Andahazi: “El lado bueno de las pestes”

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Las grandes pestes marcaron un antes y un después a lo largo de la historia. Hemos hablado ya de aquella Buenos Aires castigada por la fiebre amarilla en siglo 19. Recordamos a los médicos argentinos que le dieron batalla al cólera, a los científicos ingleses que detuvieron la viruela y ayer hablamos de los Dottores della peste medievales con sus singulares trajes de hombre pájaro.

Pero no sólo la ciencia le pone el cuerpo a la enfermedad. Escritores y artistas de todas las épocas produjeron sus mejores obras encerrados en cuarentena durante las sucesivas epidemias que asolaron a cada época. Resulta fascinante comprobar cómo aquellas pestes se filtraron en tantas obras que han cobrado un nuevo sentido en cada nueva epidemia.

Hoy quiero hablar de obras y artistas para releer en esta cuarentena y descubrir una dimensión, un sentido, que antes, quizás, pasamos por alto. Giovanni Boccaccio, uno de los escritores que mejor retrataron la Edad Media, quedó huérfano por la peste.

Perdió primero a su madre, luego a su padre y después a su madrastra en las sucesivas olas de la peste negra, durante el siglo 14. Sacudido por la muerte en aquella Florencia en la que no se podía caminar por el hedor de los cadáveres, Boccaccio escribió en 1348 El Decamerón durante aquella cuarentena. El Decamerón trata de un grupo de jóvenes ricos que se hartan del aislamiento y se refugian en la campiña.

“Beber mucho, disfrutar la vida al máximo, cantar, divertirse y satisfacer todos los antojos cuando surgiera la oportunidad, y descartar todo como si fuera una gran broma”: así describía Boccaccio el ánimo de esos jóvenes que violaban la cuarentena y que, además de divertirse, narraban los cien relatos que conforman este texto inaugural.

La responsable de la peste negra es la bacteria Yersinia que usa a la pulga como vector. Europa estaba plagada de ratas que llevaban las pulgas de acá para allá. ¿Cómo entraron esas pulgas infectadas a Europa? Toda las respuestas hay que buscarlas en la cultura de cada época.

Los mongoles sitiaron Caffa, ciudad de la península de Crimea, en ese momento en posesión de Génova; por otra parte, el comercio con Oriente era cada vez más fluído. Los pueblos de las estepas usaban cueros sin curtir, las pulgas de las pieles picaban a las personas y viajaban en barcos y carruajes.

Cuando llegaron esas pulgas a Europa a través de las invasiones y el comercio, encontraron un hogar fantástico en la rata negra que habitaba los burgos europeos.

La peste marcó también la vida y la obra de William Shakespeare. La peste negra aparecía en oleadas, en brotes. Shakespeare era actor, tenía una compañía de teatro y recorría Inglaterra representando sus propias obras. La compañía tenía que llegar a los pueblos antes de la peste en una eterna carrera contra las epidemias.

En 1606 Shakespeare quedó atrapado en Londres en una cuarentena estricta. Gracias a ese confinamiento, Shakespeare escribió “El Rey Lear”, “Macbeth” y “Antonio y Cleopatra”. Ya veremos cuántas Macbeths surgirán después de este confinamiento universal que estamos viviendo.

¿Recuerdan el final trágico de Romeo y Julieta? El amor en su forma más dramática está representado en esa muerte de los enamorados al verse impedidos de vivir su romance. ¿Pero por qué no llegó a Romeo la famosa carta de Fray Lorenzo? Por la cuarentena. Verona estaba en cuarentena y Romeo nunca recibió la nota con el plan de Julieta para fingir su muerte: al verla sin vida, Romeo se suicidó.

Dice Fray Juan: “Yendo en busca de un hermano de nuestra orden que se hallaba en esta ciudad visitando los enfermos para que me acompañara, y al dar con él los celadores de la ciudad, por sospechas de que ambos habíamos estado en una casa donde reinaba la peste, sellaron las puertas y no nos dejaron salir”.

Fray Lorenzo pregunta: “¿Quién llevó entonces mi carta a Romeo?”

Fray Juan le responde: “No la pude mandar ni pude hallar mensajero alguno para traerla, tal temor tenían todos a contagiarse”.

Fray Lorenzo grita desesperado : “¡Suerte fatal!”.

Es reconfortante ver cómo la literatura nos ayuda a trascender el dolor y la enfermedad.