Crónicas de guerra: Bravo, bravísimo, bravo

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Parte diario: 2.941 contagiados. 136 muertos. 737 recuperados.

Hoy Fernando Bravo cumple años. Felicidades, Bravo, bravísimo, bravo. Los que trabajamos en la radio y en la tele le debemos muchas cosas pero yo en particular, le debo casi todo. Hace 50 años que juega en primera. Y le sigue dando muchas satisfacciones a la hinchada. Un golcito en una tarde de suerte lo hace cualquiera. Un éxito fugaz, un toco y me voy, suele ocurrir. Pero jugar durante 50 años en primera es una prueba que solo pasan los grandes. Los grandes de verdad.

El jueves 6 de marzo de 1969, hace medio siglo, a las diez y media de la noche, debutó en “La Campana de Cristal”. ¿Se acuerda? Fue un programa que marcó una época de la televisión argentina. Los grandes desafíos, la solidaridad. Y Nelly Raymond rodeada de Héctor Larrea, Julio Lagos, Norberto Longo, Leonardo Simonns y(ta tan ta tan..)

Fernando Bravo. El trajecito nuevo, las piernas que temblaban, el flamante carnet del ISER y la posibilidad de usar el mismo camarín que Cacho Fontana, el gran ídolo, el ejemplo a seguir, el faro que iluminaba un nuevo camino para la profesión de locutores. Y Fernando Bravo estaba allí. Al lado de Cacho. Algo extraño. Fernando sentía que había llegado pero al mismo tiempo que recién comenzaba. Las dos cosas eran ciertas para Fernando Bravo, es decir Alberto Fernando Pochulu, alias Tito, natural de San Pedro, hijo de Aída Agustina Graselli y de Armando Nereo Pochulu.

Bravito abandonó Ciencias Económicas porque se aburría y eso que pudo haber sido vendedor de autos, como su padre. ¿De dónde le habrá surgido esa vocación por el mundo del espectáculo? ¿Qué misterio lo empujó a trabajar a telón abierto, de cara a la gente, buscando los aplausos? ¿Habrá sido la propaladora de San Pedro? El andar por las calles anunciando por altoparlante bailes, tiendas que liquidan, festivales, feria de platos…O tal vez su frustrado sueño de cantor? Esa afinación que nunca pudo dominar pero que no le impidió el sueño fronterizo de ser un chalchalero con guitarra y bombo y tener su propio conjunto folklórico.

El Tito Pochulu y las ganas de navegar por el Paraná y la vida con su propio barco con su amigazo, el Lobito Gianelli.
Las ganas de ser y de llegar a destino. De no largar el timón durante 50 años. Años de recuerdos y de glorias. Aquella tapa de Canal TV en 1971, con los pantalones Oxford, el pelo oscuro y lacio, peinadito para el costado, con un toquecito beatlemaníaco. La revista lo definía como “El galán-animador”. Rompía corazones y levantaba suspiros. Nadie se perdía “Alta Tensión” y la barra macanuda porque ahí nacía una “Joven Guardia”, merodeaba la alegría de Donald y se bailaba al ritmo de “Pintura Fresca”. ¿Se acuerda?

Quiero gritar que te quiero… que me desespero… los boliches, los pasitos estudiados frente al espejo, los long play de pasta de colores. ¡¡Que épocas señores¡¡ Y que televisión que era aquella. El gigantesco aparato que se recalentaba en blanco y negro, muchacha italiana viene a casarse. Los Sábados Circulares de Pipo, la Tuerca, si señor, Viendo a Biondi porque no y por supuesto, una Cosa Juzgada con el genio de David Stivel consagraba a Bárbara Mujica y los Juan Carlos Gené y anunciaban los tiempos politizados que se venían.

Bravito…¿Quién te ha visto y quién te ve? Los compañeros de trabajo que se van haciendo amigos, la mesa de noticias, el Gordo Mesa, Cris Morena, Gustavo Yankelevich, antes de ser consagrado “Rey de ratings”y un tipo extraordinario y generoso, Gino Renni… tantos. El orgullo para la historia de haber inaugurado en la medianoche del primero de mayo de 1980 la televisión color en la Argentina. Víctor Sueiro y Rosita, Silvana Di Lorenzo en las buenas y en las otras. Veinte Mujeres.. con ustedes y con Néstor Ibarra. El afecto de Arturo Puig y Selva Aleman, el Beto Badía, tantas cosas, tanta adrenalina.

Tanto diez segundos… ojo vamos que venimos. La luz roja, la admiración por Mareco y por Carrizo, el agradecimiento a Landriscina, la foto con Mc Cartney, el café con Woody Allen, la nota con Sofía Loren. Silencio en el estudio… diez segundos. Los mates compartidos con Serrat, un mago llamado Norberto Alonso que lo tutea y lo trata de Fer, la democracia y su parto, el escenario con Raúl Alfonsín y la Mancuso, la vida y la paz que vuelven por cien años más. Los Martin Fierro entregados, los Martin Fierro recibidos y tantos premios.

Una vez a la hora de agradecer un reconocimiento, se dirigió a sus hijos y les dijo: -Valió la pena el esfuerzo, pero fue un gran esfuerzo.

Otra vez le agradeció a sus viejos y a su Let It Be sanpedrino: que lo dejaran ser. Que le dieran alas y la libertad suficiente como para crecer. Las mismas alas que le dio a Nani, Luli y Nati, sus hijos, sus tesoros por los que entregaría todo a cambio de saber que van a ser felices con sus nietos del alma.

Leuquito, me dijo una vez en una de sus tantas sentencias de hombre de campo, casi yupanquianas, Leuquito, la radio te da todo y la tele te quita. Te chupa la tele que me hiciste mal y sin embargo te quiero. Amor profundo por lo bueno de la pantalla y alerta permanente por lo malo. Por ese rating que persigue y derrumba ideas, por los celos, las envidias, el vértigo, la acidez estomacal, las contracturas, el poco tiempo con la familia, los sátrapas, los 678 y los escrachadores y sus venganzas.

El día que murió Néstor Kirchner, tuvimos que salir juntos de radio Continental acompañados por la policía como si fuéramos delincuentes y jamás tuvimos ni un cheque devuelto por falta de fondos. Trescientos salvajes con caras tapadas y palos en la mano gritaban: “Que suene el bombo/ que suene el tamboril/ Fernando Bravo y Alfredo se tienen que morir” y la vidriera de la radio, que estaba sucia de huevazos y toda pintarrajeada con aerosoles que escribieron: “Magdalena gorila, Leuco facho” y otras agresiones típicas de los K.

Otra vez, unos fanáticos de Cristina lo corrieron dos cuadras a la salida del teatro Colon. Solo por defender la libertad y la democracia.

Finalmente, Bravo hizo cumbre con “Siglo XX Cambalache”, un lujo periodístico que se dio y nos dio por años con su bien amada Teté. Y la alegría de Fer Play con Andrea Campbell y el gran gallego Ramírez, puro corazón.

Bravito periodista de la nostalgia, de la ética republicana, el conductor de los programas de juego, el que no oculta sus lágrimas ni sus risas, el que juega de arquero y de nueve. El Fernando de las emociones. Su corazón goteando en la pantalla. Su capacidad de descubrir talentos y potenciarlos. Y lloró. Por las despedidas al aire y de los televidentes y por su viejo y su vieja, y por el amor de Andrea Montaldo, es decir el amor de los amores.

Fernando Bravo, con la cabeza blanca y las manos limpias. Con la tozudez y la sensibilidad de los vascos. Mire, si algo es Fernando Bravo en la historia de la tele argentina, es la emoción. Piel. Voz quebrada, sentimiento puro sin maquillajes, transparencia, honradez, magia para crear climas en los momentos justos. Chistes ingenuos a la velocidad de la luz, reírse de sí mismo y de sus furcios, profesionalismo, horas de trabajo: 50 años en primera. Hizo de todo y lo hizo muy bien. Pero el siente que sigue siendo un simple locutor que vino de San Pedro a entregar su corazón. Feliz Cumpleaños, hermano.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre