Pascuas, Pesaj y Ramadán

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Hoy nos podemos permitir salir un poco de esta actualidad tan tóxica de inflación, inseguridad y corrupción. Hoy podemos pensar más profundo. Más o menos para esta época las tres religiones monoteístas más importantes están celebrando la
vida como bien supremo, la libertad y la solidaridad.

En todo el mundo en general y en la Argentina en particular, vamos a escuchar el intercambio de los buenos deseos de Felices Pascuas, Ramadán Mubarak y Jag Saméaj. Y este es un momento oscuro y horroroso de la guerra desatada por Vladimir Putin que amerita un aporte luminoso de cristianos, musulmanes y judíos. Para darle una oportunidad a la paz como pedía Lennon en el marco de todos los credos y con todas las plegarias.

La Pascua, el Pesaj y el Ramadán son celebraciones donde hay cambios y tradiciones alimenticias, rezos, y maravillosas y bulliciosas reuniones familiares que vienen desde el fondo de los tiempos, casi con el nacimiento de la humanidad. Veremos sobre las mesas los huevos y las roscas tradicionales, el matze o matzá, el pan ácimo sin levadura del judaísmo y los manjares y la hospitalidad de los musulmanes.

Cada uno la rezará a su Dios y contará la historia de sus antepasados. Cada uno tratará de cimentar los mejores valores de amar al prójimo como a uno mismo y de ser cada vez mejores personas. Hablamos de las tres situaciones fundacionales, los partos de la relación con el todopoderoso.

La resurrección de Jesucristo, como el renacimiento de todo lo que parece muerto, el vía crucis. La historia heroica del éxodo de los judíos que huyeron de la esclavitud de Egipto liderados por Moisés para fundarse como pueblo y para encontrar la sagrada libertad y la ley de la Torá.

El mensaje del Ramadán por una comunidad donde todos estemos más cerca, uno de los otros, en recuerdo del momento en que el Corán fue revelado al profeta Mahoma.

Son valores sagrados. La unidad y la diversidad. Las creencias y la tolerancia. Y este será el milagro. Todos en forma
simultánea ejerciendo la libertad de culto y tratando de sumar e integrar. Recuerdo que esta utopía fue llevada por el Papa Francisco al Muro de los Lamentos en Jerusalen, junto al líder islámico Omar Abbud y el rabino Abraham Skorka. Se abrazaron y rezaron juntos como un mensaje para el universo. Era como decir, basta de guerras y violencia. Basta de injusticias.

Son tres amigos de Buenos Aires. Se pasaron horas y horas tomando mate. Días enteros hablando de religión, de cómo hermanarse cada vez más en la convivencia. Discutían hasta de fútbol y de tango. Esos tres amigos del alma que les rezan a tres dioses distintos pudieron abrazarse profundamente y enviar la mejor de las señales a la humanidad. La que dice se puede. Se puede enriquecerse con el pensamiento y la fe del otro. Se puede sentir al otro como un hermano de la fe aunque recorran textos sagrados distintos. Uno se puede conmover por igual frente al Santo Sepulcro, la explanada de las Mezquitas o el Muro de los Lamentos, el Kotel. Es la historia de la humanidad que nos interpela para convertir al mundo en un lugar más justo donde lo más sagrado sea la vida.

Esos tres porteños lo lograron. Ese abrazo tardó dos mil años pero llegó. Estuvieron en las tapas de casi todos los diarios del mundo. Los tres con la cabeza cubierta. Los tres hablando en castellano. Los tres con pasaporte argentino. Por eso, también quiero recordar esto que pasó hace 7 años, allá tan lejos, pero aquí tan cerca, y que merece ser valorado. Esa energía de esperanza y de paz que emanaron esos tres hermanos argentinos con su abrazo es la mejor exportación que podemos hacer. Es algo en que nos puede imitar. Es un orgullo nacional. Argentina es la casa que permitió esa convivencia.

Ese abrazo de las tres religiones y los tres argentinos debe convertirse en un afiche y en una bandera. Debemos levantarla bien alto. Es lo mejor que tenemos. Son tres caminos diversos y plurales hacia el mismo objetivo de que en la tierra haya más igualdad, más libertad y que todos podamos extirpar el cáncer moral de la guerra y la violencia.

Esta bendita Argentina actual, tiene muchos problemas, demasiados tal vez, pero no tenemos graves conflictos étnicos ni religiosos. El Instituto de Diálogo Religioso es la demostración concreta de que se puede construir algo nuevo que sea mucho
mejor que la suma de las partes. Cada uno puso su ladrillo y su identidad. Y entre todos fundaron ese templo ecuménico maravilloso, ese arco iris de la diversidad.

Es bueno predicar con el ejemplo. Sembrar la cultura del encuentro para cosechar la vida eterna en armonía y en paz. El fin de todo tipo de discriminación y xenofobia. El exterminio del odio racial. Ese es el mensaje. Darle una mano al que por suerte es diferente y por suerte es semejante. Por los siglos de los siglos.

Es cierto que hay que tener más coraje para construir la paz que para hacer la guerra. Trabajar para que la tierra sea santa para todos. Para que la guerra sea un infierno en el que nadie quiere entrar. La paz, el shalom y el salam es un triángulo de mancomunión entre religiones, naciones, comunidades y pueblos. Yo no olvido aquel documento firmado en la Arquidiócesis de Buenos Aires en agosto de 2005. Dice así: “Nosotros, ciudadanos argentinos, provenientes de diversas tradiciones religiosas de raíz abrahámica, y destacando la convivencia interreligiosa existente en nuestra Nación.

Declaramos:

Que somos hijos de Dios Único, que
reina en el Cielo y la Tierra.
Que la iniciativa del diálogo interreligioso
se orienta hacia la búsqueda de la paz y
la fraternidad entre los pueblos.
Que la convivencia y el respeto se
perfeccionan en el amor al prójimo.
Que nuestra civilización debe bregar por
la dignidad del hombre.
Que el espacio interreligioso tiene su
base en la libertad y la fe de conciencia,
en el respeto al diferente, a su cultura, a
sus costumbres, a sus valores, a sus
creencias y a sus visiones.
Que sin libertad y justicia los pueblos
permanecen en el atraso y la violencia.
Por ello nos comprometemos:
A amar y servir a Dios forjando a través
del servicio del diálogo entre las
religiones monoteístas, el anhelo de paz
y encuentro entre los seres humanos.
A reconocernos iguales unos a otros.
A defender el contenido humanista
existente en el Judaísmo, el Cristianismo
y el Islam, en todas sus expresiones.
A bregar y educar por la paz y el
entendimiento entre las comunidades y
los pueblos.
A ceder y enseñar a ceder por un bien
superior.
A ser creativos y brindar soluciones para
enfrentar los desafíos que el tiempo nos
exige.
A entender que la unidad es superior al
conflicto y el todo, superior a las partes.
Quiera Dios, Padre de Jesucristo para
los cristianos, Allah en árabe, Elohim en
hebreo, acompañarnos a emprender esta
tarea.
Ojala este espíritu, reine en los
encuentros familiares de las Pascuas,
el Pesaj y el Ramadan. Para que todos
podamos plantar nuestro olivo.
Felices Pascuas, Jag Sameaj y
Ramadán Mubarak. Amen.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre