Relaciones carnales entre Putin, Cristina y Alberto

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Este gobierno, el peor desde la recuperación democrática, sometió a los argentinos a muchas privaciones y humillaciones. Las de mayor impacto son la pobreza y la inflación imparable, la inseguridad y los narcos y, sobre todo, el odio que multiplican mientras aplauden a toda clase de delincuentes. La política exterior, como suele ocurrir, es un fiel reflejo de los errores y horrores que se cometen adentro. En este plano, Argentina también aparece con relaciones carnales con los países menos democráticos y que más violan los derechos humanos. Cristina y su tropa admiran a Cuba, Venezuela, Nicaragua pero lo más grave es el apoyo a la Rusia de Vladimir Putin. El mundo más democrático y donde más se respetan los derechos humanos apoya a Ucrania con armas, dinero y política frente la invasión de un criminal de guerra. La ferocidad asesina de Putin, una mezcla de lo peor del zarismo y el estalinismo, hizo que rápidamente quedara en claro dónde está el bien y donde está el mal.

Por eso anoche, no me sorprendieron, pero me impactaron las declaraciones de los diputados Waldo Wolff y Gerardo Milman en mi programa de LN+. Recién llegados de Polonia, comentaron que para los refugiados ucranianos, Argentina es un país enemigo. Las víctimas, los invadidos, los más débiles consideran que Argentina es amiga de Rusia, el victimario, el invasor y el más poderoso.

De arranque, los periodistas ucranianos, no olvidan aquella declaración de Alberto Fernández cuando le ofreció a Putin que nuestro país sea la puerta de entrada a América Latina. Putin todavía no había desatado la guerra, pero ya había enviado 150 mil soldados a la frontera con Ucrania y ya era el autócrata que envenena opositores, persigue homosexuales y censura la libertad de prensa.

En las últimas horas ocurrió un hecho que confirma estas nefastas relaciones carnales y este sometimiento ideológico del cuarto gobierno kirchnerista a Rusia.

En un encuentro virtual de un bloque de países al que Argentina estuvo invitada por China, Santiago Cafiero tuvo la posibilidad de hablar frente a Serguei Lavrov, el canciller ruso. ¿Qué dijo Cafiero? Pidió por un “cese del fuego entre” ambos países porque “es imperioso” encontrar “un camino de salida a este conflicto”. ¿Perdón?

No utilizó la palabra invasión. No dijo que Rusia es la responsable de esta guerra cruel. Puso en el mismo nivel a ambos países pese a que hay una nación que es víctima y otra que es victimaria. Habló de conflicto entre ambos países. ¿Quién le escribe los discursos a Cafiero? ¿Lavrov? ¿Saben quién es Lavrov? Hace 18 años que es el responsable de la diplomacia de la Federación Rusa. Fue embajador de la Unión Soviética en su momento. Es conocido por sus posiciones más guerreristas y crueles. Sospechan que es uno de los testaferros de Putin. Y generó un conflicto fuerte con Israel cuando dijo en la televisión italiana que “Hitler tenía sangre y origen judío”. La protesta de Tel Aviv fue inmediata y lo acusó de “degradar los horrores del Holocausto”. Lavrov redobló la apuesta y dijo que Israel apoya al régimen neo nazi de Ucrania. Fue tan brutal y descabellado que el propio Putin tuvo que pedir disculpas públicas.

Ninguno de los países que estaba en ese Zoom del que participó Cafiero, apoyan las sanciones económicas que aplica la mayoría de Europa y las democracias occidentales. Argentina, tampoco. El presidente Fernández, en su última gira se manifestó en contra de ese tipo de esas medidas punitivas. Y de paso ofreció gas y alimentos por lo que la agencia rusa para oficial Sputnik lo calificó de “traidor sin límites”.

Hace apenas un mes, Cristina, la presidenta de facto, pasó un papelón internacional sin antecedentes. ¿Se acuerda? Chocó contra la pared del despropósito por su amor político hacia Vladimir Putin, en sintonía con todos los fascistas de izquierda bolivariana. Fue repudiada como nunca antes había sido repudiada una autoridad por su discurso de apertura entre los parlamentarios europeos. Expresaron formalmente mediante un comunicado “su profundo malestar frente al bochornoso espectáculo” porque fue “utilizado con una finalidad partidista, propio de un mitin político”.

Y también se mostraron, en forma individual, indignados porque su ataque a la OTAN fue interpretado como una defensa del criminal de guerra Vladimir Putin.

Cristina no se atreve a entrevistas con periodistas independientes. Tampoco permite conferencias de prensa. Solo habla y habla en las redes o ante la seguridad de tener una hinchada a favor que solamente va a aplaudirla y ovacionarla. Ya lo dijo una vez su alter ego, Carlos Zannini: “A Cristina no se le habla, se la escucha”. Mas autocrático y putinista que eso, no se consigue. La política es diálogo, consensos y disensos. Pero jamás discurso único y saludo uno, saludo dos. Eso es castrismo castrense, autoritarismo nacional populista o tiranía, directamente.

Esa mañana el papelón también fue de los legisladores genuflexos de Cristina que se negaron a aprobar una resolución de los parlamentarios europeos que condenaba con mucha firmeza la violación a los derechos humanos en Ucrania y el salvajismo de la invasión de la Rusia de Putin. Esa resolución había sido votada en Europa por 600 legisladores y solo 7 se opusieron. El chavismo legislativo presentó otro documento absolutamente lavado y muy genérico que los europeos tampoco aprobaron.

Es increíble y absolutamente contrario a la tradición argentina que el cristinismo

no condene la brutal ocupación expansionista de Ucrania por parte de este perverso Putin.

A los cómplices de este terrorista de estado yo les llamo “los hijos de Putin”.

No es la primera vez que lo digo. Pero hay que repetirlo con toda contundencia: Cristina está enamorada ideológicamente de Vladimir Putin. Se puede ver en infinidad de imágenes y en todas sus decisiones políticas.

Insisto: Ella sueña con que Argentina mantenga relaciones carnales con Rusia. Por eso Alberto, en un gesto de sumisión repugnante, mancilló la soberanía de nuestra patria y se ofreció en forma obscena, como la puerta de entrada a la región para semejante energúmeno.

En esto también son lo mismo. Por acción, omisión o sumisión, Alberto también ama a Putin. Por eso se bajó los pantalones ante un asesino que tiene sojuzgado a su pueblo.

Cristina quiere que seamos como Rusia. Y ella quiere ser la zarina de El Calafate. ¿Y Alberto? A lo sumo podría aspirar a ser como Rasputín, el monje negro, consejero del último zar de Rusia, Nicolás II. Para quienes aún tengan dudas sobre el origen de este atropello al mundo libre vale la penar recordar dos declaraciones públicas. Putin dijo: “Ucrania no tiene derecho histórico a existir. Es una creación de Lenin”. Su mano ultra derecha, Dimitri Suslov aseguró que “nos detendremos solo cuando desaparezca la actual Ucrania, aunque cambie el mundo y vuelva la cortina de hierro”. Decirles trogloditas y reaccionarios es poco. Y el gobierno de los Fernández, piensa como ellos.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre