El peor momento de Cristina y Alberto

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Este es el peor momento del gobierno de los Fernández. Y eso que hace escasos ocho meses que asumieron. Ayer se produjo un hecho histórico que sacudió la estantería del cuarto turno del kirchnerismo en el poder. La gigantesca movilización a lo largo y a lo ancho de la patria, exhibió en toda su dimensión los graves problemas por los que están atravesando Cristina, Alberto y gran parte de su tropa. Porque los alaridos de los reclamos fueron múltiples, pero fueron dirigidos básicamente a dos personas: Cristina, la titiritera en las sombras que mueve los hilos y a Alberto, el títere desarticulado que va hacia un lado con la cabeza y hacia otro con las piernas.

La confusión K frente a semejante multitud celeste y blanca desató una seguidilla de errores producto de un diagnóstico totalmente equivocado porque utiliza las viejas categorías para medir las nuevas realidades.

Cristina es apuntada por la mitad o más de los argentinos como la responsable de todos los males de este país. De las más diversas maneras, su figura fue el centro de las consignas y los insultos. Otra vez apareció esa enorme muñeca inflable que identifica a Cristina como presidiaria. Tiene el traje a rayas. Anillos y aros brillantes y un collar de perlas reluciente. Una insignificante marioneta de Alberto reducido a la servidumbre, bolsos desde los que caen dólares sucios de la corrupción y un número en el pecho, el 18-1-15, que es el día que asesinaron al fiscal Alberto Nisman. No es una caricatura de goma, es una radiografía de los últimos años de la Argentina. Esa muñeca en tamaño más chico, se repartió por cientos durante la marcha más grande contra el gobierno que se produjo hasta ahora.

Pero eso no fue todo. Había algunas mujeres de carne y hueso disfrazadas con ese mismo atuendo carcelario, simulando ser Cristina. Y esta vez la ya tradicional batucada de rechazo tuvo características especiales en la esquina de Uruguay y Juncal, en pleno barrio de Recoleta. Primero por la masividad de la presencia ciudadana. Ya han consagrado ese lugar como irremplazable a la hora de los cantitos de rechazo. Chorra, chorra, fue lo más escuchado. Y “Cristina ladrona/ el pueblo no perdona”. Carteles y remeras que decían Google tenía razón. Se referían a la leyenda de “Ladrona de la Nación” que aparecía en el buscador cuando se escribía el nombre de la vice y que la llevó a iniciar una queja en tribunales. Fue impactante la bandera argentina que rodeó el frente del edificio. Tenía la inscripción “Argentina República Democrática”.

Le confieso que al principio, me resultó inquietante. Pensé que subir hasta ese lugar, era una peligrosa provocación que podía terminar muy mal. Pero me tranquilice cuando supe que era simplemente una expresión de varios vecinos de Cristina. Algún día, cuando se escriba la verdadera historia, tal vez se coloque allí una placa que diga: “Aquí vivió Cristina. Aquí Daniel Muñoz recibía bolsos, mochilas y valijas repletas de dólares negros y corruptos de las coimas y los sobre precios”.

El rechazo social tal vez empuje a Cristina a mudarse. Pero ese departamento es testigo del robo más grande de la historia democrática. Fue tan colosal la montaña de dinero que llevó Roberto Baratta entre otros, que tuvieron que comprar otros dos departamentos para usarlos de depósito y caja fuerte. Solo con el chiquero de propietarios y testaferros que hicieron con esos tres departamentos vale una condena y una novela policial. Pasaron por las manos del hermano de Fabián de Sousa y de Osvaldo Sanfelice. Mientras estuvo en la quinta de Olivos, la vivienda de Cristina fue alquilada a Austral Construcciones, la empresa insignia de Lázaro Báez y nunca nadie habitó ese departamento. Y finalmente, Cristóbal López pagó casi 4 millones de expensas atrasadas. Es decir que dejaron los dedos pegados por todos lados. Se sintieron tan impunes que cometieron todas las torpezas del mundo.

Por eso Uruguay 1306 hoy es un lugar de protesta, como el Obelisco, o la Plaza de Mayo o la quinta presidencial. Aquí la las críticas masivas fueron contra su inquilino: Alberto Fernández. Contra él dirigieron todas las exigencias por errores y los horrores de su administración. A saber.

1) La brutal inseguridad, potenciada en su criminalidad gracias a la liberación de presos que hizo este gobierno.
2) La hecatombe económica que multiplicó pobres, desocupados y excluidos y destruyó pequeñas empresas y sueños de comerciantes y profesionales.
3) La trampa en la que el gobierno se metió con la cuarentena de 5 meses que no muestra salida y que por ahora, no consigue evitar muertos ni contagios.
4) La impunidad y venganza descarada que está fabricando el estado mayor de Cristina que ofende a las personas honradas que quieren que la justicia aplique el castigo y la condena que corresponde a la jefa de una asociación ilícita dedicada a saquear al estado. Le recuerdo que Cristina tiene 8 procesamientos y 8 elevaciones a juicio oral, uno de ellos en pleno desarrollo.

Por eso le hablo del peor momento de Cristina y Alberto y su gobierno. La falsamente exitosa abogada que nunca ganó un juicio pero lo perdió varias veces, lleva de las narices al jefe de estado formal pero su desesperación, lo está empujando a un gigantesco conflicto de poderes de una extrema gravedad institucional. Porque a Cristina no le dan los números de legisladores ni los tiempos, para lograr su principal objetivo: convertir a la justicia en una Unidad Básica peronista. Ella exige un prontuario limpio, un certificado de buena conducta a ella, sus hijos y sus cómplices del Cártel de los Pinguinos y que de paso, destituya y si puede, meta presos a jueces, fiscales y algunos funcionarios del gobierno anterior.

Cristina quiere todo eso. Va por todo. Pisó el acelerador a fondo pero va directamente al precipicio o a romper las instituciones democráticas, como denunció la doctora Elisa Carrió. Ya empezaron en el Senado y desobedecieron el fallo de una jueza. Lo mismo que hicieron en Santa Cruz cuando no acataron varios fallos de la Corte Suprema de Justicia que los obligaba a reponer en el cargo al procurador Eduardo Sosa. Por eso van contra el jefe de todos los fiscales, Eduardo Casal. Le inventaron acusaciones, le metieron 15 pedidos de juicio político y lo extorsionaron sicológicamente para que renuncie. Ahora intentan modificar la designación del Procurador sin que se necesiten los dos tercios de los votos. Van por la ampliación de la Corte Suprema para lograr una mayoría automática como en la época de Carlos Menem. Les hacen la vida imposible a los jueces que tienen causas contra Cristina. Todos esos avances brutales chocan contra la realidad y eso enfurece más a Cristina que de esa manera embiste contra las normas, las leyes y la propia Constitución Nacional.

En un mes, Cristina y su voracidad por lograr la impunidad, ya puso a casi todos los jueces y fiscales en alerta contra sus atropellos y todos los días se conocen más rechazos a la mal llamada reforma de la justicia. Hasta el gremio de los judiciales, manifestó su oposición. Ni el bloque de Lavagna está dispuesto a votar semejante esperpento. Es tan irracional el comportamiento de Cristina que cada vez está más aislada y le resulta más complicado concretar sus planes. Un globo de magnitud, en el Obelisco tenía la siguiente inscripción: “Necesitamos justicia. No una reforma”.

Las respuestas desde el gobierno y sus defensores fueron erráticas y contradictorias. Es que no logran descifrar el enigma de miles y miles de argentinos republicanos y cada vez más populares que les ganaron la calle, las fechas patrias, la bandera nacional y hasta le disputan la palabra pueblo. Todos esos símbolos hasta hace poco eran propiedad del peronismo. Esta es una gran novedad en términos de la teoría política que no van a entender nunca si siguen mirando el fenómeno bajo la lupa de sus prejuicios y resentimientos.

La dinámica de las redes sociales y el hartazgo frente al patoterismo de estado, los intentos chavistas y la cleptocracia sin castigo, fueron pariendo ciudadanos participativos que abandonaron la comodidad del control remoto del living de sus casas. Ahora ponen el cuerpo. Muchos votaron a Macri pero no es Macri el que los convoca. Algunos votaron a Alberto y ahora se manifiestan desilusionados. La actriz Gladys Florimonte es apenas un ejemplo. Pero hay jubilados a los que le prometieron aumentarles el 20% y le rapiñaron el 10 o comerciantes que les juraron que iban a reactivar y ahora tienen los negocios cerrados y fundidos. Son los indignados argentinos. Nadie los lleva en colectivos ni les indica que tienen que cantar. Se mueven con toda independencia de los partidos políticos y se auto convocan con el apoyo de algunos dirigentes opositores. Esta realidad es incomprensible para los análisis pre históricos del justicialismo. Por eso algunos dicen que ese gentío va a las marchas porque los medios les llenan la cabeza. Todo lo contrario. Gran parte de esa gente es muy crítica de los medios tradicionales que tampoco logran despejar esta incógnita.

El gobierno, con sus despropósitos, es uno de los que contribuyó a masificar esa marcha. Porque cargó de bronca a la gente al acusarlos de querer contagiar el virus, porque los trató de tontitos que no pueden pensar por sí mismos y porque no les deja otro camino que la calle para decir basta.

Basta de impunidad. Basta de mentiras. Basta de multiplicar la pobreza y la desocupación. Basta de inseguridad y de favorecer a los delincuentes. Basta de meterle miedo a la gente con el manejo ineficiente que hicieron de la cuarentena más larga del mundo. Esa es la palabra que podría resumir todo lo que pasó ayer. Basta. Basta de llevarse por delante las instituciones. Basta de la prepotencia que genera una rebeldía pacífica y corajuda.

Basta de trampas del gobierno de Cristina y Alberto que están en su peor momento.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre