Crónicas de guerra: Imbéciles y aburridos

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Parte diario: 266 contagiados, 1 caso de contagio comunitario, 4 muertos y 4.900 detenidos. Está claro que tenemos más pelotudos peligrosos e insolidarios que enfermos. Esta pandemia de irresponsables produjo 74 detenciones por hora. Y eso que las penas que les pueden aplicar van de 6 meses a 15 años de prisión. Pero no entienden. Tienen barro en el cerebro por no decir otra cosa. A uno lo agarraron dos veces mientras estaba paseando. Otro dijo que estaba aburrido. Primer tema: me gustaría que las autoridades dieran a conocer los nombres y los apellidos de los casos más graves de este sabotaje contra la salud de todos. El desprecio social es la mejor condena y concientiza más que cien discursos. Segundo tema: escuchen lo que dijo el gran escritor español y ex corresponsal de guerra, Arturo Pérez Reverte: “Hay chicos de 20 años diciendo que están hartos y aburridos. Joder, llevan una semana. Acuérdate de Sarajevo: cuatro años encerrados en un sótano, bajo las bombas, sin luz ni calefacción y cuando salían a por agua, los francotiradores los mataban”. Algo similar dijo la bobe de Connie Ansaldi, una sobreviviente del holocausto y los campos de concentración nazis. Esos sí, fueron encierros insoportables con tren directo hacia los crímenes de lesa humanidad. Mañana 24 de marzo, se cumplen 44 años del comienzo del terrorismo de estado con sus catacumbas y centros clandestinos de desaparición, tortura y asesinato.

 Es una frivolidad imperdonable quejarse de llenos. Los que más sufren son los únicos que pueden quejarse. Los que viven hacinados en una pieza del Conurbano, los que no tienen un mango para morfar, los que no se lavan las manos porque no tienen agua y no porque están aburridos.

Está emergiendo una de las principales razones por las que Argentina se cayó a pedazos en los últimos años: la densidad de hijo de puta individualista por metro cuadrado que tenemos es altísima. Así es muy difícil construir el progreso social. Se premia demasiado la piolada, la presunta y maldita picardía criolla y se castiga muy poco a los que hacen la suya y les importa un carajo el destino de sus semejantes.

Alejandro Borensztein, a esta altura, nuestro comandante en la lucha contra la estupidez, se refirió a los “pelotudos famosos”. Escribió ayer que “el premio al Pelotudo del Año se lo lleva Tinelli” y le dedicó un párrafo a Cristina que huyó del drama argentino como hizo siempre, en Cromagnón, el siniestro de estación Once o las inundaciones de La Plata. Siempre lejos del sufrimiento. Irónico, Alejandro aclaró que esta vez hizo lo correcto: lavarse las manos.

Pero lo que no se puede creer es lo que hicieron Daniel Filmus y Marcelo Saín, dos cristinistas tiempo completo. El ex ministro de Educación y perdedor serial de elecciones porteñas, interpretó que los aplausos en catarata de las 21 horas eran para Alberto Fernández.  No paran un minuto de intentar llevar agua para su molino oportunista. Pero lo atendieron duro en las redes. El bailarín Maximiliano Guerra le dijo “Demagogo”. El colega Diego Cabot apeló a la sátira: “Siempre se puede ser un poco más Filmus en la vida”. Nuestro compañero, crítico de cine y runner, Santiago García, lo calificó de “Salame” y  el talentoso humorista Ariel Tarico le tiró “Querete un poco y guárdate, Pantriste”.

A esta altura no se entienden los motivos por los que el gobernador santafesino Omar Perotti todavía no le sacó tarjeta roja al ministro de seguridad Marcelo Saín. Vende humo, no solucionó ninguno de los problemas de su cartera y ya mostró su hilacha impresentable demasiadas veces. Dijo que la explosión de crímenes narcos era “estacional”, que se quedaba en Capital “a descansar” porque en Santa Fe “lo iban a cagar a tiros”. Pero ahora fue too much, diría Cristina. Acusó a los “chetos” de ser los que produjeron esta terrible pandemia que afecta a todo el planeta. Si quiere ideologizar el tema y darle un carácter de lucha de clases, debería saber que esto comenzó en la dictadura china que tanto admira Saín. Y que se propagó producto de la represión y censura contra el médico que dio el alerta temprana y que por eso, fue acusado de ejercer “actividades ilegales” y de “perturbar severamente el orden social”. Li Wenliang, este médico de 34 años, se contagió y murió por el virus que, para los tiranos maoistas era un invento del enemigo.

El diputado Waldo Wolff no se la dejó pasar a Saín: “Inadmisible. Peligroso. Generador de odio de clases. Estigmatizante. Prejuicioso. Fascista. Innecesario. Extemporáneo. Malo. Mi repudio”. 

Algo parecido a la provocación de Saín dijo otra atacada por el virus del fanatismo y la ideologitis. Hablo de Carolina Mera, la decana de Ciencias Sociales, nada menos. Según reveló Carlos Reymundo Roberts,  Mera aseguró desde el frasco en el que vive, que “el virus es una construcción social del neoliberalismo y los medios”. Le faltó agregar que hay que combatir a la monarquía porque por algo el bichito de mierda se llama “corona”. ¿Se puede ser tan negacionista? ¿Se puede conducir la facultad de Ciencias Sociales con ese dogmatismo?

Saín no quiere ni siquiera que le den los kits para hacerse el test a los “chetos que son la peor cara de esta sociedad” porque se fueron de viaje. Esa conducta despreciable de los que se fueron en medio de la prohibición de circular, también la involucra a Cristina. Pero no creo que Saín tenga coraje de decir algo de esa cheta que vive en Barrio Norte y tiene departamentos en Puerto Madero, en el Calafate y millones de dólares en las cuentas de sus hijos y de sus testaterros. Florencia se despidió de Cuba con otra sobreactuación presuntuosamente literaria. La hija presidencial,  que igual que su madre, debería rendir cuentas ante la justicia, en el caso de que la justicia existiera, en su texto final desde La Habana dijo que “llora lágrimas negras”. Con el ánimo de ayudarla, le digo que se fije bien, que tal vez se le corrió el rimmel.

A propósito: Cristina no dijo una palabra de apoyo a Alberto ni a los gobiernos provinciales que están dando esta dura batalla. Hasta Horacio Rodríguez Larreta dijo que todos los gobiernos son uno solo, en este momento y Mario Negri calificó al presidente como “Comandante”. Pero Cristina, nada. ¿Se le habrá roto el celular que no puede emitir ni siquiera un tuit? ¿O no está de acuerdo con esta colaboración mutua entre oficialismo y oposición? O lo que puede ser peor, que Cristina piensa igual que Carolina Mera y que el virus viene del norte y desde Hollywood? Pregunto para saber. Preguntar es parte de mi trabajo.

Preguntando averigüé quien es Kittiy O’Meara, la autora del poema inspirado en la pandemia que más se viralizó. Vive en Madison y está jubilada de enfermera de cuidados paliativos. Escribió esta maravilla que me representa y quiero compartir con ustedes a modo de mensaje de esperanza.

Y la gente se quedó en casa.
Y leyó libros y escuchó.
Y descansó y se ejercitó.
E hizo arte y jugó.
Y aprendió nuevas formas de ser.
Y se detuvo.
Y escuchó más profundamente. Alguno meditaba.
Alguno rezaba.
Alguno bailaba.
Alguno se encontró con su propia sombra.
Y la gente empezó a pensar de forma diferente.
Y la gente se curó.
Y en ausencia de personas que viven de manera ignorante.
Peligrosos.
Sin sentido y sin corazón.
Incluso la tierra comenzó a sanar.
Y cuando el peligro terminó.
Y la gente se encontró de nuevo.
Lloraron por los muertos.
Y tomaron nuevas decisiones.
Y soñaron nuevas visiones.
Y crearon nuevas formas de vida.
Y sanaron la tierra completamente.
Tal y como  ellos fueron curados.

Esto me sirve como anticipo de tres noticias maravillosas. Como no hay gente depredando en las calles, la naturaleza salió del sótano al que la habíamos condenado. En Venecia el agua se hizo transparente y volvieron los cisnes, en Junín de los Andes, ocuparon las calles los ciervos y la contaminación planetaria bajó muchísimo. Igual que el abrazo multitudinario a la distancia que le damos a los médicos, enfermeros y científicos, son sub productos positivos de una crisis muy negativa.

Por eso cierro con las mismas palabras ilusionadas.

Hay que quedarse en la casa para resistir. Así soportaremos los golpes y jamás nos rendiremos. Erguidos frente a todo. La mejor vacuna es la información. Por eso, resistiremos para seguir viviendo.