Esta vez, el acto fue virtual, pero el reclamo fue tan real como siempre. A 26 años del atentado terrorista a la AMIA, la consigna central fue acorde a los tiempos de pandemia: que la justicia no se lave las manos.
Y fue justamente lo contrario de lo que hizo el presidente Alberto Fernández. Se lavó las manos como si fuera un Poncio Pilatos de estos tiempos. O peor aún, Traicionó incluso sus pensamientos. Se dio vuelta en el aire como un panqueque. Ayer, Alberto, pasó de condenar con dureza a Cristina por haber sido la instigadora del tenebroso pacto de encubrimiento con Irán, a decir livianamente que “fue un intento de destrabar y encontrar una solución”. Es difícil encontrar en la historia reciente, un giro de 180 grados semejante. En un instante, ese pacto espurio que encubrió a los terroristas de estado que volaron la AMIA, pasó de ser la evidencia de un delito al intento de encontrar una solución. ¿Es posible devaluar tanto la palabra en público, en forma impúdica?
Todo esto que le cuento no se trata de declaraciones en voz baja, en el off the record. Todo fue público y se puede leer y escuchar. Primero en aquella columna que Fernández publicó en La Nación el 16 de febrero de 2015. En esa reflexión tranquila que todos tenemos al escribir, Alberto planteó que “El acuerdo es la prueba del encubrimiento. Ella (por Cristina) sabe que ha mentido y que el memorando firmado con Irán solo busco encubrir a los acusados. Nada hay que probar. ¿Para que pactaron ambos gobiernos notificar a Interpol lo acordado, si no era para levantar los pedidos de captura librados?
En TN, frente al colega Nelson Castro, el actual presidente dijo: “el encubrimiento ya existe, es el tratado. El pacto, es la consumación del encubrimiento. Cristina y Timerman, son los ideólogos y los impulsores. En términos penales, Cristina es la instigadora y el canciller el autor directo”. Diego Leuco, anoche en su programa “Ya somos grandes”, calificó de “Camaleón” a Alberto porque cambia de colores según la ocasión. Y con ironía, dijo que en aquel momento ya era profesor de la facultad de Derecho.
Fue tanta la indignación por mancillar la memoria de los muertos y burlarse de la lucha de los familiares que fui al diccionario a buscar los significados de las palabras “Cinismo e hipocresía”. Cinismo, dice la Real Academia es aquel que miente con descaro, impudicia o deshonestidad. Hipócrita es aquel que finge una cualidad, sentimiento, virtud o una opinión que no tiene. Esta atrocidad inmoral no debe evitar nuestro recuerdo y homenaje para que la justicia no se lave las manos.
Una vez más, sentimos un agujero negro en el alma y el frío corrió por la espalda de la República Argentina. A las 9.53 pudimos sentir en nuestra conciencia ese alarido que exigió justicia para que los muertos de la AMIA descansen en paz. Porque el nefasto pacto con Irán no fue una ingenuidad – como Cristina dice en su libro- , fue una puñalada por la espalda a las 85 víctimas y a toda la sociedad argentina. Con el terrorismo no se pacta.
Para buscar la verdad, hay que apoyar el juicio en ausencia de los criminales y reclamar que se combata el financiamiento de Hezbollah en la Triple Frontera. Las vergonzosas idas y vueltas de Alberto también tuvieron su expresión en el caso de la dictadura venezolana que es la cabecera de playa de Irán en la región. Desde Teherán le envían petróleo y dinero para sostener ese régimen que se cae de Maduro. El testaferro de Nicolás Maduro y nexo con Irán es Alex Saab que está a punto de ser extraditado para su juzgamiento a los Estados Unidos. Esta detenido en Cabo Verde. ¿Sabe quién es el abogado de este mega delincuente internacional? Baltazar Garzón, ex juez español y ex asesor rentado de Cristina. El doble discurso del cristinismo es aterrador. Miran para otro lado y callan y por lo tanto otorgan ante el informe de Michelle Bachellet (no de Bolsonaro), que denuncia asesinatos, desapariciones, torturas y gravísimas violaciones a los derechos humanos.
Si Videla asesina, es terrorismo de estado. Si Maduro asesina, es revolución emancipadora. Mentiras e ideologitis en estado puro. Lo mismo ocurre a la hora de analizar el atentado terrorista más grave que sufrió la Argentina con la voladura de la AMIA, que, en un instante, destruyó a 85 personas.
Porque hoy se sabe todo o casi todo. Pero no pasa nada o casi nada. No hay un solo responsable preso. Fernández sufrió una mueca del destino. Uno de los 85 muertos en la AMIA se llama Alberto Fernández, tenía 54 años y estaba despachando en su panadería. Una casualidad macabra.
Otra declaración increíble de Alberto sobre el tema. Dijo que Cristina “se indultó a sí misma apropiándose de la verdad, de la Patria y hasta de la alegría y condenó cínicamente a los que quedamos agobiados por lo patético de lo ocurrido”. Estoy citando textual su opinión sobre el magnicidio del fiscal Alberto Nisman.
Alberto también arremetió contra los legisladores cómplices de Cristina y Héctor Timerman: “Irónicamente, senadores y diputados legitimaron con sus votos el encubrimiento de los presuntos asesinos. No es la primera vez que se actúa de ese modo. También encubrió la corrupción de su vicepresidente expropiando una empresa fabricante de moneda y logrando que los votos de diputados y senadores legitimaran el ocultamiento de pruebas.
Sólo un necio diría que el encubrimiento presidencial a los iraníes no está probado.” ¿Escuchó? Le repito: Alberto escribió que “Sólo un necio diría que el encubrimiento presidencial a los iraníes no está probado”.
El final de la denuncia de Alberto contra Cristina estremece porque ahora son un matrimonio de poder por conveniencia. En ese momento, con estos conceptos Fernández Alberto cerró su brutal sentencia de Fernández Cristina: “Para entonces ya no habrá palabras. Sólo hablará el silencio. Como en la música, será el silencio el que erice la conciencia de quien traicionó el reclamo de justicia de los 85 muertos en el atentado contra la AMIA y el que deje al descubierto el encubrimiento intentado. Y será el silencio el que descubra la magnitud de la tragedia vivida. La misma tragedia que Cristina sólo podrá negar hasta que el silencio la aturda. ”A confesión de partes, relevo de pruebas.
En ese mismo escenario, pero real, estuvo mi hijo Diego como orador y yo cumplí esa misma tarea cuando se cumplieron 10 y 20 años de impunidad. Jamás podremos olvidar esa experiencia y ese desgarro. Para que llorar no se vuelva una costumbre. Para que las velas alumbren la oscuridad del crimen de lesa humanidad, de los países que fomentan el terrorismo, de la conexión local, del encubrimiento de estado. Para que nunca más.
Para que solo pidamos la muerte de la muerte para toda la vida. Para que no haya que llevar luto otros 26 años. Hasta que cierren las heridas que todavía están abiertas. Hasta que se cierren las tumbas. Hasta que se abra la verdad.
Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre