Putin, un criminal de lesa humanidad

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Vladimir Vladimirovich Putin, tiene 69 años, y es la persona más odiada del planeta. Nos puso un misil apuntando a la cabeza de todos los que amamos la libertad y la democracia. En las Naciones Unidas, 141 países le exigieron que sacara sus garras ensangrentadas de Ucrania. Mientras tanto, Volodia, como le dicen sus familiares, siguió asesinando civiles con armas prohibidas y bombardeando ciudades frente al coraje que resiste del pueblo ucraniano y su presidente Volodimir Zelenski, ya convertido en héroe global. Su última salvajada fue bombardear dos escuelas y produjo 9 muertos. Hoy se acordó un cese del fuego temporario para dejar corredores humanitarios y evacuar civiles. Pero estamos lejos del final de la guerra. El presidente de Francia, Emanuel Macrón dijo: “Lo peor está por venir”.

Putin ya fracasó aunque al final logre apoderarse del gobierno de Ucrania. Será juzgado como criminal de guerra y por delitos de lesa humanidad por el Corte internacional de La Haya.

Estamos ante un perverso sin moral ni escrúpulos. Goza con sus crueldades en el ejercicio del poder. Su estructura mental fue constituía por lo peor de la historia rusa. Por la angurria expansionista feroz de los zares y por un genocida de las dimensiones colosales de Stalin. Muchos lo comparan con un Hitler que tiene la mayor cantidad de ojivas nucleares de todo el mundo.

Y ya amenazó un par de veces con apretar ese gatillo que desataría una Tercera Guerra Mundial, seguramente la más sanguinaria de toda la historia.

Desde 1999 cuando reemplazó a Boris Yeltsin como presidente interino, Putin maneja con puño de hierro a la Federación Rusa. Apeló a todos los recursos de los autocráticos y los dictadores. Fraude en algunas elecciones, modificación de leyes como traje a su medida, normas que garantizan su impunidad a futuro, envenenamiento de opositores, una de las censuras más férreas y un nivel de represión interna pocas veces visto con torturas y persecución implacable a homosexuales y a todo tipo de nuevos derechos.

Es un retrógado, fascista de izquierda. Por eso lo apoyan los extremistas de todo signo. Por eso recibe el respaldo de peligrosos parias como Kim Jong-Un el monarca marxista y tirano de Corea del Norte o Nicolás Maduro, el dictador chavista venezolano.

Thomas Friedman, del New York Times, tal vez el mejor periodista del mundo, planteó tres escenarios posibles para esta guerra imperialista que intenta quebrar a un pueblo que eligió la democracia y que quiere ser parte de la Unión Europea para potenciar su camino del progreso social y la modernidad.

La opción más esperanzadora es la insurrección. Esto podría ocurrir porque ya se están evidenciando algunas grietas en todos los segmentos de la sociedad. En la base de la pirámide, los rusos de a pie nunca lograron un bienestar como en otras potencias. Hoy aspiran a vivir como les plazca y a una calidad de vida potenciada por las nuevas tecnologías y las ventajas del mundo capitalista. Las protestas en muchas ciudades de Rusia son la temperatura de ese tipo de sublevaciones civiles que fueron reprimidas con una ferocidad que tuvo como saldo una importante cantidad de presos políticos. Denuncian, por supuesto, que en las cárceles del régimen se violan hasta los más elementales derechos humanos. Esa erupción ciudadana podría aumentar a medida que crezcan las restricciones en el consumo. Pero en la cumbre de la pirámide social, los millonarios, conocidos como oligarcas, también están cuestionando a Putin porque las sanciones económicas les complican la vida y ven a Putin como un psicópata que no tiene otro interés que convertirse en el nuevo líder de una reconstruida Unión Soviética. Zelensky dijo que si Putin triunfa en Ucrania, de inmediato irá por “Moldavia, Lituania, Estonia y hasta el Muro de Berlin.”

Pero falta el principal segmento que podría derrocar desde adentro a Putin. Entre los propios militares crece el horror ante la falta de capacidad estratégica de Putin para conducir la guerra y por la cantidad de cadáveres que están arribando a Moscú. Hay errores militares evidentes y muy groseros. Pero también existe un fuerte cuestionamiento esa actitud agresiva como invasores que los alejó de cierta tranquilidad cotidiana y los acerca a posibles juzgamientos en tribunales internacionales.

Estamos observando el mayor éxodo de refugiados en 75 años. El triste enfrentamiento armado entre pueblos que tienen raíces en común. Es cierto que “Rusia no es Putin”, como dijo Alexei Navalny que está preso por disidente y que no murió envenenado gracias a la urgente intervención de Angela Merkel.

Sin embargo Cristina no oculta su enamoramiento ideológico con Putin y Alberto quedará en la historia como el que le ofreció convertir a nuestro país en la puerta de ingreso para Rusia en nuestra región.

Es conmovedora la resistencia ucraniana. Valientes defensores de su tierra, de su cultura y de sus familias. Están dispuestos a morir para evitar ser sojuzgados. Es una pelea entre David y Goliat. Las asimetrías en el poderío económico y militar son tremendas. Pero muchas veces, en la historia la esperanza vence al miedo. Y la libertad a los dictadores. Golda Meir, la ex primer ministro de Israel, nacida en Ucrania dijo que “nunca sabrás lo fuerte que eres, hasta que ser fuerte sea tu única opción”.

En eso andan los ucranianos y los rusos amantes de la libertad. Todos contra Putin. Todos contra este criminal de lesa humanidad.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre