La rebelión de las cacerolas

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Ayer, a esta hora y en esta columna, le dije que el cacerolazo, amenazaba con ser masivo. Me quedé corto. Superó todas las expectativas. Fue la protesta más ruidosa, más extendida territorialmente y por más tiempo, en mucho años. Fue uno de los tiros más graves en los pies que se pegó el gobierno de los Fernández. Cayeron en una trampa que ellos mismos armaron. Fue impresionante la rebelión ciudadana que se generó apenas con conciencia social, las redes de internet y con un utensilio tan familiar como es una simple cacerola. Es altísimo el costo político que va a pagar el presidente. Se va a reflejar en su imagen de las próximas encuestas.  Fernández demoró demasiado en tomar distancia y lo hizo a media lengua, sin repudiar fuertemente lo que estaban tramando y que el colega Claudio Savoia bautizó: “Impunocracia”. Quiso quedar bien con Dios y con el Diablo. O con las víctimas y con Cristina y se llevó puesta una pared de críticas. Se veía venir. Una actriz como la China Suárez, ajena a la política, tuiteó: “No liberen monstruos”. Y tiene la friolera de 3.800.000 seguidores. Se veía venir. Alrededor de medio millón de personas habían repudiado en la plataforma change.org semejante salvajada que solo servía para sumar más miedo al miedo.

Se olfateaba en el aire la bronca por semejante despropósito. ¿A quién se le ocurre liberar alegremente a femicidas, asesinos, violadores, secuestradores y narcos? Ya le dije que el plan sistemático para excarcelar delincuentes tuvo a Cristina como autora intelectual. El soporte teórico fue del abogado que más daño le hizo a la justicia, el que más torcido enseñó el derecho, el ex juez de la Corte, Raúl Eugenio Zaffaroni. Su pensamiento abolicionista que siempre está del lado de los delincuentes, tengan o no uniforme militar, a esta altura fue sepultado por el tiempo. Es jurásico y profundamente reaccionario. Pero su prédica de años y su falso prestigio de falso garantista, penetró demasiado tiempo en la formación de abogados y militantes presuntamente progres.

Además de Cristina y Zaffaroni, llevaron este tema al precipicio funcionarios y dirigentes cristinistas. Ayer le di los argumentos para responsabilizar a cada uno. Hoy solamente los enumero para que no olvidemos: Axel Kicillof, Julio Alak, Víctor Violini, Horacio Pietragalla, Juan Martín Mena, Roberto Cipriano García, Rodrigo Codino, Lucila Larrandart, Alejandro Slokar, Elizabeth Gómez Alcorta y Stella Maris Martínez, entre otros fueron parte de la justicia legítima que legitimó de una u otra forma que los delincuentes fueran privilegiados.

Pero quien mejor expresó ese pensamiento retrógrado, falsamente vanguardista, fue la militante kirchnerista Julia Mengolini. Y quien mejor le explicó lo que ocurre en la inmensa mayoría de la sociedad, fue la militante del sentido común, Lizy Tagliani.

Mengolini, en un solo tuit demostró como la ideologitis, es decir la inflamación de la ideología, te lleva a chocar con la realidad. Escribió que “Toda esa mitología sobre los monstruos siendo liberados de las cárceles, es una mentira y, sobre todo, una expresión del odio que sienten por los pobres”. Es increíble que a esta altura, todavía sostengan ese prejuicio de que la lucha por más seguridad es una bandera de la derecha y de los ricos. Toda persona trabajadora y toda familia, quiere vivir en paz y en tranquilidad para estudiar, divertirse, amar, ganarse la vida con honradez, e incluso, para militar en política si lo desea. Y no hay dudas de que los que más sufren los delitos son los más humildes. Solo hay que ir a los barrios populares para escuchar las quejas de las madres que odian a los soldaditos de los narcos que los envenenan a sus hijos con el paco y la merca. Solo hay que escuchar a los laburantes que se levantan de madrugada para ir a la fábrica, como se quejan del “peaje” que los pistoleros le hacen pagar con un reloj o un celular o unos pesos. Solo hay que tener sensibilidad para comprender el grito en el cielo de las madres que sufren porque a sus hijos les roban la mochila o las zapatillas cuando vienen de la escuela. Y eso ocurre todos los días en todos los barrios más desprotegidos. Y es donde los repugnantes femicidas producen más crímenes porque se sienten impunes en lugares donde muchas veces no llega ni la policía.

Por el contrario, la gente de mayor poder adquisitivo, tiene más instrumentos para defenderse del delito. Alarmas, rejas, seguridad privada, luz en las calles, cámaras en la puerta de los edificios.  Aunque los K crean que los presos son potenciales guevaristas y traten de reclutarlos, deberían leer un poco no a Vargas Llosa, deberían leer a Karl Marx cuando habla del “lumpen proletariado”. Define su rol contra revolucionario que siempre jugaron desde su resentimiento y falta de conciencia de clase. El sujeto histórico de las izquierdas siempre fue el proletariado y no la marginalidad de los malandras. Los vecinos de los barrios más humildes lo comprenden perfectamente porque lo viven cotidianamente y lo sufren en carne propia.

Lizy Tagliani fue muy contundente en su respetuosa respuesta a Mengolini: “Perdón, te voy a aclarar que mi familia y yo, venimos de ser muy pobres y ninguno visitó una comisaría más que para un certificado de domicilio. En nombre de muchos pobres te digo que tu tuit está lejos de defender a los más necesitados”. Brillante explicación de Lizy. Y enseguida tuvo el visto bueno de mucha gente, incluso del mundo del espectáculo, como Gustavo Yankelevich y Viviana Saccone.

¿Dónde surgió que la cultura tumbera y la militancia forzada del Vatayón Militante conduce a la emancipación y al socialismo? Más bien refleja cierto sentimiento de culpa y búsqueda de la compensación por defender a millonarios y oligarcas como Cristina, Máximo, De Vido, Daniel Muñoz, Lázaro Báez, y una gran parte de los integrantes del Cartel de los Pinguinos y los jerarcas sindicales.

Muchos peronistas de base y algunos dirigentes entendieron esto. Por distintos motivos, muchos votantes de los Fernández repudiaron las excarcelaciones al igual que Sergio Massa, Sergio Berni y una parte del colectivo de Actrices Argentinas que se dieron cuenta que no podían callar frente a la liberación de criminales y violadores de mujeres. El “Ni una menos” debe ser para siempre y en todos los casos. Hoy en esta radio, la valiente jueza de Quilmes, Julia Márquez reveló que desde que empezó la pandemia, soltaron a 176 violadores, más que en todo 2018. ¿Creerá Mengolini que esto es mentira? En 24 horas excarcelaron a 176 violadores.

La rebelión de las cacerolas fue un misil de la opinión pública que Alberto no había recibido hasta ahora. Su reacción culpando a los medios, fue para enterrarse más en el barro. Le sobró entorno y le faltó calle. Hasta Néstor Kirchner puso la foto de Axel Blumberg sobre su escritorio presidencial el día que 150 mil personas expresaron su indignación por esa ejecución cobarde.  

Y otro tema: muchos de los que salieron de la cárcel por privilegios, no son pobres. Amado Boudou y Julio de Vido, por ejemplo. El negociador y delegado de los presos de Devoto es conocido como “El Concheto” porque lideraba la “banda de los niños bien”, hijos de gente pudiente que mataba por placer. Además es un asesino serial. Carlos Dalmasso, el empresario misionero que violó a sus hijos no es pobre. El delincuente es delincuente. No es macrista, ni kirchnerista, ni pobre, ni rico. El que viola la ley comete un delito contra toda la sociedad, contra los que se esfuerzan todos los días por construir una comunidad más igualitaria, con más libertad y sin corruptos. Lo presos tienen derechos, por supuesto. Pero no deben tener privilegios. Deben cumplir sus castigos porque es una forma de premiar a los argentinos de bien que no roban ni matan ni violan ni secuestran y que cumplen las normas. Premios y castigos que hacen que una sociedad funcione sin salvajismo y que no haya venganzas ni intentos de hacer justicia por mano propia como pasó en Esquel cuando los vecinos vieron llegar a Pablo Summaruga, un secuestador serial, recién liberado y casi lo linchan. Ese también es el rol del estado. Impartir justicia. Separar a los que cometen delitos. Evitar el ojo por ojo.

Fue tan grande la exigencia de las cacerolas que seguramente obligará a Alberto a escuchar su mensaje. Ahora su matrimonio por conveniencia con Cristina está crujiendo. Es difícil mantener un pacto espurio que cambia el sillón de Rivadavia por impunidad. Sobre todo, como le dije ayer y hoy se lo repito, cuando Cristina pretende ocultar sus propios delitos, liberando a otros delincuentes. Pero de nada vale que corra, el incendio va con ella.

Columna editorial de Alfredo Leuco en Le doy Mi Palabra por Radio Mitre