Milei, es hora de pedirle perdón a Alfonsín

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El presidente Javier Milei tiene hoy la gran oportunidad de pedirle perdón a la memoria y a todos los que admiramos al ex presidente, Raúl Alfonsín. Casi nadie cometió la herejía de insultar de forma tan grosera al padre de la democracia recuperada.

Lo bueno de Milei es su decidido avance contra los funcionarios ladrones del kirchnerismo, su apuesta a favor de la seguridad ciudadana y el combate contra el narco terrorismo. Valoro la búsqueda de la estabilidad económica y la baja de la inflación para siempre. Estoy absolutamente de acuerdo con llevar a nuestro país del lado de Estados Unidos e Israel, dos de las democracias mas plurales del mundo y lejos de las dictaduras de fascistas de izquierda como Cuba, Venezuela y de Irán, los padres del terrorismo de Hamas y Hezbollah. Todavía falta mucho para juzgarlo definitivamente, pero hay muchas cosas que apoyo de este gobierno.

Lo malo de Javier Milei es el desorden y la falta de eficacia de su gestión. Muchas veces anuncia cosas que no son, o que tal vez, se realicen mucho más adelante. Sobran funcionarios que asumen sin saber bien cuál es el plan y al poco tiempo renuncian o los echan. Produce agresiones gratuitas a medio mundo que se transforman en tiros en los pies, sobre todo en el caso de los legisladores y gobernadores a los que necesita para conseguir las leyes. Luces y sombras. Las dos caras de la moneda.

Lo feo, lo inadmisible de Javier Milei es que haya mancillado una y otra vez la figura de Alfonsín. Le puede hacer críticas a su ideología socialdemócrata o a su praxis en el gobierno, pero es absolutamente repudiable que diga, como dijo, que Alfonsín fue “un h de p, un fracasado hiperinflacionario de Chascomús”. El colmo del delirio fue cuando contó que parte de su terapia era pegarle trompadas a un muñeco al que le puso la cara de Alfonsín. ¿Se entiende? No puso la cara de algún fascista o de terroristas, corruptos y golpistas? Le pegaba a la cara de Alfonsín.

Por eso digo que hoy es el día ideal para pedir disculpas por semejante afrenta.

Porque exactamente hoy se cumplen 15 años de la muerte del ex presidente Raúl Alfonsín. El que parió la democracia recuperada despierta en millones de argentinos la necesidad de elevar una plegaria, una rezo laico, un padre nuestro por su memoria y en reconocimiento a su tarea patriótica. Hoy esa democracia deteriorada que anda a los tumbos lo extraña más que nunca.

Aquel preámbulo fue la utopía colectiva que sepultó todas las dictaduras, por los siglos de los siglos, amén. San Raúl de la democracia. De aquella oración patriótica que recorrió e inundó el país para poner en un altar a la unión nacional, la justicia, la paz interior, la defensa común, el bienestar general y los beneficios de la libertad.

Este sistema, que es el menos malo de los conocidos, llegó para quedarse por 100 años más. Ya superamos los 40 años.

Por eso Don Raúl está en la eternidad. Seguramente está tomando unos mates con don Hipólito Irigoyen y don Arturo Illia en el cielo de la austeridad republicana y la honradez. O saludando a la gente por las calles de la memoria, con dignidad y la frente alta, como le gustaba hacer aquí en la tierra

Don Raúl, el padre de la democracia recuperada, caminando lento, como perdonando el viento, según la poesía emblemática del día del padre. Don Raúl, firme en sus convicciones y peleando con coraje contra ese maldito cáncer que lo rompió pero que no lo pudo doblar, como proclamaba Leandro Alem. Ahí está don Raúl que – mirado en perspectiva- fue uno de los mejores presidentes que nos supimos conseguir. Con todos sus errores, con todas sus equivocaciones, lideró una revolución cívica que significó la vuelta a la libertad, creo que Alfonsín es mejor que la media de los presidentes que tuvimos y –si me apura- creo que es mejor que la media de la sociedad que tenemos. Ahí andaba don Raúl con las manos limpias, viviendo y muriendo en el mismo departamento de siempre, honrado como Don Arturo, corajudo como Alem manda.

No quiero decir que el doctor Raúl Alfonsín haya sido un presidente perfecto. De ninguna manera. Fue tan imperfecto y tan lleno de contradicciones como todos nosotros. La democracia es imperfecta. Pero nadie puede desmentir que Alfonsín fue un demócrata cabal. Nunca ocupó ningún cargo durante ninguna dictadura. Y eso que muchos de sus correligionarios si lo hicieron. Estuvo detenido por ponerle el pecho a sus ideas. Fue un auténtico defensor de los derechos humanos de la primera hora y en el momento en que las balas picaban cerca. Fue su bandera permanente. Se jugó la vida por eso. No fue por una cuestión de oportunismo ni para cazar dinosaurios en el zoológico, como lo hicieron tardíamente, los Kirchner. Por eso, con toda autoridad, después parió el Nunca Más y la Conadep y el histórico Juicio a las Juntas Militares que ningún otro país del mundo se atrevió a hacer con la dictadura en retirada pero todavía desafiante, poderosa y armada hasta los dientes.

Alfonsín tuvo sublevaciones golpistas de militares carapintadas, lunáticos criminales en La Tablada, paros salvajes de la CGT y golpes de mercado que intentaron derrocarlo.

Es verdad que también existieron los errores y los horrores propios. La economía de guerra y el desmadre inflacionario, sobre todo. El fuerte impacto del “felices pascuas” y “la casa está en orden”. Y el derrumbe de la confianza en la capacidad para gobernar y ese descontrol que terminó con la entrega anticipada del poder. Si tratamos de ser lo más ecuánimes y rigurosos posibles aparecen argumentos a favor y en contra. Pero el paso del tiempo y la comparación con lo que vino después, lo deja a Raúl Ricardo Alfonsín del lado bueno de la historia. En la vereda del sol. Entrando a los libros como un héroe que se definió como el más humilde de todos los servidores del pueblo. Nadie puede negar que fue un patriota. Cada día los extrañamos más. En estos tiempos de refundación, ilusión, y de cólera por haber soportado tanta corrupción y autoritarismo, su sabiduría nos podría iluminar el camino. Aquellas frases dichas casi como testamento: “Si la política no es diálogo, es violencia” y “gobernar no es solo conflicto, básicamente es construcción”. Algo así como decir que la palabra enemigo hay que extirparla del diccionario político. Que solo hay que marginar a los golpistas y los corruptos. Cada día es más necesaria su apuesta a la coexistencia pacífica de los diferentes, a una república igualitaria y a la libertad. Raúl Alfonsín fue el partero del período democrático más prolongado de toda la historia. Siempre será como un símbolo de la luz de las ideas que salieron del túnel de la muerte, el terrorismo de estado y el terrorismo guerrillero.

El día que murió, justo hoy hace 15 años, hice el programa más conmovedor que me haya tocado hacer. En vivo y en carne viva. Con Pepe Eliaschev, Nelson Castro, Nacho López, Luis Brandoni y Jesús Rodríguez llorando en cámara, conmovidos por tanto dolor.

Hoy está presente, lo recordamos erguido en la ética de sus convicciones y responsabilidades, como un vigía de la libertad.

Alfonsín murió hace 15 años, pero su legado, su valentía sigue en el corazón y en las neuronas de los argentinos. Lo recordamos con su chaleco impecable, su austeridad franciscana y esa cara de bueno capaz de seducir hasta al más acérrimo de los enemigos.

Tal vez nos ayude a parir el país que soñamos. Don Raúl, es hora de honrarlo.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre