La década del Papa Francisco

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Me alegra que el Papa Francisco, a diez años de su consagración como Sumo Pontífice, haya dicho que el gobierno de Nicaragua es “una dictadura guaranga”. Tarde, muy tarde, pero finalmente lo hizo. No hay ninguna duda que la tiranía de Daniel Ortega es de una crueldad pocas veces vista y entre los más perseguidos, está la propia iglesia católica.

Digo que fue tarde y poco, porque además tiene muchas asignaturas pendientes por no condenar a otros regímenes autocráticos o totalitarios. Y porque insólitamente, algunos de sus amigos más cercanos en la Argentina, son impresentables corruptos y mafiosos.

Fue una ingrata sorpresa para gran parte de los argentinos católicos que en agosto del año pasado, Jorge Bergoglio haya bendecido, una vez más, por ejemplo, a  Pablo Moyano, uno de los gremialistas de mayor imagen negativa. Bergoglio recibió con alegría a un ícono de la patota sindical, que vive como millonario y que utiliza metodologías extorsivas como el bloqueo a empresas.

Hay varios dirigentes de camioneros presos por ese tipo de aprietes que han llegado a fundir pequeñas y medianas empresas. Su lema es “Fuera de la ley, todo. Dentro de la ley, nada”.

Se puede conjeturar que el Papa, por su formación juvenil en el peronismo derechoso y setentista de Guardia de Hierro, mantiene su corazoncito en el populismo. Eso explica su apuesta al pobrismo clientelar y sus simpatías con dictaduras como los de Venezuela. Más de 6 millones de venezolanos tuvieron que huir de su país acosados por la pobreza, la falta de libertad y la persecución. Y el Papa jamás criticó ni a Maduro ni a Chávez en su momento. Pero es mucho más difícil de entender que el Papa, no condene la feroz violación de los derechos humanos en Cuba.

Resulta inaudito que el máximo pontífice haya bendecido con pasión a personajes nefastos como Milagro Sala, Juan Grabois, Hebe de Bonafini y varios sindicalistas mafiosos.

En su momento, al Caballo Suárez un pistolero ladrón que estuvo preso y que insólitamente recuperó su libertad. El Caballo tenía su oficina tapizada de fotos, bendiciones y rosarios del Padre Jorge y hasta su radio se llamaba de esa manera.

Ni hablar del histórico encuentro de los muchos que tuvo con la hoy condenada  Cristina y el Cuervo Andrés Larroque que lo hizo aparecer con una camiseta de La Cámpora. ¿Se acuerda?

Le recuerdo que el año pasado, el Papa dijo que tenía una relación humana con Raúl Castro, hermano de Fidel quienes hace más de 60 años sojuzgan a Cuba y obligaron a miles de habitantes a exiliarse, aún a riesgo de su propia vida. Prefieren correr el riesgo de ahogarse en el mar que quedarse en la tierra de José Martin donde sufren a esa dictadura militar monárquica y estalinista. ¿Era necesario que Francisco haya mantenido una relación epistolar afectiva con Hebe de Bonafini? ¿Cuántos rosarios le envió a una delincuente condenada como Milagro Sala? ¿Cuál es el objetivo de respaldar a modelos sindicales violentos como los que representa el clan Moyano?

Hay mucha gente honrada y solidaria que sueña con ser recibida por el Papa que no tiene esa posibilidad. Pero Pablo Moyano entra al Vaticano como pancho por su casa.

Conocido como “El Salvaje”, entre sus propios compañeros, aprovechó la situación para amenazar a “los empresarios especuladores: que se dejen de joder y no le roben el plato de comida a los argentinos”. Eso dijo quien vive como un magnate e integra la oligarquía sindical más rancia. El gremio de camioneros funciona como si fuera propiedad de la familia, sin licitaciones, con contrataciones directas y como una monarquía hereditaria.

Aclaro que cuando hablo de “la iglesia” es para simplificar periodísticamente el concepto. No hablo de los millones de fieles honestos ni de los obispos y sacerdotes que se pasan la vida predicando el camino de la honradez y del combate contra la pobreza. Frente a ellos me saco el sombrero. La patria está llena de sacerdotes y laicos que, como buenos cristianos, orientan sus rezos y también sus acciones solidarias y concretas para ayudar a resolver los más graves problemas nacionales como son la indigencia y el hambre que fueron multiplicados por la corrupción de estado de tantos años de kirchnerismo.

El Papa Francisco fue moviendo sus piezas del ajedrez y armó un directorio de la iglesia argentina a su imagen y semejanza. Designó a muchos de sus compañeros de ideas justicialistas como monseñor Oscar Ojea, por ejemplo. Ya contamos que Francisco tiene como mano derecha en todo el sentido de la palabra derecha, a Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo que organizó un congreso sobre las mafias con Hugo y Pablo Moyano. Aclaro que según el cartel del encuentro era en contra las mafias.

Fue en un local de camioneros. Más o menos como hablar de la virginidad en un prostíbulo.

Sánchez Sorondo también es un protector de Juan Grabois, Emilio Pérsico, de la Corriente Clasista y Combativa y Barrios de Pie, conocidos obviamente como “Los Cayetanos”. Suelen decir que su único jefe vive en el Vaticano.

El año pasado, Pablo Moyano, me hizo llegar un audio intimidatorio donde me llena de agravios e injurias graves, con información falsa, por la que va a tener que rendir cuentas ante la justicia.

Más allá de que me haya dicho, cipayo, gorila y representante de la embajada,

Pablo Moyano, tiene que explicar su inexplicable relación con las barras bravas corruptas de Independiente. No puede explicar su nivel de vida ni su flamante relación carnal con Máximo Kirchner. Alberto Fernández puso a Hugo su padre, como el ejemplo de sindicalista que este país necesita. Eso solo ya los coloca del lado de lo peor de la Argentina. De la más corrupta, autoritaria y anti democrática. Pero el Papa insiste con bendecir una y otra vez a Pablo Moyano. No quiero ser irrespetuoso en el aniversario de su papado, pero tampoco quiero ser hipócrita.  Eso para poner el grito en el cielo. ¿No le parece?

Editorial de Alfredo Leuco en Radio MItre