La profanación del Ni Una Menos

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Hay una metodología nefasta que comparten el kirchnerismo y la izquierda más sectaria. Es la obsesión permanente por apropiarse de expresiones plurales. Siempre apuestan a conducir situaciones y organizaciones aunque eso signifique profanar sus banderas y achicar sus posibilidades. El caso más conocido es el de los derechos humanos. A todos los organismos les pusieron la camiseta partidaria y le quitaron el carácter universal que tenían. En muchos casos lo hicieron comprando dirigentes con dinero y subsidios y en otros, con un incansable adoctrinamiento. El resultado es terrible. Hoy las marchas y los reclamos por los derechos humanos son cada vez menos masivos y se colocan del lado de los violadores de los derechos humanos y se convierten en cómplices de dictaduras como Cuba, Venezuela o Nicaragua. Eso les quita legitimidad.

El mismo fenómeno tóxico lo hicieron con la heroica lucha contra todo tipo de violencia de género y femicidios. El movimiento del Ni Una Menos, fue un tsunami multicolor y multisectorial al comienzo. Sus consignas eran tan precisas y amplias que representaban a miles y miles de mujeres de distintos partidos políticos o independientes de diversos orígenes. Diversidad, esa es la palabra mágica que une. Ellos utilizan una palabra y un concepto autoritario llamado “hegemonía”. Por eso el último acto del colectivo Ni Una Menos fue el que menos cantidad de gente convocó. Cada año va menos gente y cada año redoblan la apuesta para hacerlo más sectario, dogmático y ajeno a la verdadera problemática de miles y miles de mujeres que son golpeadas o asesinadas.

La consigna fue “vivas, libres, desendeudadas y en la calle nos queremos”. Me parece bien como expresión de deseos. Pero la realidad es que lo que se vió, fueron carteles de mujeres “radicalizadas y verticalistas defendiendo dos delincuentes condenadas por la justicia, una de ellas golpeadora feroz de mujeres y sin decir una palabra del acusado de violación de mayor peso político de la Argentina. Hablo del ex gobernador tucumano, José Alperovich.

Exigieron que Alberto Fernández indultara a Milagro Sala y que cesara lo que llamaron “violencia judicial, mediática y política contra Cristina”.

No pueden digerir que los tribunales democráticos condenaron a Cristina con todas las garantías constitucionales a 6 años de prisión por mega corrupción de estado. No es perseguida por su condición de mujer. Es perseguida por el código penal por haber violado la ley, igual que otros hombres, igualmente ladrones. Santificar a Cristina busca darle impunidad. Es quitarle legitimidad a la lucha valiente y justa del original colectivo del Ni Una Menos. No nació para apañar delincuentes mujeres. Nació para cuidar, defender y ayudar a las víctimas de violencia. Por eso digo que profanaron el sentido original de estas marchas. Profanar, significa: “Deshonrar, hacer uso indigno de lo que se considera respetable”. Alguno de sus sinónimos, son: violar, mancillar, envilecer y degradar. Y eso es lo que han logrado. Un mérito y un activo de un amplio y plural abanico de mujeres, lo redujeron a un instrumento más del aparato partidario.

Peor es el caso de pedir el indulto de Milagro Sala. Convierten en víctima a una delincuente que es victimaria y que se cansó de pegar y golpear a mujeres humildes a las que sometía a la servidumbre. Eso es directamente vaciar absolutamente el contenido del Ni Una Menos. En lugar de defender a las víctimas que son golpeadas, se defiende a la golpeadora. Insólito. Incomprensible. Repudiable. Y por eso miles y miles de mujeres dejaron de ir a esas marchas.

Quisieron instalar que a Milagro Sala la perseguían por mujer, negra y coya. Y la justicia, en todas las instancias demostró que Milagro no es una presa política. Que es una mujer corrupta, violenta, autoritaria y golpeadora, sobre todo de las mujeres. Usó y maltrató a los pobres. No los defendió.

Y hay muchos testimonios en los expedientes judiciales de los cachetazos y hasta latigazos con los que ella castigaba a las mujeres.

Quien fue su mano derecha durante años, la señora apodada “Shakira”, relató ante la justicia y la televisión y en medio de lágrimas el tipo de tortura al que era sometida. Le tiraban una frazada encima y 4 o 5 hombres le pegaban trompadas y patadas. Mientras tanto, Milagro Sala, se cagada de risa y festejaba. Inhumano.

Hasta la fracción cristinista de la marcha del Orgullo Gay pidió por su libertad cuando ella siempre fue homofóbica y ejerció la violencia de género.

Las fanáticas de Cristina y de la izquierda más dura y con menos votos coparon la conducción y hasta se enorgullecen de ser cada vez menos pero más concientizadas. Superioridad moral, que le dicen.

Hay que combatir a todos los golpeadores y violadores sin que importe la camiseta partidaria. Un par de muchachos de La Cámpora fueron acusados y la agrupación hizo todo para ocultar el tema, Lucas Carrasco, antes de morir, fue condenado a 9 años de prisión por violación, un profesor universitario ex integrante de 678 también fue señalado por varias alumnas y militantes K.

El caso de Alperovich parece correr la misma suerte. Lo esconden bajo un manto de silencio.

Las consignas son claras.

Ni una menos. Ni una violada más.

Ni un violador más.

A ellas, vivas las queremos.

A ellos, presos los queremos.

Hay que ser muy perverso para atacar a una mujer. Una mujer es una mina que amamos, nuestra vieja querida del alma, la hija que tanto miedo nos provoca cuando tarda en llegar de la facultad, la madre que nos sembró de hijos nuestra existencia, nuestra abuela de la sabiduría.

Todo el que sea víctima de violencia de género o conozca a alguien puede y debe hacer la denuncia al teléfono 144 durante las 24 horas.

Son mujeres asesinadas por machos que, insisto, no merecen llamarse hombres. Son infames varones que avergüenzan al género y a la condición humana. En cada esquina de este país deberíamos colgar un cartel que diga: “Basta. Ni una menos. Nunca más un femicidio.  Nunca más a la profanación de estos reclamos tan justos.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre