Hoy vamos a hablar del manejo del tiempo y de las expectativas en esta cuarentena.
El gobierno ha decidido manejar la información con cuentagotas. No explicó cómo será el futuro próximo y dejó muy pocas posibilidades a los ciudadanos de proyectar su propia vida y su trabajo.
Se necesita un horizonte para poder vivir y organizar el futuro. En los distintos ámbitos de la vida más de una vez asumimos riesgos con panoramas inciertos, pero en general no lo hacemos en todos los aspectos de la existencia a un mismo tiempo.
Veamos el mundo de las finanzas. Cuando un cliente va al banco porque pretende invertir su dinero, el agente de cuentas le hace una serie de preguntas acerca de sus expectativas de rendimiento, las urgencias, su espalda económica, el flujo de dinero y entonces, de acuerdo a estos datos, delinea un perfil de inversor.
Luego el mundo de las finanzas clasifica a cada uno como inversor conservador, moderado o arriesgado.
Este ejemplo banal me sirve para ilustrar hasta qué punto está presente en nuestras vidas el cálculo consciente o inconsciente que hacemos para medir el esfuerzo que nos lleva cada uno de nuestros emprendimientos, qué resultados pretendemos, cuánto tiempo estamos dispuestos a esperar y sobre todo qué nivel de riesgo estamos dispuestos a asumir para llegar al objetivo.
La mayoría de las veces no pensamos conscientemente en esto, es algo que venimos aprendiendo desde bebés: a esperar, a trabajar para un fin, a contener la ansiedad, a colaborar con un objetivo, y en este proceso el tiempo se internaliza de una cierta manera, a tal punto que puede diferir en distintas culturas, épocas históricas y hasta en las diferentes clases sociales.
Luego estarán los rasgos de la personalidad de cada uno, por supuesto, pero hay ciertos supuestos de los que partimos todos.
Por ejemplo, Pedro le pide el auto prestado a Juan y Juan le dice: “Sí, te lo presto, pero ojo porque tiene una rueda medio suelta, tenes que ir a máximo 10 km y el tanque está vacío, si lo usas déjamelo lleno”.
Pedro piensa: Tengo el riesgo de que la rueda se salga y de tener un accidente espantoso, voy a tardar una hora en llegar si voy a 10km/h y si encima le tengo que llenar el tanque voy a gastar 3 mil pesos en un viaje acá nomás.
Entonces Pedro le dice “no gracias, me tomo un taxi”. “En taxi gasto 500 pesos, el auto está en condiciones óptimas y llego en 20 minutos.” Pedro razonó eficazmente teniendo en cuenta el cuadro de situación.
Nos la pasamos haciendo este tipo de saludables especulaciones en nuestra vida en las que cruzamos diversas variantes para lograr resultados óptimos.
Quizás somos cuidadosos con los ahorros pero nos animamos a viajar a un país lejano sin haber contratado un hotel ni excursiones, libres a lo que depare el viaje.
Tal vez asumimos grandes desafíos en el trabajo pero somos clásicos a la hora de pensar la familia y los afectos. ¿Qué quiero decir con esto?
El gobierno planteó la cuarentena de tal forma que nadie en este país puede proyectar su vida. Todos los ámbitos de la existencia están modificados y alterados por este esquema que atraviesa absolutamente todo.
Los chicos no saben si volverán a la escuela este año, los adolescentes no saben cuando volverán a ver a sus amigos. Los comerciantes no saben si podrán abrir sus negocios, no tienen idea cómo pagarán los sueldos.
La gente no sabe si ir a hacer sus consultas médicas habituales o para cuándo convendría reprogramarlas. Los mayores sienten que el tiempo se les escurre entre las manos y anhelan proyectar cuándo podrán volver a ver a sus nietos.
Las pymes no imaginan un futuro y los cuentapropistas no saben cómo afrontar sus gastos. Se me dirá que el gobierno va decidiendo las fechas según el desarrollo de la famosa curva.
Todos entendemos esto pero es imprescindible para aquietar el estado de ansiedad y extrema preocupación de la gente empezar a delinear horizontes más certeros con algún nivel de previsibilidad.
En spots del gobierno se le pide a la población que arme rutinas saludables para afrontar el confinamiento. ¿Por qué son importantes las rutinas?
Justamente porque brindan seguridad, previsibilidad, aquietan la ansiedad y nos dan un cierto control de, por lo menos algunas, variantes.
Entonces, con todo respeto, yo quisiera pedirle al gobierno que mida con la misma vara la salud psíquica de la gente socialmente hablando.
Que comprenda que esta ruptura descomunal, única en la historia, de nuestras rutinas, nuestros horizontes, nuestro ocio, nuestros planes y nuestros objetivos, se traduce en un estado emocional muy complicado.
Si controlar la curva es imprescindible para los epidemiólogos, yo quisiera que se entienda que se debe poner el foco en la salud mental de la gente, no sólo brindando chats para consultas.
A la hora de tomar las decisiones debe estar presente el aspecto psicológico de este complejísimo proceso.
Tenemos pocos muertos comparados con otros países, es una gran noticia, pero tenemos mucha gente desbordada emocionalmente y es hora de hablarle a toda la población y dar respuesta a más incertidumbres.