Tengo 45 años de periodista. Amo profundamente este oficio que me ha desarrollado un olfato y una sensibilidad muy fuerte para detectar las noticias. Esta maravillosa enfermedad de cronista, hace que muchas veces escuche a la gente y me cerebro lo decodifique como títulos de diarios o video graph televisivos.
Ayer y hoy dos compañeros de esta radio contaron algo muy grave que debe mover el amperímetro informativo. Hablo de una noticia fuerte, impactante que a su vez es una advertencia. Gustavo Mathieu y Martin Steeman, dos excelentes y rigurosos periodistas agropecuarios de esta radio Mitre, comentaron que hay productores agropecuarios que se están armando. Si, así como lo escucha. Gente de campo, pacífica, laburante y solidaria está con alguna escopeta o pistola lista para ser utilizada. Eso se produce porque el estado está absolutamente ausente para darles tranquilidad y seguridad en los lugares donde viven y trabajan de sol a sol.
En la fugacidad que tiene la radio por definición, no hubo tiempo de pedir precisiones, pero hablaron de la gran preocupación por los hechos vandálicos, agresiones, incendios y el robo de ganado que se está produciendo casi en forma sistemática. En muy pocos casos aparecen situaciones que hacen pensar en gente desesperada que es capaz de carnear algún animal por hambre o necesidad. Pero en la gran mayoría de los inquietantes incidentes, hay una fuerte sospecha que se trata de ataques cargados de revanchismo, impulsados por la ideología resentida del cristinismo.
Hay como un rebrote de aquella guerra que Cristina desató contra el campo. Solo que ahora, no se trata de una batalla tradicional entre dos ejércitos regulares. Ahora adquirió el formato de guerra de guerrillas. O el toco y me voy, para decirlo en lenguaje futbolero. Se apropian de algún ternero o de un cerdo, los matan porque si y los dejan tirados, le prenden fuego a todo lo sembrado, apuñalan como energúmenos las silo bolsas y dejan que el grano se inutilice mezclado en el suelo con el barro. Un par de salvajes o fanáticos cometen esos delitos y se van.
Hacen el daño y huyen. Tiran la piedra y esconden la mano. Todo esto está pasando y hasta ahora, que yo sepa, no se descubrió a ningún culpable de semejante aberración. En momentos en que se necesita tantos alimentos en el mundo y en Argentina, hay gente que está dispuesta a asesinar la comida como si esa irracionalidad repugnante fuera un acto en contra de los oligarcas. Es tanto el odio clasista que sembraron Cristina y su banda, que hay militantes que creen que con estas brutalidades están haciendo un acto revolucionario.
En Oliva, en mi querida provincia de Córdoba, ayer comentamos que esta vez le tocó al vicepresidente de CRA (Confederaciones Rurales Argentinas). Gabriel Raedemaeker comentó que le prendieron fuego a 300 mil kilogramos de comida. ¿Se dan cuenta de lo que significa un solo hecho irracional como este? Además del intento de intimidación, de la violación a la propiedad privada y del daño económico. Fue un incendio intencional que se inició en el corazón de los lotes de trigo y maíz. Treinta y cinco hectáreas de trabajo y alimento o divisas, se convirtieron en humo después de las llamas. Alrededor de 3 millones de pesos prendidos fuego.
Por suerte, el ministro de Agricultura de la Nación, Luis Basterra se comunicó con la víctima de este delito y le expresó su preocupación y repudio. Hay que exigir el rápido esclarecimiento de este y de todos los casos. Los delitos rurales, también son delitos. No solamente los que ocurren en los grandes centros urbanos. Tienen que aparecer los culpables y ser encarcelados. Es la única forma legal de detener esta avanzada peligrosa.
El comunicado de CRA, que preside Jorge Chemes también denuncia “asesinatos de productores”, en referencia a un crimen en Misiones, durante un robo de un animal. Textualmente, dice que “quizás algunos enajenados crean que con estos hechos vandálicos taparán la realidad. Sepan que tarde o temprano, la verdad, asoma irrefrenable”. En un comunicado anterior, la entidad había calificado de “odio ideológico” la seguidilla de destrucción de silo bolsas.
Chemes declaró que “Tiene que primar el diálogo y debemos salir de esta lógica de enfrentamiento para evitar una escalada mayor y un recrudecimiento de estos hechos. Queremos vivir en democracia y expresarnos con libertad, sin aprietes, sin violencia y con justicia”.
¿De dónde viene tanta provocación? Desde la 125 que la grieta no se cerró nunca. Apenas se disimuló. Pero hace muy poco, casi tres meses, antes de la pandemia, el presidente Alberto Fernández había dicho que los “autoconvocados son opositores disfrazados de chacareros”. Se refería a quienes se quejaron de la política agropecuaria del gobierno, incluso por afuera de sus entidades gremiales.
Y eso era de una falsedad tan grande como el campo argentino. Los que trabajan la tierra de sol a sol son el sector económico más competitivo de este país. Son la fábrica de dólares que el estado nacional no puede fabricar. Esos autoconvocados son gente pacífica que produce granos y carne pero que está absolutamente harta de que le metan la mano en el bolsillo al límite de que muchos de ellos están al borde de la quiebra. ¿Es tan difícil de entender esa situación?
El mayordomo de Cristina, Oscar Parrillitudo les quiso mojar la oreja diciendo que era un “orgullo” que el campo haya declarado el paro. Dijo que es el sector de los “que se enriquecieron, fugaron el dinero y son los responsables de la crisis económica que vivimos”. Y concluyó que “Este paro demuestra que estamos en la senda correcta”. Hasta Pepe Mujica les recomendó que no se pelearon con los ruralistas.
El parásito de Juan Grabois, los trató de parásitos y descargó sobre los chacareros todo ese veneno estalinista que fracasó en todo el mundo. Propone una reforma agraria jurásica, volver al fracaso de la Junta Nacional de Granos e inventa datos y propone barrer para siempre con los parásitos del campo. No explica cuál sería el método elegido. ¿Los va a multar, los va a encarcelar o barrerlos significa fumigarlos y exterminarlos como a los parásitos de los granos?
Pero la cumbre de la provocación la tocó el escribiente Mempo Giardinelli. Ya venía proponiendo una reforma de la Constitución a imagen y semejanza del chavismo. Pero a principios de marzo yo le conté que trató de “terrorismo agrario” a los reclamos del campo. Fue más a fondo aún. Como un talibán K dijo que los que protestan “son multinacionales latifundistas que defecan sobre lo que votó el Congreso” y “se lanzan al golpismo para eternizar los privilegios que le dio el macrismo radicalismo genuflexo”. En un delirio lleno de falsedades escribió que han envenenado a los campos “con 500 millones de litros de agrotóxicos” y que por eso “en una ensalada hay 60 tipos diferentes de contaminantes”.
Este francotirador enajenado debería denunciar esto ante las autoridades sanitarias. Es una mentira colosal pero si Giardinelli cree que se produjo semejante atentado a la salud de los argentinos, debería denunciarlo para que el gobierno tome medidas en el asunto y prohíba las ensaladas de la oligarquía. Pero no denuncia nada. Solo en su panfleto. Porque sabe que lo van a mirar raro, sospechando que se le cayó el sistema.
Cualquier semejanza con la locura de Cristina durante la 125 no es pura coincidencia. Es el mismo pensamiento del atraso y la decadencia. En aquella ocasión Cristina los humilló como “piquetes de la abundancia con generales mediáticos” y su tropa habló de “agrogarcas”. Nadie se olvida. El resultado de ese capricho intolerante de Cristina fue letal para ella. Sufrió tres derrotas. La primera en la calle cuando verdaderas multitudes participaron de los actos en el Monumento a la Bandera de Rosario y en el Monumento a los Españoles de la Capital.
La segunda fue legislativa. Con el voto no positivo de Julio Cobos. Eso dejó al gobierno sin vicepresidente y al mendocino girando en el vacío. Esa noche Cristina amenazó con renunciar. “Este pueblo no nos merece, Nestor”, decía la hoy vice. Solo un llamado oportuno de Lula calmó esa bronca auto destituyente.
La tercera derrota, fue en las urnas. Aquella elección parlamentaria en la que la boleta encabezada por Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa perdió frente a un casi recién llegado a la política como Francisco de Narváez.
Ojalá estos muchachos que se creen emancipadores, alguna vez, entiendan que el camino es fortalecer y apoyar al campo para que agregue valor en el territorio y pase de ser el granero al supermercado del mundo.
Miguel Wiñazki recordó una frase del húngaro Sandor Marai que nos define la situación: “Nunca son tan peligrosos los hombres como cuando se vengan de los crímenes que ellos mismos han cometido”. Todo esto constituye un alerta rojo que debe encenderse en el tablero de la ministra de Seguridad, Sabrina Fréderic y de todos los responsables de cuidar la vida y los bienes de los ciudadanos en todas las provincias. También deben poner su atención en los levantamientos brutales que están protagonizando en Villa Mascardi, un pequeño pero muy organizado y violento grupo de mapuches que no representan a su pueblo.
Lo mismo con el gatillo fácil y los asesinatos cometidos por la policía de Tucumán y de San Luis. Si Alberto Fernández dice que está cuidando la vida de los argentinos, sería bueno que no descuidara a los que producen y fomentan la muerte. Que los ponga en la mira y lleve a la justicia a los delincuentes para que tengan su castigo correspondiente. Para que nadie más atente contra la vida y el trabajo de productores agropecuarios ni de nadie. Esta creciendo la bronca en el campo. Después que nadie diga que no le avisaron.
Hay que cortar esos delitos violentos por lo sano. Hay que hacerlo ya mismo. Antes de que sea demasiado tarde para lágrimas.
Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre