Osvaldo Bazán: “El palacio del peronismo”

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En su columna dominical para El Sol de Mendoza, el periodista hizo un análisis profundo sobre la situación en Formosa recordando al enorme Luis Clur, creado de Telenoche, un una fiesta de Los Martín Fierro: “Cuando se prende la cámara, cae el autoritarismo”. Recomendada.

Por Osvaldo Bazán (*)

Era otro país.

Un brillo perverso e ingenuo a un tiempo; un plateado ostentoso y chillón saltaba desde la pantalla del televisor, que era la única pantalla. Visto desde hoy, dos cosas llaman la atención: hay gente fumando en una fiesta en un salón y nadie mira su celular. En realidad, si alguien decía la palabra “celular” ninguno de los presentes hubiese pensado en un telefonito.

Nadie imaginaba un celular.

El futuro estaba ahí nomás, pero no lo sabíamos.

El Sheraton de Buenos Aires, con sus mejores galas, recibía en esa noche de abril de 1992 a la perfumada colonia artística. Tan otro país era, que el siempre oblicuo jurado del Martín Fierro podía elegir en el rubro “humor” al clásico de Tato Bores (“Tato de América”), al mejor período de Antonio Gasalla (“El Palacio de la risa”) o al innovador de Jorge Guinzburg (“Peor es nada”).

Era un país que aún reía.

Con muchos problemas, algunos de ellos, apenas semillas que han germinado y han convertido a éste en un tiempo de malezas. Pero nos reíamos. Quizás los más chicos no lo sepan pero hubo un tiempo en que los argentinos nos reíamos.

Los de APTRA siempre tan conservadores, tenían que elegir a la revelación del año y en lugar de premiar a Alfredo Casero o a Alejandro Urdapilleta, eligieron a Jorge Schubert, un actor al que el trofeo se le convirtió en maldición.

Pero era otro país y entonces, cuando Fernando Bravo y Teté Coustarot, de riguroso plateado, anunciaron por la pantalla de Telefé que Telenoche de Canal 13, otra vez, había ganado el premio, a nadie le resultó extraño que Cecilia Roth, Gerardo Romano, Darío Grandinetti, Jorge Marrale o Graciela Duffau, aplaudieran.

Si alguien decía allí la palabra “grieta” hubieran pensando en algún terremoto, en Escala Ritcher o cosas así. Porque aún los actores no habían descubierto que el periodismo que contaba datos de la corrupción era el culpable de todos los males del país, ni sospechaban de la esencia del mal que se incubaba en el grupo Clarín y en Canal 13 y lo más importante, aún no se habían autopercibido como juzgado moral de la sociedad. Para decirlo rápido: aún no se habían comido el verso de que sus opiniones, en general bastante desinformadas, eran más importantes que las de el común de la población.

En ese otro país, Gildo Coso Insfrán ya hacía 9 años que amasaba fortuna y poder desde el Estado formoseño. El día en que volvió la democracia se empolló el huevo de la serpiente. El 10 de diciembre de 1983 asumió como diputado, cobró su primer sueldo estatal y ya nunca, nunca, nunca más dejó el poder. Fue diputado por cuatro años, hasta 1987 cargo que dejó para convertirse en vicegobernador, en 1995. Le financiamos la carrera entre todos, cada vez que pagamos un impuesto.

Volviendo a la noche glamourosa del Martín Fierro, don Luis Clur, leyenda del periodismo argentino cuya carrera pasó por cada uno de los hitos de gran parte del siglo XX, director periodístico de “Telenoche” dijo una frase que repetiría cada vez que su programa ganase el Martín Fierro y fueron muchas veces. Dijo Luis Clur frente a la perfumada colonia artística que aplaudía despreocupadamente: “Cada vez que se enciende una cámara, cae el autoritarismo”. ¡Qué noche, Teté!

A muchos superados de la comunicación nacional la frase le sonaba a simpático lugar común, un enunciado de sobrecito de azúcar, una máxima típicamente esperable de un capitoste instalado en la industria de la información. Sin embargo, las palabras de Clur eran mucho más que un discurso de ocasión para adornar la noche más wannabe de la televisión criolla.

Clur sabía de lo que hablaba.

Dos años después, en 1994, cuando “Telenoche” vuelve a ganar el premio, mientras Gildo seguía su carrera de vicegobernador, el periodista amplía el concepto, frente a por ejemplo Oscar Martínez y Cecilia Roth que sonreían juntos en la misma mesa ya que ambos protagonizaban el programa “Nueve lunas” y a Rodolfo Ranni, Darío Grandinetti, Daniel Fanego y Gustavo Garzón que hacían “Los Machos”, ambos programas del canal que pertenecía ya hacía años al grupo mucho más tarde denostado.

En esa oportunidad Clur, ante el respetuoso silencio de la audiencia, comentó el hecho periodístico del año: coimeros del PAMI peronista de la época de Menem habían sido filmados contando dólares: “Las imágenes movilizan, el poder de la imagen. La imagen (de los coimeros del PAMI contando dólares) rebotó en el cuadro político nacional. El poder de los coimeros contra el poder de la imagen. Los hechos demostraron que cuando se enciende una cámara, cae el poder de la corrupción”. La historia en Argentina peronista, no se repite, continúa cada vez más degradada: satélites peronistas sorprendidos por una cámara contando dólares. Condenados al éxito del populismo.

Lo que el bueno de Clur no podía predecir es que el privilegio de contar una cámara muy pronto se democratizaría. Hoy no hace falta ser una corporación de noticias no sólo para conseguir imágenes sino, más increíble aún, para difundirlas.

Así como en los ’60 el Che pedía crear, uno, dos, tres Vietnams, en el siglo XXI se crearon uno, dos, tres, millones de cámaras. Cámaras encendidas todo el tiempo. Cámaras que, todas juntas, muestran un país distinto. Cuenta Silvina Chediek lo difícil que técnicamente era hacer en mitad de los años ’80 “El Espejo para que la gente se mire”, ese programa que por primera vez transmitía en directo desde todo el país. No había el mínimo de infraestructura, llevar una cámara a la Puna o el Impenetrable era prácticamente imposible.

Hoy, todos somos cámaras, todos somos transmisores. Las andanzas de un gatito o la violación a los derechos humanos en un centro de detención público –que no clandestino- inundan en segundos millones de teléfonos. Después, cada uno sabrá qué hacer con eso.

Fue una foto borrosa pero real la que informó al país de la muerte de Mauro Ledesma cuando intentaba cruzar el río para ver a su hija porque Insfrán no se lo permitía. Sin esa foto, sin esa historia, la frase que el actual ministro de Agricultura de la nación Luis Coso Basterra dijo por televisión: “¿Cuántos casos de violencia, de golpes hubo para que no valga la pena que tengamos sólo 10 muertos” no sonaría tan cínica. Pero está la foto.

Zunilda Gómez y Juan Gabriel Núñez Centurión. Foto: Diario Clarín

Zunilda Gómez y su familia, de Clorinda, fueron aislados compulsivamente porque un vecino con el que no habían tenido contacto, había dado positivo.

El 19 de diciembre los trasladaron a un hotel y los testearon. Negativos. Pero debieron seguir ahí, Zunilda, embarazada, su esposo Juan y sus tres hijos en una habitación.

El 26 los volvieron a hisopar. Todos negativos. Siguieron adentro.

El 31 los volvieron a hisopar. A Juan le dijeron que había dado positivo, pero nadie le mostró ningún documento. Esto después lo denunciaron muchos detenidos.

A él lo trasladaron a un estadio. Ella quedó embarazada y sola con sus tres hijos.

El 4 de enero tuvo pérdidas. Dos días después la dejaron ir. En total, 5 tests, los 5 negativos. Zunilda perdió su embarazo. Juan fue trasladado a otro lugar de detención.

“El derecho vos lo tenés, pero no en pandemia. Es claro el Código Penal, que no podés andar contagiando a la gente. Esto es un aislamiento preventivo, son diez días o catorce hasta que tengan un hisopado negativo. Es para proteger”, dijo la voz fuerte del peronismo en la cámara de senadores, el antediluviano José Coso Mayans, senador por Formosa. Después dijo que no dijo lo que dijo y que, claro, el periodismo lo sacó de contexto y cambió sus palabras.

Lo de Zunilda como cada uno de los atropellos que el gobierno nacional y la progresía palermitana se empeñan en banalizar fue posible gracias a la predicción de Clur: se enciende una cámara, se cae el autoritarismo. Las redes se poblaron de testimonios de gente desesperada a la que ya le sacaron todo y, entonces, con nada que perder, denuncian a los gritos situaciones humillantes, de encierro de niños, comida con gusanos, dos baños para 70 personas, convivencia entre positivos Covid, no positivos, sospechosos, asintomáticos, sanos. Encierro. Después lo quieren comparar con el sistema de hoteles o la cantidad de muertos de la Ciudad de Buenos Aires, sin tener en cuenta la densidad de la población, dato clave en la propagación del virus. Porque no casualmente cinismo rima con populismo.

Todo lo que pasa en Formosa está a la vista. Todos sabemos que todos sabemos.

El hijo del matrimonio terrorista que en plena democracia, en 1975 bajo un gobierno peronista, tuvo su bautismo de fuego como “Comando Montonero” y llegó hasta Formosa para copar un regimiento militar y en ese intento mataron a un subteniente, un sargento, diez conscriptos y tres civiles que tampoco tenían nada que ver y que fue resarcido por el Estado Argentino con 250 mil dólares, que además es quien ahora y porque su cargo lo requiere, debe reglamentar que los familiares de los asesinados defendiendo la institucionalidad también cobren algo del Estado y no lo hace, (sí, el que debe reglamentar el cobro de las personas asesinadas es el hijo de los asesinos) ese señor, Horacio Pietragalla Conti es hoy Secretario de Derechos Humanos y ha dicho que Formosa es Disneylandia y también sabe que todos sabemos que miente.

La visita de Pietragalla fue otro cuento del relato: como cuando la dictadura recibió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1978, adecentaron el local y escondieron la miseria, acá no ha pasado nada, siga, siga.

Sin embargo todos vimos que en la Escuela Número 224 hubo encerradas 16 personas por un presunto contacto estrecho, 21 días, con 4 hisopados negativos, esperando un quinto, bebés, personas descompuestas. Lo vimos. Referentes wichís de Ingeniero Juárez, Santa Teresa, San Miguel y María Cristina del departamento de Matacos, todos denunciaron falta de acceso a salud, recursos sanitarios y maltratos. Lo vimos.

Todos sabemos todo de Formosa. Ya nadie puede hacerse el distraído. Los actores que aplaudían lo de la cámara que hace caer el autoritarismo, también lo saben.

En cientos, miles, centenas de miles de teléfono los gritos amargos de los formoseños son la denuncia moral más potente.

¿Y entonces? ¿Por qué la pareja de Fabiola sigue diciendo que Gildo es un gobernador ejemplar? Porque lo es. Formosa no es un error del peronismo. Formosa es el peronismo.

Formosa es casi la mitad de Inglaterra, apenas más chico que Portugal y casi tres veces Israel. Podría ser un paraíso de frutas tropicales para vender al mundo. Sus incalculables riquezas naturales están tapadas por el altísimo nivel de corrupción de un gobernador que se elige indefinidamente.

Hay 167 empleados públicos por cada 100 empleos privados. Un modelo nacional: en 16 de las 24 provincias hay más empleados estatales que privados. Por eso dependen totalmente del gobierno nacional y los giros por coparticipación. Eso explica el 80% del presupuesto de Santiago del Estero, el 76% del de La Rioja, el 74% del de Formosa, Catamarca y Jujuy. Con datos del INDEC se sabe que por cada comprovinciano, en 2020 La Rioja recibió $26.870; Santa Cruz, $15.795; Neuquén, $12.262; La Pampa, $11.806; y Formosa, 410.971. En el fondo de la tabla, Mendoza es la que menos recibió por habitante de parte del gobierno nacional: $3.352.

¿Está mal que se ayude a los más necesitados? No. Lo que está mal es que la situación perdure en el tiempo, lo que lo convierte al subsidio, la dádiva, en el objetivo. Es lo que se busca.

Peronismo explícito, una enorme cadena de dependencia: el pibe formoseño que hace una changa para el empleado municipal formoseño no se queja porque se puede quedar sin la changa; el empleado no se queja porque se puede quedar sin su empleo; el proveedor del estado provincial calla y recibe su beneficio; los wichís callan porque saben desde 1947 con la matanza de Pilagás que los peronistas los muelen a palos y el gobernador paga todos esos favores con los dineros girados por el gobierno nacional y a su vez su dependencia le hace a sus senadores levantar la mano para cualquier barrabasada pedida desde el gobierno central. No lo consideran dependencia, claro. Es lo natural. Me das, te doy, nosotros ricos, ellos pobres y que se callen.

No, Formosa no es un error. Formosa es el modelo: clientelismo político, pobreza estructural, estado represor, eternidad gubernamental, relato xenófobo, desperdicio de recursos naturales, miedo e ignorancia. Lo dijo sin problemas Guillermo Coso Moreno: “Formosa es el templo del peronismo. Uno cuando entra a Formosa se persigna, es el templo del peronismo”. Y cuando le preguntaron por las concejalas encarceladas dijo, sin ponerse colorado, “algo habrán hecho”. En el templo del peronismo o te arrodillás o te excomulgan.

Todos sabíamos lo que pasaba en Formosa pero se podía mirar para otro lado porque no había decenas de personas angustiadas mostrando con sus telefonitos lo que estaban sufriendo. Como el protagonista de “La Naranja Mecánica”, ya no es posible no ver.

Es absolutamente necesario que organismos de derechos humanos, artistas e intelectuales por una vez se comporten dignamente y reconozcan lo que está ocurriendo. Aunque en el fondo y de verdad, ya no importa que no aparezcan con su cartelitos mal hechos y cara de haber pisado caca.

Todos sabemos que todos sabemos. Ellos saben que no lo están haciendo.

Deberán vivir con eso. Guardarán su foto de Santiago Maldonado pero ya quedaron desnudos en su banquito mediocre de superioridad moral. Ya todos sabemos que todos sabemos. Que se hagan los distraídos no los disculpa, al contrario, los denuncia.

En 1997, Luis Clur, otra vez al recibir el Martín Fierro dijo que trataba de situarse “en el umbral del tercer milenio, desde esa perspectiva confiamos para entonces que la voladura de la embajada y de la Amia haya sido una pesadilla trágica del pasado con responsables castigados… Que haya justicia independiente y jueces que no pacten con procesados; que los políticos hayan abandonado la frivolidad y derrotado a los corruptos. Los impunes de siempre habrán sabido entonces que nada ni nadie podrá jamás asesinar a la verdad”.

Tenemos los telefonitos. Tenemos el poder de la imagen y de la verdad. Ellos sólo tienen su miseria que cada vez es más grande. Hagamos que Luis Clur tenga razón.

(*) Columna de Osvaldo Bazán publicada en el Sol de Mendoza.