Andahazi: “¿La verdad en cuarentena?”

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Quiero hacer un llamado a la razonabilidad, a la tranquilidad y al resguardo de la actitud crítica y reflexiva. El riesgo en situaciones como la que estamos viviendo es que se quiera anular el pensamiento y se genere un sentido común monolítico que, cuando se vea puesto mínimamente en duda, aparezcan los guardianes de la patria para tratar al libre pensador de enemigo del pueblo.

“No somos librepensadores”, dijo Berni, hace poco. Bueno, nosotros sí, somos librepensadores y en este país ha muerto mucha gente por pensar y expresarse con libertad.

Cuidado con utilizar el miedo como herramienta de control político o como método para subir el rating. El miedo es una herramienta coercitiva, ya sabemos. Existe una pedagogía del miedo, una forma de provocar obediencia mediante el miedo, de consolidar un pensamiento único y silenciar otras voces.

Es fundamental que la gente se sienta con la libertad de razonar y de opinar; ya estamos resignando muchas libertades con todo esto, muchísimas, no permitamos que nadie quiera recortar la libertad de pensamiento.

Ayer, domingo, el Tato Young hizo un excelente programa en esta radio. Entrevistó a diversas personas que viven en otros países en los que las cosas se han manejado de igual o de distinta forma. La diferentes opiniones nos ayudan siempre a pensar mejor.

No todos los países han actuado igual para afrontar el COVID19. Hay tres grandes líneas: una, que es la que adoptó Argentina es la horizontal: cuarentena total, aislamiento, igual que países como Francia o Israel. La idea es aplanar la curva de contagios y preparar a contra reloj el sistema sanitario, que en nuestro país, ya sabemos, presenta muchísimos problemas.

Otra línea es el aislamiento vertical, que propone un criterio selectivo, no se detiene la economía, sino que se resguarda a los grupos de riesgo y se insiste en medidas máximas de higiene sin confinar a la totalidad de la población. Es el caso de países exitosos en la lucha contra el virus como Japón y Suecia, donde, por supuesto, los sistemas de salud son excelentes.

Por otra parte, son culturas con mayor cuidado del bien común y con costumbres culturales higiénicas, como dejar los zapatos afuera y mantener cierta distancia social. Lo cierto es que tanto el modelo horizontal como el vertical han demostrado ser eficaces si se aplican con responsabilidad colectiva e individual.

Ahora bien, el método horizontal, como ya estamos viendo, tiene un costo socio-económico con consecuencias desconocidas. Tampoco se puede desestimar el costo emocional de todo esto. La ansiedad que genera la enfermedad es a veces menor que la que provoca un horizonte económico francamente preocupante.

Lo riesgoso es mezclar ambos modelos, ir y venir en las medidas, aplicarlos pero sin el rigor necesario. Este fue el caso de España e Italia que erraron en sus proyecciones y encerraron a la gente cuando ya el virus circulaba demasiado, con lo cual los convivientes de enfermos asintomáticos se contagiaron más. Una medida extrema tomada a destiempo puede ser muy peligrosa.

El tercer grupo es el más penoso, porque es el que vulnera todos los derechos y garantías de las personas. Me refiero a los países con regímenes totalitarios que han restringido aún más todas las libertades, ya de por sí escasas, con la excusa de la pandemia.

Además han maximizado el control social y para completar el escenario distópico, han mentido sistemáticamente y ocultado información.

Hoy sale una nota en La Nación con sospechas bien fundadas de que los muertos en Wuhan no fueron como dijo el gobierno chino de 2.535, sino que por la actividad de las empresas crematorias, que tienen prohibido hablar, la cifra estaría superando los 40 mil en la provincia que dió origen a esta cepa de coronavirus.

Ojo con los números, ojo con los datos: tenemos derecho a la información, el acceso al periodismo independiente es un derecho de la ciudadanía. Hay muchos que se tientan a la hora de manipular datos.

Tenemos la triste experiencia del INDEC, manejado por muchos de quienes integran el actual gobierno. La oposición debe mantener una actitud crítica, colaborativa pero crítica y equilibrada.

El riesgo de pensar este proceso como una situación militar es que, como sucede en toda conflagración, la primera muerte es la de la verdad. Vivimo en un régimen demócratico, no olvidemos la división de poderes, que sigue siendo el eje de la democracia bajo cualquier circunstancia.

Ese es el gran desafío de la oposición. No se puede dar carta blanca a un gobierno sea cual fuera, ni se puede resignar la vigencia de los tres poderes.

El gobierno debería valorar la actitud de las voces opositoras que se muestran, incluso, por demás comprensivas; imaginen por un momento las dificultades que podría haber tenido el gobierno anterior en una situación como esta: si imponía la cuarenta se lo hubiera tildado de fascista, si no la hubiera declarado sería acusado de gobernar para el mercado.

En este sentido Fernández cuenta con un contexto más bien acrítico. Cuidado; es muy peligroso que señale individuos y los delate con nombre propio como si fuese el juez o el supremo absoluto.

Debemos estar atentos a los pequeños intentos de instalar una voz única. El Dr. Goldsmith, por ejemplo, expuso una visión muy diferente de la que decidió el gobierno. Fue vapuleado e insultado. Yo creo que es muy positivo atender otras miradas y reflexionar con más información. No se puede tildar de enemigo a todo el que acerca otra idea. Eso es fascismo.

Las actitudes de líderes como Bolsonaro, López Obrador o Trump complican las cosas, por que no acercan argumentos racionales, que los hay, de su punto de vista, sino, al contrario, niegan el problema, desestiman a los científicos y se dedican a dejar a la población desamparada.

No podemos permitir, en ningún caso, que las que terminen en cuarentena, entubada y con respirador sean la verdad y la libertad.