Chavismo K o República democrática

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Se vienen las elecciones parlamentarias más trascendentes desde la recuperación democrática de 1983.

Como pocas veces los argentinos nos vamos a enfrentar a un dilema de vida o muerte del sistema institucional. Esta vez no se elegirán solamente diputados y senadores. En esta ocasión, los ciudadanos deberemos optar entre dos modelos de país: el Chavismo K o la República democrática. Le diría que casi, casi, ni importan los candidatos. Por supuesto que suma mucho que las listas opositoras se confeccionen con los mejores dirigentes, con los más valientes, prestigiosos y eficientes. Pero la gran batalla es en defensa de los valores. Según Joe Biden, el presidente norteamericano, la dicotomía de estos tiempos de cólera es entre democracia o autocracia. Estos próximos comicios van a definir si la sociedad argentina es capaz de ponerle límites al nacional populismo autoritario que quiere transformar a la Argentina en un feudo, como ya lo hicieron en Santa Cruz o en Formosa. Todos los días vemos como el gobierno de los Fernández profundiza su fracaso en todos los planos y como radicaliza su discurso para ocultar el desastre que hicieron.

Hablo del horror de los muertos que en unos días llegarán, lamentablemente, a los 70 mil, de los testeos que son muy pocos, de la falta de vacunas y de las aplicaciones que son muy lentas y utilizadas políticamente y de los traficantes de vacunas como Carlos Zannini que nos enrostraron su orgullo por cometer delitos. Eso se llama hecatombe sanitaria.

Hablo de una inflación imparable que perfora el bolsillo y las esperanzas de los argentinos más necesitados, del desgarro que produce en el alma el aumento de la desocupación y del cierre de industrias y negocios de todo tipo, del aumento brutal de la pobreza, de la mafia sindical que espanta inversores y pequeñas y grandes empresas y del coqueteo con el suicidio político que significa no cumplir con los compromisos con los organismos internacionales. Eso se llama terremoto económico.

El gobierno de los Fernández hizo todo mal. Casi no tiene éxitos para exhibir y por eso van cargar la campaña electoral de chicanas intolerantes y actitudes agresivas. Las encuestas más variadas demuestran una caída muy fuerte de la imagen positiva tanto del presidente como de su jefa. La desilusión avanza incluso, entre los que los votaron y en territorios casi cautivos como el Conurbano bonaerense. Amplios sectores, empujados a la miseria, han vuelto al trueque y se potencian los comedores populares. Jorge Remes Lenicov, ex ministro de economía posterior al tsunami del 2001 dijo que estamos viviendo algo similar pero ampliado. Hasta los líderes piqueteros como Emilio Pérsico, Juan Grabois y Luis D’Elía se quejan del gobierno. Los planes y la comida no son suficientes. Dicen que es pan para hoy y hambre para mañana.

Tienen pánico de que sus bases los desborden y busquen alternativas más violentas y fuera de control.

Las elecciones están a la vuelta de la esquina. En 60 días, el 14 de julio hay que presentar las alianzas entre partidos. Y 12 días después, las listas de candidatos.

Siempre tomo con pinzas los resultados de las encuestas. En los últimos tiempos y por diversos motivos, han demostrado que se amplió mucho el margen de error. Y mucho más en pandemia. Pero la que hizo Jorge Giacobbe entre el 26 y el 28 de abril con 2.600 casos, tiene un dato revelador. El consultor hace un año hizo la pregunta más simple que se puede hacer en estos temas. El trazo grueso: ¿Usted quiere que el gobierno pierda o gane la elección? En ese momento, el 42,9 % de los consultados contestó que le gustaría ver derrotado a Alberto y Cristina. Pero en esta última encuesta, ese porcentaje creció al 59,2%. Es impresionante. En un año, aumentó 26 puntos la cantidad de ciudadanos que quieren darle un cachetazo, un voto castigo al gobierno.

El cristinismo sabe que en estas elecciones se juegan la posibilidad de seguir en el poder en el 2023 o que Alberto tenga que entregar la banda y el bastón presidencial a un opositor. Eso dejaría al borde de la cárcel a Cristina, su familia y gran parte del “Cartel de los Pingüinos”.

El ataque a ciertos valores universales como la honradez, el mérito y la educación impactaron fuerte en el ánimo de mucha gente que no está dispuesta a darle un respaldo al gobierno. Las trampas, mentiras, promesas incumplidas y las burlas a la hora de la vacunación. La gente que se muere sin ser vacunada cuando otros se robaron esa posibilidad es un tema que el gobierno no puede justificar. Las muertes de personas íntegras como Miguel Lifschitz o el padre de Matías Almeyda sin haberse vacunado, se transformaron en bombas de fragmentación para la credibilidad del oficialismo. No condenar a las organizaciones terroristas como Hamas y apoyar a dictaduras como Venezuela, Cuba o Irán los colocan en el peor de los mundos.

Como si esto fuera poco, las peleas internas no terminan nunca. Cristina le dinamita los acuerdos que el presidente y Guzmán quieren hacer con el Fondo Monetario y, los más radicalizados, proponen aumentar las retenciones a la soja y el maíz y estatizar la Hidrovía y las empresas de servicios. ¿Hasta cuándo aguantará Martín Guzmán ese fuego amigo? Lo que Guzmán teje de día, se lo desteje Cristina por las noches. Alberto quiere súper poderes y Cristina pretende hacer arrodillar a la justicia. Todos van a un peligroso conflicto de poderes con la Corte Suprema. Hoy mismo el presunto moderado Wado de Pedro, arremetió contra la Corte y los desafió a que “propongan una reforma si no les gusta la Constitución” y los acusó de ser funcionales a los intereses de la oposición  porque son “un contrapeso del voto popular”. Tal vez el ministro de La Cámpora esté ofuscado porque el periodismo descubrió su vinculación con algunos personajes oscuros que armaron ese centro de hisopados truchos en Ezeiza. Pero le falta altura académica para amonestar a los miembros de la Corte. Tal vez debería leer ese viejo tuit del presidente Fernández cuando le explicó a Cristina, que la Corte es y debe ser un contrapoder.

Este texto diminuto del propio Alberto Fernández, podría ser una especie de afiche de campaña electoral. Está allí una de las grandes  diferencias entre el Chavismo K y la República democrática. Como corresponde, el pueblo decide.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre