Andahazi: “Los Maldonados de Alberto”

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En estos últimos días se puso en evidencia la estrategia kirchnerista para mantener a Alberto Fernández en su imagen de “papá bueno que cuida la vida de los argentinos” y culpar a Rodríguez Larreta y a la oposición del avance del virus. Quieren instalar una idea: el oficialismo está a favor de la vida y la oposición a favor de la muerte.

La Argentina logró aletargar la curva de contagios merced a una cuarentena estricta que rápidamente empezó a mostrar su contracara: la tragedia de la caída de economía. La cuarentena va camino a cumplir 60 días. El gobierno necesita poner a funcionar pymes, comercios y algunos servicios; de hecho, el presidente el aislamiento.

Pero claro, ¿quién pagará el costo político de la propagación del virus? Alberto encontró un discurso paternalista, reduccionista y falaz en el que se erigió como el paladín de la vida y ubicó a cualquiera que discuta algún punto de su estrategia como una personero de la muerte.

Primero eligió como enemigo a Prat Gay, quien había osado decir que la cuarentena había destruído la economía y luego siguió con el resto de la oposición. Pero como el parate es real, el gobierno dejó en manos de los ejecutivos locales decidir las aperturas. A partir de entonces lanzó el ataque de Provincia a Ciudad.

Primero, Nación incentivó a la Ciudad a buscar infectados en los barrios pobres de Capital, en un plan conjunto llamado Operativo Detectar. Como la enfermera que condujo a Maradona al cadalso del antidoping en 1994, Alberto condujo a Larreta de la mano a testear en forma conjunta.

El resultado fue impactante: en la villa 31 el 60% dió positivo y en la 1-11-14, el 80%. Todos los ojos fueron a Larreta y a su equipo, pero nadie le toma la mano a Kicillof para que testee en los más de 1.700 asentamientos de la provincia.

La narrativa kirchnerista puso a funcionar su maquinaria: el permiso de dar una vuelta recreativa a los chicos este fin de semana agregó argumentos.

Los intendentes de provincia denunciaron a coro las políticas de Ciudad e intentan controlar los viajes de provincia a Capital limitando la Sube. Daniel Gollán, ministro de salud de Provincia, redobló el ataque, hoy posteó un mapa de la Capital como una mancha venenosa y escribió: “Queda claro dónde está el mayor riesgo de irradiación”.

Lejos quedaron las pipas de la paz de Nación y Ciudad. Si Larreta salió a medir puerta a puerta mientras en provincia no se testea, es obvio que los números de ciudad serán peores. La estrategia es burda y clara: si luego de días de mayor apertura en la ciudad, la provincia verifica casos positivos, la culpa será de Larreta.

Un hecho trístisimo ocurrió este fin de semana: Ramona Medina , referente del Barrio 31 y de la revista Garganta Poderosa, murió de coronavirus y su familia también está infectada.

El kirchnerismo tiene la costumbre de utilizar la muerte como herramienta política; ya lo vimos con el caso Santiago Maldonado. Ayer Hebe de Bonafini grabó un audio en el que dijo: “(…)Te asesinaron los indiferentes, como Larreta. Te asesinaron los indiferentes y cómplices como Larreta, como Santilli, como todos esos que están ahí, esperando que se vayan muriendo todos para quedarse con sus tierras. Alguien tendrá que pagar tanto crimen.(…)”.

Victoria Donda se acaba de sumar a la campaña: “El racismo estructural provoca muertes como la de Ramona. Una gestión clasista es una gestión que discrimina”, dice en referencia a la administración porteña.

Pero no hace falta inventar nuevos Maldonados. Desde el inicio de la cuarentena se han registrado varios casos de auténtica violencia institucional. En San Luis, el 5 de abril, Florencia Magalí Morales fue detenida por andar en bicicleta durante cuarentena.

Apareció muerta en la celda de la comisaría 25 de Santa Rosa del Conlara. La familia no cree la versión policial del suicidio y no le fue permitido ver el cuerpo. El 25 de abril en Villa Mercedes, también en San Luis, apareció ahorcado en una celda de la comisaría de Atención a la niñez y la familia un menor de 16 años que había sido demorado horas antes.

Dijeron que se ahorcó con su remera. No es fácil ahorcarse con una remera. En San Luis gobierna el peronismo.

El 15 de abril en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, cuatro policías detuvieron a una pareja y golpearon brutalmente a los dos por no tener el permiso de circulación. El 10 de mayo, cinco policías violaron en manada a una compañera policía. Los colectivos feministas no se han hecho escuchar para condenar a las fuerzas bajo el mando de Kicillof.

En General Pico, La Pampa, el 23 de marzo un hombre cruzó a comprar pan y sin dar voz de alto un policía le disparó con balas de goma. Peor aún la pasa Francisco Vivandelli, quien lucha por su vida tras dos operaciones. Francisco fue detenido en General Hacha, La Pampa también, por violar la cuarentena. Sufrió graves traumatismos de cráneo, hay cuatro policías acusados de golpearlo durante horas.

Hace pocas horas, Sergio Maldonado, hermano de Santiago, me insultó por haber dicho que ciertos sectores están tramando un nuevo caso Maldonado para imputarle a Larreta. Comprendo el dolor de este señor, pero creo que tiene que mirar para otro lado: debería fijarse en los propios compañeros de Santiago que lo dejaron ahogarse en el río Chubut.

No escuché una sola palabra de dolor por parte de Sergio Maldonado por la violencia institucional contra Florencia Magalí Morales, detenida y muerta por andar en bicicleta. No escuché un palabra del CELS ni de Sergio Maldonado por el chico que murió “suicidado” en una celda.

No lo escuché poner en duda la muerte de este pibe que, tenemos que creer que se colgó con una remera. No lo escuché a Sergio Maldonado ni a Horacio Verbitsky, ni Victoria Donda, pronunciar una sola palabra por el hombre baleado por la policía por salir a comprar pan. “Algo habrán hecho”, dirán, por haber osado violar la sagrada cuarentena, el nombre de la nueva épica del gobierno nacional y popular.