Alberto golpeó la mesa como un sonámbulo, pero Cristina golpeó a la Corte Suprema con una ferocidad inédita y profundamente antidemocrática. El ataque de la vice presidenta es una violación a la división de poderes de extrema gravedad institucional. Utilizó los mecanismos de la mafia: carpetazos, amenazas, mentiras y extorsiones.
Patricia Bullrich se hizo la pregunta justa: ¿Qué pasaría si una de las cabezas del Poder Judicial se pronunciara sobre el Poder Ejecutivo como hoy lo hizo CFK? ¿No sería acusado de golpista?
Vale la pena hacer ese ejercicio para comprender la peligrosidad del ataque cristinista. Supongamos que el doctor Horacio Rosatti, presidente de la Corte, ofreciera una conferencia de prensa para decir que Cristina es la jefa de la corrupción más importante que hubo en democracia. Que instaló una cleptocracia sin antecedentes en este país, que enriqueció ilícitamente a su familia, sus secretarios privados y a casi todos sus amigos y funcionarios. ¿Qué pasaría? Sería lapidado en la plaza pública por decir esas verdades. Sería fusilado mediáticamente por el amigopolio de medios que tienen la camiseta y la pauta publicitaria de Cristina.
Nadie en la Corte cometería semejante imprudencia. Porque respetan el estado de derecho. Y porque además, saben que todas las causas que Cristina tiene en la justicia están repletas de pruebas documentales y de testimonios de arrepentidos que confirman que nadie robó tanto durante tanto tiempo desde el poder en la Argentina.
Cristina entra en pánico ante la posibilidad de ir a la cárcel. La causa de los cuadernos de las coimas es un detallado mapa del latrocinio que organizaron junto a Néstor Kirchner. Pero la causa Vialidad es la que más la preocupa ahora porque avanza sin prisa pero sin pausa. El valiente y riguroso fiscal Diego Luciani, en su alegato del primer día de agosto, pedirá una pena que va entre 5 y 16 años de prisión. Está procesada y acusada de ser la jefa de la asociación ilícita y de defraudación al estado por millones de dólares. Y los argumentos son demoledores en contra de Cristina. Eso la altera. Eso la lleva a intentar romper el régimen democrático con tal de salvarse de ir a un calabozo.
El ex integrante del Consejo de la Magistratura, Alejandro Fargosi fue irónico pero preciso: “No recuerdo ningún delincuente que hable bien de los jueces que lo condenaron, ni de los fiscales que lo acusaron. Incluso hay casos de insultos, aprietes, ataques físicos y hasta homicidios”.
Todos recordamos al fiscal asesinado Alberto Nisman y aquel audio en el que Cristina le ordena a Parrilli que salga a apretar jueces.
Cristina espera y desespera por una impunidad que no llega. Con la película de 15 minutos que dio a conocer, entró en el modo Hebe de Bonafini. La jefa de las madres en su momento llamó a tomar por asalto el Palacio de Tribunales e insultó brutalmente a los integrantes de la Corte.
El plan se ejecuta con un descaro nunca visto. Vaciaron de contenido y pusieron al servicio de la Reina de la Recoleta a la Oficina Anticorrupción, a la Unidad de Información Financiera, robaron los datos privados de jueces y fiscales que el ex jefe de contra inteligencia Rodolfo Tailhade utiliza para intimidar magistrados y fogonean elevar a 25, el número de integrantes de la Corte.
El largo posteo de Cristina es un compendio de misiles contra jueces y fiscales. Pero el corazón político está en un solo párrafo porque define como ella está convencida de sus propias mentiras. Dice lo siguiente: “De esta manera, el Poder Judicial, devenido en Partido Político, protector del macrismo y perseguidor de los dirigentes de las distintas fuerzas que se le oponen, coloca a los ciudadanos y ciudadanas en situación de libertad condicional”.
Nada de eso es cierto. Pero es cierto en la cabeza de Cristina. Si ella piensa eso, su único camino es seguir profundizando las embestidas contra jueces y fiscales que la sociedad civil debe respaldar y defender frente a este verdadero alzamiento contra la justicia.
Dice Cristina que su condena ya está firmada. Eso no lo sabe nadie. Lo que sí se sabe, porque figura en el voluminoso expediente, es que la cantidad de pruebas que existen es demoledora y que no hay forma de no condenarla. Se sintieron tan impunes los Kirchner que dejaron los dedos pegados en todas partes. Las huellas de los delitos de lesa corrupción se ven a primera vista.
El colmo del delirio de Cristina es acusar a la Corte de ser la responsable de la inflación, la desocupación y la pobreza. Miente sin escrúpulos ni estómago e intenta poner a la gente en contra de la Corte que en esos temas, ni pincha ni corta. El hostigamiento es escandaloso. Solo le falta echarle la culpa de la muerte de Gardel.
Cristina quiere destruir la Corte Suprema y huir hacia adelante. De nada vale que corra, el incendio va con ella.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre