en contra varias entidades de empresarios, el colegio de abogados de la Ciudad de Buenos Aires, los diputados opositores le hicieron una denuncia penal a Alberto por “abuso de autoridad y violar la Constitución” y hasta los 22 embajadores europeos manifestaron su preocupación y su sorpresa. Hablaron de inseguridad jurídica, irracionalidad y falta de certezas para los que quieran invertir su dinero o lo tengan ya invertido en el país. El Foro de Convergencia que nuclea a más de 40 de las entidades más importantes de la Argentina hoy se pronunció totalmente en contra de todo tipo de expropiaciones.

Juan Carlos de Pablo aportó una fina ironía: “Hay dos tipos de empresas, las privadas y las públicas. Las privadas son aquellas que tienen el control del estado. Y las públicas, las que no controla, nadie”.

Como si esto fuera poco, el decretazo de Alberto tiene el formato jurídico de “una ocupación temporaria anormal” que es una figura creada por una ley del dictador Jorge Rafael Videla.

El gobierno debería ser más prudente, negociador y abrir las puertas a la oposición para potenciar el diálogo. En el tema de la cuarentena, el ataque a las libertades y la hecatombe económica, se está acabando la paciencia.

Veremos si hay marcha atrás con la expropiación. Veremos si Alberto aprende de la derrota política que acaba de sufrir y no redobla la apuesta como hizo Cristina durante la 125. Reconocer un error no es sinónimo de debilidad. Insistir en el error es sinónimo de despotismo.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra por Radio Mitre.