Luther King sigue luchando

1644

Los misterios del destino decidieron que hoy, a 57 años de aquél acontecimiento histórico, y en el mismo lugar, una multitud volviera a congregarse para repudiar todo tipo de racismo y de violencia discriminatoria. Esta vez, la convocatoria fue de Martin Luther King III, el hijo de aquel prócer que instaló para siempre el corazón de su discurso que decía “Yo tuve un sueño”. Frente al monumento de Abraham Lincoln, hubo varios oradores que les rindieron homenaje a Jacob Blake y a George Floyd y exigieron justicia para ellos y su memoria, y condena para los policías criminales que los atacaron.

Justo ayer le comenté a Juan Bindi que algo de gran magnitud se estaba gestando en Estados Unidos con las protestas contra el racismo. Las imágenes de lo que pasó con Jacob Blake fueron horrorosas y empujaron a la rebelión social. Jacob sale de su casa, va hasta su camioneta gris ante 4 policías. Es una escena en un barrio tranquilo, de casas bajas en Kenosha, Wisconsin. Jacob sale en ojotas, musculosa y bermudas. Abre la puerta de su vehículo y al agente federal, blanco, Rusten Sheskey le mete siete balazos por la espalda. Increíble. Estremecedor porque además, esa locura se produce delante de sus tres hijos. Jacob salvó su vida de milagro, está lucido, pero jamás podrá volver a caminar. Esta salvajada desató una ola de protestas, conflictos e incidentes de todo tipo. En la calle y en lo simbólico.

La mega estrella del básquet de la NBA, LeBron James lideró los reclamos. Varios equipos se negaron a jugar. Eso desató un efecto dominó al que se sumaron muchos equipos y muchos deportes, no solo los Angeles Lakers. El béisbol, el tenis, el fútbol. Por lo que significa el deporte, para practicarlo y para verlo en la cancha o por televisión, se produjo casi una revolución. El país se estremeció. Tanto que Donald Trump, el presidente, el mismo día en que lanzaba su campaña para la reelección, trató a los jugadores de la NBA de “tontos y desagradables” y por supuesto echó más nafta al fuego.

Algo se está gestando en Estados Unidos. Trump polarizó tanto la sociedad que hay un gigantesco movimiento por los derechos civiles que está en su contra y que va a votar en su contra. Hoy a 57 años de aquel acto, el hijo de Luther King vió como llegaban océanos de gente, con barbijo, con remeras que dicen (Las vidas negras, importan) y desbordaban el Parque West Potomac, junto al National Mall. La policía de Washington se limitó a tomarles la fiebre a los manifestantes y a ordenar las columnas. Estaba en el escenario el reverendo Al Sharpton, el mismo que ofició la misa de despedida de George Floyd, en el cementerio. ¿Se acuerdan de Floyd? Su asesinato también abrió las puertas de disturbios callejeros de los más importantes de los últimos tiempos. Una insurrección de broncas y exigencias.

Derek Chauvin, un policía blanco de Minneapolis le clavó su rodilla en el cuello a Floyd durante casi 9 minutos, mientras lo tenía en el suelo, dominado. Los videos de la justicia comprobaron que Floyd pidió clemencia durante 20 veces y pronunció esa frase que luego se hizo consigna en los carteles y las remeras: “No puedo respirar”. LeBron James empezó a decir que los negros tienen miedo y muchos deportistas se arrodillaron antes de los partidos, cuando sonaba el himno norteamericano.

Todo tipo de discriminación y odio racial me lleva siempre al lado de las víctimas. Es la denigración más grande de la condición humana. Por eso siempre destaco a aquel Martin Luther King que hoy volvió y fue millones y estuvo presente en el emblema de su hijo.

La vigencia de sus ideales y su conciencia social nos dicen que Martin Luther King no murió. No solo porque vive en el corazón del pueblo negro de todo el planeta. También porque jamás podría haber sido elegido un Presidente como Barack Obama en los Estados Unidos si Luther King no hubiera entregado su vida a la lucha contra todo tipo de discriminación.

Martin tenía un grave problema: era negro. Se dio cuenta enseguida, apenas comenzó a caminar las hostiles calles de Atlanta en Georgia. Martin era hijo y nieto de predicadores bautistas y eso, tal vez, lo ayudó a encontrar su camino para anunciarle al mundo que la discriminación y el odio racial eran de los pecados más grandes y más mortales. Porque muchos de sus hermanos negros eran asesinados cruelmente, como George Floyd. Habían llegado como esclavos, y seguían siendo esclavos en los algodonales del sur.

Un día Martin en su seminario leyó un texto que fue como una iluminación. Se reveló ante sus ojos el pensamiento revolucionario y no violento del Mahatma Ghandi y enseguida salió al mundo a predicar a favor de la igualdad racial y social con un arma que creía imbatible: la palabra. Siguió la tradición de predicador de su padre y su abuelo pero salió de las iglesias y se desparramó por los barrios y los guetos de la marginalidad. Se convirtió en una suerte de Ghandi negro.

En poco tiempo Martin pasó a ser Martin Luther King, el rey de la resistencia activa y pacífica. Su figura imponente marchaba por las calles con pancartas de protesta. Se sentaba en las avenidas. Un día, una costurera lo marcó para siempre. Era negra pero se llamaba Rosa, Rosa Park. Volvía de su trabajo con la espalda quebrada de tanto coser horas y horas y se quedó sentada en el colectivo. No le dio el asiento a un blanco como era obligación en Alabama y muchos otros estados hasta ese momento. Aunque usted no lo crea los negros no podían ir a las mismas escuelas o los mismos baños que los blancos. La idea de que los blancos eran superiores no solamente pudrió la cabeza podrida de Hitler. La Rosa negra, la costurera que dio el buen paso, Rosa Park se negó y por lo general cuando uno se niega a lo establecido desata una pequeña revolución. Porque le dice que no a la injusticia. Su cuerpo se quedó sentado pero su dignidad se puso de pié, erguida y desafiante. Cuestionó una orden, una reglamentación del tiempo de las cavernas.

La Rosa negra fue encarcelada por semejante desafío a la autoridad blanca. Y Martin Luther King y sus muchachos iniciaron un boicot feroz contra el transporte público hasta que un año después los soberbios fascistas se dieron por vencidos. El histórico capo autoritario del FBI, Edgard Hoovert persiguió a Martin por cielo y tierra. Lo acosó con fotos y pinchaduras de teléfonos. Martin fue detenido pero gracias a la intervención de John Fitzerald Kennedy fue liberado. Los nazis del Ku Klux Klan pusieron una bomba en la casa de Martin. ¿Y el cómo reaccionó? Salió a poner la otra mejilla. Como un Jesucristo negro. El Ku Klux Klan, es la organización más repugnante y nefasta que propone la supremacía de la raza blanca. Trump los sedujo con las promesas xenófobas: La construcción del muro contra los mexicanos, la prohibición de ingreso a los musulmanes, la deportación de 11 millones de inmigrantes y tanto racismo multiplicado. Una web fascista de Andrew Anglin le rogó a Trump que “hiciera nuevamente blanco a los Estados Unidos”.

Pero Martin que se agregó Luther en homenaje a Lutero, el reformador de la iglesia católica, se recibió de mito un día como hoy hace 57 años. Más de 250 mil personas marcharon sobre Washington y el mundo se conmovió.
Aquel discurso es una pieza literaria memorable cargada del mejor de los combustibles llamado esperanza. Esa bandera hecha de palabras anunciadoras de los nuevos vientos dijo: “Yo aún tengo un sueño de raíces profundas. Todos los hombres han nacido iguales. Y sueño que un día, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, puedan sentarse juntos en la mesa de la fraternidad”.

Aquel día, hace más de medio siglo, un tal Barack Obama comenzaba a ser el primer presidente negro de los Estados Unidos. Martin mostró su sabiduría cuando dijo: “Nadie se nos puede subir encima si no encorvamos la espalda”. Otra: “Tendremos que arrepentirnos en esta generación, no tanto de la gente perversa, sino de los pasmosos silencios de la gente buena”. De hecho el racismo no terminó como se confirma con los casos de Floyd y Blake. Por eso hoy fue tanta gente a levantar nuevamente el sueño de Luther King.

La ultraderecha utilizaba caretas de mono para burlarse del presidente Obama. La desocupación entre los afroamericanos es el doble que la de los blancos y en Europa está infectado de “Lepenes” musolinianos. El presidente Lindon Johnson en 1963 accedió a las exigencias de Martin y proclamó la ley de derechos civiles. Lo invitó a ese acto por la igualdad de todos. Una de las calles principales del Harlem lleva su nombre aunque se cruza en todo el sentido de la palabra con Malcom X, otro líder negro pero con metodología violenta y combativa.

Luther King recibió el premio nobel de la paz. Pero Martin se recibió de mártir en Memphis, Tenesse, un 4 de marzo de 1968. Iba a sumarse a una protesta de los basureros. Salió del hotel a las seis de la tarde y una maldita bala de fusil se le clavó en la yugular. Su asesino, un fanático segregacionista fue atrapado con un pasaporte falso cuando intentaba huir a Canada. Le dieron 99 años de cárcel.

Martin Luther King pasó a ser una leyenda con solo 39 años. Su vida dejó de ser, pero sus ideas se quedaron a vivir para siempre y se derramaron por el planeta. El predicador predicó con el ejemplo. Paz, resistencia y palabras contra el odio, la discriminación y las armas. Martin se había dado cuenta al poco tiempo de nacer que tenía un grave problema: era negro. Aquella tarde negra fue asesinado por ser negro. Y el cielo se puso negro y las lágrimas también.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre