Parte diario: 3.031 contagiados. 147 muertos. 840 recuperados.
Estoy absolutamente convencido que el mejor papel que hoy puede jugar el periodismo independiente y la oposición política, se puede resumir en estas cuatro palabras: Barbijos, sí. Mordazas, no. Creo que comunica rápidamente mi postura. Una cosa es acompañar las normas sanitarias del gobierno nacional en la lucha de todos contra la pandemia criminal y otra cosa muy distinta es callarse la boca frente a los atropellos, corrupciones, autoritarismos y abusos de poder que comete el gobierno de Alberto Fernández en general y la tropa de Cristina en particular. Son dos cosas muy distintas. Respaldo a las medidas de los científicos para liquidar al virus, sí. Seguidismo verticalista y obsecuente con el cuarto gobierno kirchnerista, de ninguna manera.
Es bastante claro lo que debemos defender con la información más rigurosa posible. Hay que cuidar los tres pilares de la Argentina de este tiempo complejo. Hay que cuidar la salud, para que mueran la menor cantidad de compatriotas, hay que cuidar la economía para que haya la menor cantidad de desocupados posible y hay que cuidar la democracia para que con la excusa de las leyes de excepción y emergencia no se lleven puesta la República.
Por eso le digo que la consigna del momento debe ser: barbijos, sí. Mordazas, no. Todos tenemos la obligación de colaborar con científicos, médicos y enfermeros en esta guerra contra la peste. Pero también todos tenemos la obligación de defender con uñas y dientes las instituciones, la división de poderes, la autonomía de la justicia y todos los derechos humanos.
Con barbijos, pero sin mordazas para denunciar todo tipo de corrupción y sobreprecios, sin que nos importe la camiseta partidaria del ladrón. El que roba el dinero del pueblo con coimas siempre es un delincuente. Pero en estos momentos de conmoción, el que lo hace, además de estafador, es una persona antisocial que debe ser extirpada del estado cuanto antes para que sea castigado con todo el peso de la ley. No importa si pertenece al equipo de Alberto Fernández o al de Horacio Rodríguez Larreta. Los malandras, son malandras y no importa si se dicen kirchneristas o macristas. Nunca más debemos permitir que se apropien de nuestro dinero destinado a comprar aceite, fideos, barbijos o alcohol en gel.
Con barbijos, pero sin mordazas para denunciar que, para los cristinistas, los derechos humanos son solamente para sus amigos. Horacio Pietragalla, como secretario de Derechos Humanos de la Nación, pidió por una nota oficial del gobierno de Alberto, que el corrupto confeso, Ricardo Jaime pague su condena en su casa. Y que otro mega corrupto, como Martín Báez, el hijo de Lázaro, salga en libertad. Incluso ahora se supo que también presionaron, en su momento, para que Luis D’Elía se fuera a su casa. Todos integran los grupos de riesgo. Riesgos para los bolsillos ajenos y los dineros públicos.
Exigen ese privilegio a la Cámara de Casación Penal argumentando que Jaime está enfermo y en peligro frente a la pandemia del coronavirus. Jaime estaba haciendo huelga de hambre reclamando ese favoritismo que ya tuvo otro delincuente condenado en segunda instancia como Amado Boudou. El “enérgico repudio” a esta actitud del gobierno nacional, lo encabezaron los familiares del siniestro de la estación Once. Argumentan que esa “maniobra artera e intento repugnante, no se sostiene en pericias médicas” del corresponsable de la muerte de 52 inocentes”, un “asesino de escritorio”.
El presidente Fernández se enteró por los diarios de la movida que Cristina le ordenó a Pietragalla. “Se cortó solo”, decían en la Casa Rosada. Nadie sabía nada. Eso es mucho más grave todavía. Porque encima fue un desafío a la autoridad del presidente. Por eso, la titular del PRO, Patricia Bullrich dijo que al jefe de estado le quedaban dos opciones: dar marcha atrás con la decisión de Pietragalla o, directamente pedirle la renuncia.
Los familiares del siniestro de Once también fustigaron a Pietragalla porque “nunca se preocupó por nuestra integridad psicofísica”, confirmando lo que le dije. Ni Pietragalla, hijo de desaparecidos y nieto recuperado, ni las Madres ni las Abuelas de Plaza de Mayo, tuvieron un gesto de acompañamiento o de reclamo por tantos trabajadores muertos por la corrupción kirchnerista, en aquel tren del horror. Silencio cómplice. Eso fue lo que hicieron. “¿Volvieron para ser mejores o para liberar delincuentes?”, se pregunta el comunicado de los familiares de la masacre de Once.
Hay que agregar que el pedido de prisión domiciliaria de Jaime fue rechazado. Pero, insisto, los derechos humanos son para Jaime, para Boudou, Martín Báez o D’Elía, los reos victimarios y nunca para las víctimas, salvo que sean del equipo de Cristina. Miran con un solo ojo. Se creen dueños de los derechos humanos y en el caso de Pietragalla ya mostró en varias ocasiones actitudes patoteras y violentas. En Jujuy, golpeando a un policía y en diputados volteando el micrófono del presidente de la Cámara de entonces, Emilio Monzó. Siempre a los gritos y generando tumultos.
Con barbijos pero sin mordazas para denunciar que el caso de Boudou superó todos los límites y puso de rodillas y humillada a la justicia independiente. Hoy, los tribunales, están de feria, es decir que solo funcionan para casos de emergencia. Pero eso no importó para enviar a Boudou a su casa. No había un solo motivo, pero ni uno solo y sin embargo el ex vicepresidente de Cristina hoy goza de esa prebenda. Eso solo ya es grave. Pero lo trágico y provocador fue que después, cuando el fiscal quiso apelar esa decisión, argumentaron que la justicia estaba de feria.
La autora intelectual de esta trampa fue Graciana Peñafort, abogada tanto del bandido ex vice, como de la jefa del cártel de los Pinguinos, Cristina Kirchner. Y como si esto fuera poco, Cristina puso al segundo jefe de los espías de su gobierno, a Juan Martín Mena para “custodiar” a los testigos arrepentidos que la denunciaron a ella. Una actitud vengativa terrible. ¿Se imagina como va a custodiar Mena al ex contador de la familia, Víctor Manzanares que aportó pruebas y carpetas? Es poner al lobo a cuidar a las ovejas. Una intimidación permanente. Y como si esto fuera poco, Nicolás Wiñazky denunció que Cristina puso a Mena para blindar el acceso a la información pública y de esa manera ocultar datos claves para investigar la corrupción de la actual vice y el financiamiento del Instituto Patria que está sospechado por todos lados.
El diputado Waldo Wolf va a impugnar esa decisión. Veremos qué suerte corre. Lo mismo con el cyber patrullaje de la ministra Sabina Fréderic. Control a los que no piensan como ellos y represalias para los que se atrevan. Todo el aparato cristinista de Justicia Legítima está dedicado a buscar los caminos más rápidos para que haya impunidad para todos los funcionarios K. La doctora Lucila Larrandart presentó hace 4 días al director del departamento de Derecho Penal de la facultad, una nota para que la institución se sume al apoyo a “la libertad condicional, arresto domiciliario o libertad anticipada”, de los presos kirchneristas de la corrupción. Adhirieron Raúl Zaffaroni, Maximiliano Rusconi, Alejandro Slokar y la ministra Elizabeth Gómez Alcorta, entre otros. Estos nombres lo dicen todo.
Con barbijos, pero sin mordazas, para denunciar que la doctora Peñafort, que además es directora de asuntos jurídicos del Senado, fue la encargada de presionar a la Corte Suprema de Justicia para que se expida ante el pedido de certeza que hizo Cristina. Insisto, la justicia está en cuarentena, la Corte no se pronuncia sobre temas abstractos y tampoco corresponde que opine sobre otro poder como es el Legislativo. Cristina quiere que la habiliten a sesionar en el Senado. Pero necesita asegurar que si lo hacen en forma remota, sus decisiones, no vayan a ser volteadas, después por la Corte. Y aquí hay tendida una emboscada.
Cristina solo quiere sesionar para que se le de media sanción a su proyecto familiar del impuesto a los ricos. Ella es la autora intelectual y su hijo Máximo es el autor material de la insólita intención de cobrar un impuesto más en este momento de hecatombe económica. Eso no ocurrió en ningún país del mundo. Pero el resentimiento y la grieta que quieren potenciar los lleva a impulsar semejante despropósito. Alberto les dijo a sus amigos que no está muy convencido. Pero no tuvo más remedio que aceptarlo y bendecirlo. Le digo lo mismo que el otro día: Cristina corre a Alberto por izquierda, desde el populismo autoritario y Alberto cede cada día más. Desde ese momento, Máximo estuvo en todas las reuniones importantes en Olivos. Es el jefe de su bloque. Pero no invitan a los jefes de los otros bloques. Participa de la mesa chica como una suerte de comisario político. Máximo es el encargado de hacerle los test a Alberto para saber si tiene el virus de la derecha.
El presidente de la Corte, el doctor Carlos Rozenkratz se demoró 24 horas en contestar el pedido de certeza de Cristina y su abogada, Graciana Peñafort le faltó el respeto diciendo que la actitud de los magistrados era “cachivachesca” porque querían “trabar la iniciativa”. Un día duró la resistencia de Rozenkrantz quien, apretado públicamente, también cedió al reclamo y envió el caso al Procurador Eduardo Casal que ya rechazó la pretensión de Cristina. Hay que estar alertas: Vienen por todo. Está claro. Y aprovechan cualquier cosa: incluso la pandemia.
Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra por Radio Mitre