San Martin y Cristina son el día y la noche

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La herejía la cometió el diputado nacional Eduardo Félix Valdés. Pocos se animaron a comparar a Cristina con Yrigoyen y Perón, pero nadie, a ponerla a la altura de San Martín. Ese despropósito que dijo por un canal de televisión K lo fundamentó en que todos ellos, según Valdés, fueron perseguidos y sufrieron denuncias por traición a la patria.

Valdés es amigo del Papa Francisco y también de Cristina, la presidenta de facto y de Alberto, el presidente decorativo de la Nación.

¿No será mucho, diputado Valdés? Comparar a San Martín con Cristina es como igualar el día y la noche. Solo el fanatismo negacionista puede conducir a ese precipicio conceptual.

Por más caprichos turísticos que le pongan al calendario, lo cierto es que un día como hoy, pasó a la eternidad don José de San Martín, el argentino más grande de todos los tiempos. Justo hoy que Cristina desespera esperando la impunidad que a esta altura parece imposible.

Todas las comparaciones son odiosas, pero la verdad es que fue el propio diputado Valdés el que lo hizo con una audacia y genuflexión sin límites.

Es una provocación absolutamente fuera de lugar.

San Martín es el día que nos ilumina y Cristina es la noche que nos oscurece como país. Sobre todo si queremos construir una patria digna para todos. No debemos olvidar los mejores ejemplos para imitar ni los peores que tenemos que extirpar.

El Padre de la Patria cruzó la imponente cordillera de Los Andes con su mensaje de libertad. Fue la más grande epopeya americana que se recuerde.

Cristina cruzó todos los límites legales y se convirtió en la jefa de la asociación ilícita para saquear al estado más grave de la historia democrática. Durante doce años de coimas, sobre precios y lavado de dinero, convirtieron en mega millonarios a toda su familia y la mayoría de sus funcionarios y hasta los secretarios Daniel Muñoz y Fabián Gutiérrez, ambos fallecidos.

 El motor emancipador de San Martín tuvo una potencia gigantesca. Liberar el continente fue su utopía en marcha.  La potencia de Cristina fue para engancharnos como vagón de cola de las locomotoras del atraso y la violación de los derechos humanos como Cuba y Venezuela. Flaco favor le hacen a la patria al poner embajadores más chavistas que Chávez. No defienden el interés de Argentina. Son guardaespaldas ideológicos y de negocios de los tiranos.

Hoy la excelentísima vice presidenta y jefa del jefe del estado está en su peor momento, con un altísimo rechazo en todas las encuestas. A San Martín lo necesitamos más que nunca. ¡Qué bien que nos vendría en estos tiempos de cólera y twitter su sabiduría y su coraje patriótico! Qué bien que nos vendría que bajara del bronce o se escapara de los libros para darnos cátedra de cómo ser un buen argentino sin robar ni perseguir a nadie ni sembrar el odio entre los hermanos. Porque todavía vive en el corazón de los argentinos.

San Martín, era austero y honrado hasta la obsesión. Incluso le hizo quemar a su esposa Remedios los fastuosos vestidos de Paris que tenía porque decía que no eran lujos dignos de un militar.

Cristina se convirtió en una potentada pese a que casi fue solamente funcionaria pública. Ahora no usa sus joyas carísimas porque una denuncia de Graciela Ocaña reveló que no estaban declaradas. Mantiene su Rolex de oro, sus viajes que cuestan fortunas en avión del estado a Calafate y no usa ninguna cartera que no sea de Luis Vuittón.

San Martín manejó cataratas de fondos públicos y murió sin un peso. En su testamento se negó a todo tipo de funerales. La muerte lo encontró en el exilio, casi ciego, muy lejos de Recoleta y Calafate.

Esos son los lugares en el mundo de Cristina. Mansiones, lujosos departamentos y hoteles de alta gama, producto de los aportes que hizo Lázaro Báez, como está probando el fiscal Diego Luciani.

Don José de San Martín fue un ejemplo de rectitud cívica en tiempos de traiciones, corrupción y contrabando.

Cristina y antes Néstor, tuvieron como amigo, cómplice, testaferro y empleado a Lázaro Báez, ya condenado a 12 años de prisión. El fiscal Luciani fue claro en su alegato: “Lázaro es Néstor. Lázaro es Cristina”.

Estamos hablando de San Martín, que como primer acto de gobierno en Perú aseguró libertad de prensa y decretó la libertad de los indios y de los hijos de esclavos y encima redactó el estatuto provisional, un claro antecedentes de nuestra Constitución tan humillada durante demasiado tiempo. Su gran preocupación fue no concentrar el poder y por eso creo el Consejo de Estado y se preocupó para que el Poder Judicial fuera realmente independiente. Repito, insisto: todo lo contrario al vamos por todo y al intento de dominar con amenazas y poner de rodillas a la justicia para lograr la impunidad. Ni hablar del odio y la persecución que produjeron contra los medios y la prensa independiente.

Una de las enseñanzas más maravillosas que nos dejó San Martín tiene que ver con su rechazo al silencio temeroso generado por todos los  autoritarismos: “Hace más ruido un solo hombre gritando que cien mil que están callados”.

Cristina y los Baradel de la vida utilizan las aulas para adoctrinar y defender los privilegios de los dirigentes sindicales. Qué bien que nos vendría ahora ese San Martín convencido de que la educación era la forma más profunda de soberanía. Decía que la educación era más poderosa que un ejército para defender la independencia. Le sintetizo el tipo de dirigente que nos dejó San Martín con su ejemplo: Respeto por la libertad de expresión, independencia de poderes, austeridad republicana, honradez a prueba de bala, coraje y estrategia y un profundo amor para una patria de todos y para todos. Es el padre de la patria y nosotros, sus hijos, debemos honrar su memoria tratando de multiplicar sus valores y de construir una Argentina a su imagen y semejanza.

Porque San Martín es nuestro. Y nos puede ayudar a sacar los mejor de nosotros. Para no rendirnos ni bajar los brazos frente a los que fabrican autoritarismo para conseguir la suma del poder público. Un San Martín para que nos siga iluminando aún en los momentos más oscuros.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre