Cuando se cierran las puertas de la libertad de prensa, se abren las de todos los totalitarismos.
El domingo fue el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Hubo afiches con diarios encadenados y con candado, y gente con barbijos convertidos en mordaza que decían: “Lee noticias confiables”. La certeza de que “un periodismo responsable, valiente e imparcial son el mejor antídoto contra la desinformación”.
El gran escritor español Javier Cercas denuncia que “hoy no basta contar la verdad, hay que destruir la mentira”.
Vamos a decirlo con toda claridad: sin libertad de prensa no hay democracia. Es lo primero que los autoritarios de todas las ideologías intentan cercenar.
El Foro de Periodistas Argentinos (FOPEA) encabezó su informe anual con un concepto que resume todo en estos momentos de pandemia: “Cuando aumentan las necesidades, son aún más importantes las libertades”.
El profesor Fernando Ruiz, que preside esta asociación que nuclea a 500 periodistas de todas las provincias, planteó que el objetivo es “poder contribuir a hacer efectivo el derecho de todos a opinar, proponer, criticar, vigilar, calificar e influir”.
Cuando se censura a un periodista o a un medio, se está callando la posibilidad de expresarse de un sector de la sociedad. Cuando se cierran las puertas de la libertad de prensa, se abren las de todos los totalitarismos.
Y si el periodista es fiscal del poder (de todos los poderes) y abogado del hombre común, se coloca en el lugar ético que corresponde. Siempre debemos dar la información más seria y rigurosa. Pero la mirada de esos hechos debe ser desde el lugar de las víctimas y no desde los victimarios. Eso hace que nos equivoquemos menos. Es nuestro deber iluminar la corrupción pública y privada que suelen crecer en la oscuridad y también la ineficiencia de los que mandan y los delirios monárquicos de los que quieren controlarlo todo y que nadie los controle a ellos, como intentó Néstor y sigue intentando Cristina.
Nos hemos cansado de denunciar los ataques al periodismo por parte de los Kirchner en sus más de 12 años de gobierno. Y también nos referimos al maltrato que Alberto Fernández les dio en su momento a varios colegas como Mercedes Ninci, Jonatan Viale, Héctor Emanuele y Diego Leuco, entre otros.
No olvido que después de ganar las elecciones primarias, Alberto Fernández apoyó una escandalosa resolución del juez Ramos Padilla que fue un claro ataque a la libertad de prensa en general y al periodismo independiente en particular. El magistrado federal que tiene puesta la camiseta de Cristina hasta cuando duerme quiso ensuciar la cancha con el caso del colega Daniel Santoro al acusarlo de extorsionar con sus notas y de hacer operaciones psicológicas. Fue un burdo intento de intimidar a todos los que ejercemos este maravilloso oficio. Fue una advertencia, una amenaza. Miren lo que le pasa a Daniel Santoro y es lo que les pasará a ustedes si siguen investigando al gobierno más corrupto de la historia democrática o expresando sus opiniones críticas hacia los Fernández. Ese es el mensaje.
Los que nos ganamos la vida dignamente con el periodismo, los que solo nos movemos por la búsqueda de la verdad, los que no nos dejamos domesticar por el poder político ni económico, tuvimos que ponernos de pie y denunciar claramente este atropello feroz.
Hasta ese momento, era solo un avance de un juez K. Pero fue más peligroso porque el actual presidente se sumó a la campaña a favor de la censura cuando dijo: “Una cosa es hacer periodismo y otra es fingir que se hace periodismo y mandar mensajes extorsivos”. Un despropósito monumental.
Y en estos tiempos debemos recordar que Ramos Padilla le pidió que intervenga a la Comisión Provincial de la Memoria que hoy se convirtió en el principal motor de las excarcelaciones masivas e irresponsables.
Fue un mensaje intimidatorio para todos los periodistas que no se arrodillan, ni se compran, ni se venden ni se alquilan ante las fortunas de la pauta publicitaria de los K ni ante las patoteadas y escraches de siempre. En ese momento inventaron un afiche que circuló por los canales habituales de las redes sociales kirchneristas y acusaba a 15 periodistas de ser operadores. Foto carné de cada uno para que no haya dudas. Semejante canallada tuvo su máxima expresión cuando entre esos 15 blancos móviles pusieron a Julio Blanck, el querido compañero de Clarín y TN que falleció hace más de un año.
Entre los periodistas buchoneados hay de todos los medios y para todos los gustos. Ese newsletter que promovía la boleta de los Fernández, incluyó entre otros a periodistas de radio Mitre, a Jorge Lanata, Marcelo Longobardi y quien les habla o de nuestra hermana la FM 100, como Santiago del Moro, o de Clarín, como Eduardo Van der Kooy.
Pero insisto: estamos apuntados, para empezar, 15 de varios medios de comunicación. En eso, a la hora de escrachar y atacar son amplios los muchachos.
¿Alguien cree que Alberto o Cristina salieron al cruce de aquel panfleto infame? ¿Alguien piensa que Alberto o Cristina emitieron aunque sea un tuit o un simple comunicado repudiando eso o tomando distancia formal y públicamente? Acertaron. Nadie dijo una palabra. Y se sabe que el que calla, otorga.
Está claro que lo único que quieren es callar a los periodistas, advertirles para que se autocensuren y limpiar el prontuario de Cristina y su banda de cómplices para que queden como santos inocentes que nunca robaron nada y que son perseguidos políticos.
Lo más reciente ocurrió cuando Alberto, sacudido por las críticas las excarcelaciones, en lugar de criticar y amonestar a los cristinistas que las impulsaron, acusó a los medios de comunicación. El viejo truco ya no tiene efecto. Está gastado y vaciado de contenido. Pero Alberto escribió en su tuit: “Hay una malintencionada campaña mediática y lamento la conducta de quienes, en circunstancias tan cruciales como las que vivimos, mostraron su poco apreciable condición humana que intranquiliza a la sociedad”. Cristina aplaudía de pie en la platea.
El colmo fue la respuesta que tuvieron los K frente al masivo y extenso cacerolazo de protesta que se sintió fuerte, incluso en las barriadas populares de los conurbanos. Gustavo López hoy es el vicepresidente del Enacom (Ente Nacional de Comunicaciones) puesto por Cristina. Fue un impulsor de la ley de medios y también fue el periodista que más trabajó al lado de Fernando de la Rúa hasta que el helicóptero se llevó al presidente y a su gobierno.
López se hizo hacer una entrevista en el canal del estado. Digo que se hizo hacer porque quien actuaba de periodista solo le tiraba centros y lo incitaba a que fuera más duro todavía. El zócalo de la pantalla encendió todas las alarmas: “Regularán el funcionamiento de los portales de internet”.
Semejante anuncio, amenazante de un totalitarismo estilo China o Cuba, obligó al presidente del Enacom a desmentir categóricamente esa salvajada. Claudio Ambrosini, puesto por Sergio Massa, lo hizo mediante un comunicado oficial que también negó que fuera cierto el tuit del canal que reflejaba ese video graph de la entrevista con López. Esto confirma los enfrentamientos que hay entre los distintos sectores que conforman este cuarto gobierno kirchnerista. Pero esa idea de controlar las redes sociales respondía a las falaces conclusiones que sacó el gobierno por el cacerolazo que se repitió con mucha potencia.
Según los K, la gente es tonta y se deja llevar de las narices por Twitter, Facebook o por la radio, la tele y los diarios. La información fehaciente de escandalosas excarcelaciones, para ellos, eran fake news que hay que censurar o bloquear. No comprenden que los cacerolazos fueron una muestra contundente del hartazgo de un sector importante de la sociedad. Nadie les impuso nada. Esto es de abajo hacia arriba.
López tuvo que callarse la boca. Pero Mempo Giardinelli le dio carnadura a ese intento de cercenar las libertades: escribió en Página/12 que “hubo un abuso grosero de las mentiras de ese invento de la supuesta liberación de presos. El sistema de medios hiper concentrado desestabiliza con falsificación informativa”.
Con ese argumento insólito Giardinelli dice que los medios “son aparatos de manipulación” y sus propietarios son “una corporación de millonarios fugadores de dólares que inventaron la grieta” y “le meten odio a las clases medias”. Y enseguida va al mismo tema de Gustavo López y la TV llamada pública: “Algo hay que hacer frente a la ferocidad del abuso comunicacional. Hoy el problema no es la concentración de licencias sino de redes, que la ley de medios no regulaba”.
El domingo 3 de mayo fue el día mundial de la libertad de prensa. Thomas Jefferson dijo que “el precio de la libertad es la vigilancia eterna”. En eso estamos.
Por Alfredo Leuco en Clarín