Osvaldo Bazán: “Ana María Fernández y la Triple A”

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La historia del video de la profesora universitaria que se hizo viral. Hablaba de las elecciones de piscología y pedía que no votaran al macrismo: “No me voy a hacer la democrática”, decía. Otra gran columna del periodista en El Sol de Mendoza.

Por Osvaldo Bazán

Una profesora universitaria frente a su clase comenta las elecciones del centro de estudiantes de la facultad y dice: “No me voy a hacer la democrática”.

Lo dice y se ríe.

Lo dice con media sonrisa canchera, parada en el pony moral de la corrección política y el saber académico, que en este país, increíblemente, significa no ser democrático.

El hecho pasó, como pasan las cosas graves en Argentina, como unos tuits, un “¡mirá vos!” y poco más.

Pero que una profesora universitaria se ría de la democracia en un claustro de la universidad más importante del país dice tanto del estado de cosas que sería interesante mirar de cerca.

Porque no es el huevo de la serpiente.

Es la serpiente.

La clase ocurrió en 2019, en la cátedra “Introducción a los estudios de género”.

La profesora fue la doctora Ana María Fernández.

Ana María Fernández no es una profesora cualquiera. Es psicóloga e investigadora de la UBA, Premio Konex de Humanidades en la categoría Psicología año 2016 y “Graduada Ilustre” de la Universidad de La Plata del año 2018. Como funcionaria es integrante del Consejo Asesor del Ministerio de las Mujeres Géneros y Diversidad. O sea, es parte interesada en el partido que ahora está en el gobierno.

La profesora dijo: “¿Es cierto que puede ganar el macrismo el centro de estudiantes? ¿Yo escuché bien? Chicos, ¡en psicología no! (aplausos) No, ¡en sicología no! No se olviden de ir a votar por favor. Voten bien, no voy a hacerme la democrática: ‘Bueeeno, lo importante es el ejercicio del voto’ (jaja) No, pero me quedé impresionada, hace muchos años que esto no pasaba ¿ganaron las del concejo directivo también? ¿Fueron limpias?”.

Una puede entonces preguntarse: ¿qué te hacés cuando “no te hacés la democrática”? ¿La dictatorial? ¿Hay alguna cosa en el medio?

Más inquietante aún: ¿cómo llega una profesora elogiada a lo largo de toda su carrera a reírse de la democracia en una clase, y peor aún, a no darse cuenta que se está riendo de la democracia en una clase?

Es de suponer que si la fuerza política que tanto molestaba a la profesora tenía cuando ocurrió la charla posibilidades de ganar el centro de estudiantes, muchos alumnos presentes en el curso en ese momento pensaban votar a esa fuerza. Sin embargo, hubo aplausos, risas y ningún alumno que se parase y dijera “No”. ¿Por qué? Porque era imposible: la asimetría de poder entre la petulante profesora y el alumno que hubiera querido decir “no”, era enorme.

La profesora acalló las voces de la disidencia.

Invalidó la discusión.

Proscribió la disconformidad.

Anuló la diferencia.

Sí, la integrante del Consejo Asesor de la Diversidad uniformó el discurso.

No, no es que hubiera dado su opinión partidaria (que ya de por sí estaría de más). No es que dijo: “Yo preferiría que voten A y no B”.

Dijo claramente “¡Ni se les ocurra ser tan pazguatos de votar A”.

Dijo claramente: “No hay democracia que valga. Nadie tiene derecho a votar a esa fuerza política”.

Eso ya ni siquiera es adoctrinamiento.

La profesora dio por sentado que nadie ahí discutiría algo obvio: no se debía votar a esa fuerza política. Era preferible no ser democrático a que esa fuerza política ganase las elecciones.

Si un alumno se hubiera parado y hubiera osado discutir con la eminencia ¿qué podía haber esperado? ¿Cómo sería su desarrollo dentro de la cátedra y la carrera de ahí en más?

Es difícil manejar los contrafácticos, nadie puede asegurar que si hubiera discutido se le iba a complicar muchísimo cada examen futuro. Pero se le hubiera complicado muchísimo cada examen futuro.

El resultado -en esta situación y en tantas otras- es que el alumno aprende a disfrazar lo que piensa, obligado a perder libertad a cambio de conveniencia. La Eminencia Académica, la Premio Konex, logró lo que quería: que apoyar a una fuerza política que a ella le disgusta, sea vergonzante. O al menos, complicado.

Finalmente, sé piola, decí que sos kirchnerista y listo.

Decí que no sos de la fuerza vilipendiada y es más fácil pasar por la facultad, pertenecer, ser parte de.

Decí que no sos de la fuerza vilipendiada y es más fácil conseguir un plan, una vacuna o ¡caramba! una asesoría en el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad.

Ahora bien, gracias a las redes sociales, la odiosa arenga se difuminó por todo el país durante la semana. Con lógica, Patricia Bullrich, la presidenta del partido aludido, el partido al que ningún estudiante de psicología puede votar sin ser avergonzado por La Eminencia Académica, se quejó por el exabrupto.

Una profesora galardonada insulta a un partido político en clases universitarias, es bastante entendible que la autoridad de ese partido se queje.

Pero claro, la doctora Ana María Fernández, La Eminencia Académica galardonada del Konex (a propósito ¿al Konex no le molesta que una galardonada se ufane de “no hacerse la democrática”? Bueno, debería) no llega a tal grado de desprecio autoritario por la democracia solita con su alma. Llega porque como, causa y efecto de la decadencia argentina, su pensamiento y su obra está avalada por la Triple A, la Academia Antidemocrática Argentina.

La decana de la facultad de psicología de la Universidad Nacional de Rosario, Soledad Cottone; la decana de la facultad de psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Ana María Hermosilla; el vice decano de la misma facultad, Horacio Martínez; el decano de la facultad de psicología de la Universidad Nacional de La Plata, Xavier Oñativia; el vicedecano de la facultad de Ciencias de la Educación y Psicología de la Universidad de Córdoba, Claudio Martínez; la decana de la facultad de humanidades, artes y ciencias sociales de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, María Gracia Benedetti; el exvicedecano (que no se la quiso perder) de la facultad de humanidades, artes y ciencias sociales de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, Alejandro Ruiz; el decano de la Escuela Superior de Medicina de la Universidad de Mar del Plata, Adrián Alasino; la decana de la facultad de filosofía y humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, Flavia Dezzutto; el decano de la facultad de humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste, Aldo Lineras; la decana de la facultad de arte de la Universidad de Córdoba, Ana Mohaded; la decana de la facultad de ciencias sociales de la Universidad de Córdoba, María Inés Peralta; la Prosecretaría de Derechos Humanos de la Universidad Nacional de La Plata; las cátedras de “Introducción a los Estudios de Género”, “Teoría y técnicas de grupo I”, “Psicología Preventiva”, “Psicología Educacional” y el colectivo Praxis de Investigación y extensión, todos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires; el Frente de Graduados/as por la educación pública de la Facultad de Psicología de la UBA; la Asociación Gremial Docente de la Universidad de Buenos Aires; la Red de Psicólogxs Feministas y el Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, más decenas de profesores universitarios de todo el país firmaron el documento “¡Con Ana María no, Sra. Bullrich!” en apoyo explícito a La Eminencia Académica que no tiene ganas de hacerse la democrática.

Por eso, cualquier estudiante que se hubiera parado y hubiera dicho, simplemente, “¡No!”, no tendría sólo que haber mantenido una discusión con La Eminencia Académica, sino también con todas las lumbreras que aplauden institucionalmente el acallamiento de la disidencia, la invalidación de la discusión, la proscripción de la disconformidad, la anulación de la diferencia.

“En Psicología, no, chicos” dijo La Eminencia Académica, recordándole a los estudiantes que una cosa es ser alumno universitario y otra muy distinta ser alumno de psicología. Porque una de las características de quienes no quieren “hacerse los democráticos” es “hacerse los iluminados”. Ya lo había puesto de manifiesto Cabecita de Sarlo cuando en el huevo de la serpiente solventado con los impuestos de los giles, “6,7,8” le paró el carro al OB malo (Orlando Barone) al recordarle: “Conmigo no, Barone, conmigo no”.

O sea, con los demás, lo que quieras, porque no se dan cuenta de nada.

Conmigo no.

La patria soy el otro.

A todas esas personalidades universitarias que también pagamos con esfuerzo todos los argentinos, ni se les ocurre que puede haber algo objetable en las palabras de La Eminencia Académica. ¿Cómo alguien con sentido común va a votar al macrismo? Mejor aún ¿cómo alguien que estudia psicología -¡nada más y nada menos que psicología, faltaba más!- puede volcar sus simpatías políticas hacia una corriente que no sea la aprobada por el establishment académico, ese círculo rojo pedante y afectado que es capaz de aceptar una vacuna sin estudios sólo porque el politburó así lo pide.

Esos espíritus bellos tan duchos en rasguñar becas, acomodar amigos, bendecirse entre sí en una feliz calesita de elogios y cheques que siempre salen del bolsillo estatal, sólo saben que con Ana María Fernández, no. Porque Ana María Fernández, pertenece. Porque Ana María Fernández la tiene clara. Porque Ana María Fernández es la Triple A, la Academia Antidemocrática Argentina como ellos. Ana María Fernández es ellos y, como ellos, tiene derecho a clausurar cualquier inquietud política que no sea la propia. Sí, claro, no ven la necesidad de hacerse los democráticos.

Y si los alumnos votan algo que la profesora ni imagina, la profesora no se pone a pensar lo desconectada que está de la realidad de sus estudiantes; no imagina que algo que no ve, está ocurriendo.

La profesora, al ser La Eminencia Académica y pertenecer a un gobierno al que considera antinatural oponerse, como tiene el Konex en la repisa y el apoyo de la Triple A, sabe que son todos los otros -aquellos que pueden llegar a ganarle una elección- quienes están equivocados. Por eso es menester no dejarlos ni opinar. ¡Venir a joder con hacerse los democráticos, por favor! ¡Cosa de brutos que no merecen estudiar psicología! ¡Dejemos hablar a la Eminencia Académica, los demás no tienen ese divino derecho! Con que paguen los impuestos alcanza.

El problema argentino que se traduce en pobreza y atraso, en corrupción y autoritarismo no es sólo político.

Es cultural.

Hagamos ahora el ejercicio de cambiar del texto el movimiento político que la profesora desdeña con arrogancia y altanería. Imaginemos que hubiera dicho: “¿Es cierto que puede ganar el kirchnerismo el centro de estudiantes? ¿Yo escuché bien? Chicos, ¡en psicología, no! No, en Psicología no. No se olviden de ir a votar por favor. Voten bien, no voy a hacerme la democrática: ‘bueeeno, lo importante es el ejercicio del voto’ (jaja) No, pero me quedé impresionada, hace muchos años que esto no pasaba ¿ganaron las del concejo directivo también? ¿Fueron limpias?”.

Es difícil manejar los contrafácticos, nadie puede asegurar que si hubiera dicho esto último, la profesora se hubiera tenido que ir del país. Pero se hubiera tenido que ir del país.

La casta académica, la calesita de amigos, no sirve noy ni siquiera para lo que fue creada: en Argentina sólo se gradúan 30 de cada 100 estudiantes que ingresan a la universidad. En Latinoamérica esa cifra llega a los 60.

Decanos, vicedecanos, ex vicedecanos, profesores, agrupaciones profesionales y sindicales pueden escribir cientos de documentos, pueden dar miles de charlas, pueden anular de cualquier opositor político.

Lo que no pueden hacer es ocultar lo tremendamente antidemocráticos que son.

Habrá que ganarles las elecciones.

Leé la columna dominical completa de Osvaldo Bazán publicada en El Sol de Mendoza.