Crónicas de guerra: Más que un Arroyo de corrupción

1510

Parte diario: 1.715 contagiados. 63 muertos. 358 recuperados.

Un arroyo, en las sierras de mi querida provincia de Córdoba, es un cauce pequeño de agua cristalina. Arroyo, por estas horas, es el apellido del responsable de un caudaloso y nauseabundo río de corrupción en la compra con sobre precios de oro de alimentos que ya arrastró a 15 funcionarios.

Y digo que Daniel Arroyo es responsable no solamente porque es el Ministro. Después la justicia se encargará de establecer si también es culpable del robo de más de 300 millones de pesos en una sola mega compra.

Arroyo fue el que designó a Gonzalo Calvo en un cargo donde se necesita la mayor honradez y eficiencia. Y Calvo hace apenas un año, fue despedido por Mariano Cascallares, el intendente de Almirante Brown, por sospechas de haber cobrado una coima. La justicia no lo pudo probar pero una cámara oculta lo mostró quejándose porque no le habían cumplido con el trato delictivo.  Anoche en mi programa de TN, Patricia Bullrich reveló que varias de las empresas que fueron invitadas a vender sus productos alimenticios, tienen su sede en Almirante Brown. Qué casualidad tan casual.

Arroyo ya conocía a Calvo. Trabajaron juntos en el ministerio cuando lo encabezaba Alicia Kirchner. Lo mismo pasa con otra funcionaria que está bajo la lupa llamada Cecilia María Lavot. Es la encargada de compras de suministros y dirigente de la agrupación Kolina encabezada por la tía Alicia, actual gobernadora de Santa Cruz, la tierra prometida. Alicia Kirchner se quiso lavar las manos sin alcohol en gel y en un comunicado aclaró que “Calvo trabajó solo unos meses conmigo. El venía de la gestión anterior de Nélida Doga”.

De paso digamos que entre los 15 a los que le sacaron tarjeta roja está Carlos Montaña, amigo de Sergio Berni y uno de los vice presidentes de Independiente y ligado a Hugo Moyano, el dirigente inmenso y ejemplar.

Arroyo fue el que balbuceó frente  a las cámaras explicaciones infantiles: “Les pedimos descuento, pero los proveedores se plantaron”. El propio presidente Alberto Fernández defendió al ministro diciendo que le preocupaba la “cartelización de los empresarios” que ni siquiera en situaciones de grave emergencia eran capaces de aflojar con su codicia. El presidente debería denunciar ante la justicia todo este chanchullo repugnante. El abogado del estado, Carlos Zannini debería denunciar a Daniel Arroyo y todos los funcionarios implicados y, por supuesto, también a los empresarios cartelizados. Los más notables nombres que aparecen aquí son Víctor Lusardi y Osvaldo Assisa. Dos intermediarios y proveedores históricos del estado que hicieron negocios con todos los gobiernos. Pero hay que investigar si hubo cartelización y la utilización de varias empresas fantasmas que pertenecen a la misma persona y que tenían el mismo domicilio. Yo escuché a Víctor Fera y su denuncia me sonó como un alarido. Es un empresario de muchos años del supermercadismo mayorista que simpatiza con el peronismo y con este gobierno. Sin embargo no tuvo pelos en la lengua para decir: “Aquí no hubo error, aquí se pagaron las coimas de siempre, de toda la vida en la Argentina”. El gobierno no hizo ninguna denuncia. Pero Sergio Rodríguez, desde la Procuraduría de Investigaciones Administrativas ya tomó el caso por la acusación que hizo la abogada Silvina Martínez. Los delitos son malversación de caudales públicos, incumplimiento de los deberes de funcionario y fraude a la administración”.  Suponemos que hoy mismo el fiscal va a citar a Daniel Arroyo y a por lo menos dos empresarios: Víctor Lusardi, el que vendió los productos con sobreprecios y a Víctor Fera, el que denunció este mecanismo perverso.

Arroyo no frenó esta operación ni siquiera ante dos claras advertencias de la Sigen. La Sindicatura General de la Nación les advirtió por escrito que estaban pagando mucho más. Primero observaron la compra de aceite y después la de azúcar. Pero Gonzalo Calvo, insistió. Gambeteó las alertas de la Sigen y avanzó lo mismo con esas compras con el argumento de la emergencia alimentaria por la pandemia.

Arroyo no podía mantenerse al margen de una compra de esta magnitud. No se adquieren todos los días productos por 737 millones de pesos.

El presidente Fernández hace poco caracterizó a empresarios como miserables. Ayer Diego Cabot en estos micrófonos dijo que “no hay nada más miserable” que un funcionario que le roba el dinero para la comida a los pobres. Mucho más todavía en esta situación tan grave. Y mucho más aún, escudándose en los decretos de excepción que se le dieron al gobierno para hacer más rápido las cosas. Pero eso no es un cheque en blanco para que puedan robar o estafar.

Un párrafo aparte para Diego Cabot y en el para todos los colegas independientes que investigan a fondo pese a los ataques y persecuciones a los que son sometidos. Diego es el periodista que hizo la denuncia más grave de la historia argentina. Su riguroso trabajo destapó la olla podrida y millonaria de los cuadernos de Centeno. Las coimas de la obra pública que enriquecieron a la familia Kirchner y a su secretario Daniel Muñoz, entre otros.

En esta ocasión también fue el que iluminó este negociado oscuro y despreciable. En las redes lo insultaron de arriba abajo. Los fanáticos del cristinismo que odian al periodismo, tal como les enseñó su jefa, lo acusaban de gorila, golpista, oligarca. Pero lo cierto es que gracias a su trabajo, este gobierno se va a ahorrar 300 millones de pesos. Alberto debería agradecer el trabajo de Cabot y de los periodistas independientes. Porque fueron las cámaras de TN y los móviles de radio Mitre los que denunciaron las colas criminales a las que sometieron a los jubilados frente a los bancos aquel viernes negro. Eso le permitió al presidente frenar de golpe, dar un volantazo y programar de otra manera los pagos. Si Fernández hubiera estado mirando los canales K o escuchando las radios militantes, no se hubiera enterado nunca y esa situación peligrosa hubiera terminado con una tragedia y tal vez con varios adultos mayores muertos.

En ningún caso se pronunció ninguno de los dirigentes peronistas. Ninguno advirtió en voz alta lo que estaba ocurriendo y ninguno criticó o repudio lo que había pasado. Los integrantes de la mesa contra el hambre, también se quedaron mudos y brillaron por su ausencia en el escenario público.

Nadie dijo nada. Solo el periodismo independiente y los políticos opositores.

Ni en el caso de las colas rumbo al matadero, ni en esta estafa en la compra de alimentos.

El que sí saltó como leche hervida fue Juan Grabois. Es un, chavista K y francisquista en la corte de Alberto. Frente al escándalo por la compra de alimentos con sobreprecios por parte de Daniel Arroyo, disparó con munición gruesa: “Hay que fusilar al que hizo esto.” Aunque aclaró que lo decía metafóricamente. Pero arremetió, agresivo y explosivo:“ algún h de p… compró fideos al triple de lo que valen y de la peor calidad. Es una estafa a los pobres. Estas son las cosas que me enferman y no se pueden dejar pasar. Confío en que Alberto va a ponerle los puntos al responsable”. Se refería a que los fideos, el aceite y el resto de los productos eran marca Cuchuflito o Pindonga, como diría Cristina. Y los precios más bajos eran los de primer nivel.

Después, Grabois dijo que no le alcanzaba con los retos y que quería que rodaran cabezas para que los responsables no quedaran impunes. Y finalmente felicitó a Alberto por haber echado a Calvo con el siguiente tuit: “el que las hace las paga. Sea corrupto o irresponsable. Hay que combatirlos porque atacan el bienestar general”.

Grabois también suele fustigar a los periodistas que no se callan. Esta vez él se enteró de lo que repudia con tanta vehemencia por el trabajo de un periodista. Y de un diario que él atribuye a la ideología de la oligarquía ganadera y los grupos concentrados.

La lección que este cuarto gobierno kirchnerista debe sacar, es que no se puede ahogar ni en un vaso de agua ni en un arroyo. Que si de verdad Alberto Fernández quiere que se termine el país de los vivos, recuerde ese dicho popular de que el vivo vive del zonzo y el zonzo de su trabajo. Quien quiera oír que oiga. Y que de una vez por todas se acabe el país de los ladrones y los golpistas. Esos sí, que son los peores virus.

Columna editorial de Alfredo Leuco en Le Doy Mi Palabra por Radio Mitre.