No ganó nadie y perdimos todos

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El debate solamente es la fotografía de un momento. Lo que importa es la película y el resultado en las urnas del próximo domingo. Todo indica que hay una paridad muy marcada en los votos y que cualquiera de los dos puede ser presidente de la Nación. Y esa es la derrota colectiva que sufrimos como país. Es el fracaso como sociedad del cual nos tenemos que hacer cargo. Son dos posibles presidentes que no conforman a la mayoría de la gente que en gran medida vota en contra del otro y no a favor de una propuesta o un líder que enamore. Hay demasiada gente que va a votar tapándose la nariz para bloquear a Sergio Massa o a Javier Milei. Creo que esa es la dimensión de la profunda crisis social y cultural por la que estamos atravesando. Esos dos candidatos a los que la mayoría no quiere fueron construidos por nuestras debilidades, nuestros atajos institucionales y nuestra pereza en la participación ciudadana. Y también por la mala praxis política de Juntos por el Cambio. Estos dos candidatos no nacieron de un repollo. No vinieron de la luna. Sergio Massa y Javier Milei son muy representativos del retroceso brutal que hemos experimentado como país. Tienen parte de nuestras grandezas y nuestras miserias.

 Por eso digo que perdimos todos. Gane quien gane el domingo, nos esperan años de turbulencias, sufrimientos, angustias. Ojalá me equivoque. Ojalá que, por lo menos, podamos evitar que la violencia verbal que hoy domina el panorama no se transforme en violencia física. Ojalá.

Es cierto que Sergio Massa estuvo más aplomado que su rival y que fue exitoso en su táctica de estar siempre a la ofensiva interrogando como un chico, por si o por no tal o cual cosa. ¿Querés más a tu Mamá o a tu Papá? Infantilismo marketinero, puro coucheo, espuma sin sustancia. Su principal logro fue utilizar su habilidad discursiva para dar vuelta la tortilla. En lugar de tener que explicar la hecatombe económica y social que generó este gobierno y que Massa multiplicó, consiguió que fuera Milei el que tuvo que rendir cuentas sobre un gobierno que todavía no ocurrió.

Milei se entrenó para no enojarse ni mostrarse agresivo. Esa serenidad que logró, tal vez permitió que Massa lo atropellara con su ametralladora inquisitoria. De todos modos, de contragolpe, pudo meter algunos cachetazos que le dolieron a Massa. Cuando le contestó: “parece que no aprendiste nada porque volviste con los K”. El papelón más grande lo protagonizó Massa cuando llevó sus mentiras a la estratósfera y dijo: “yo no tengo empresarios amigos”. Provocó carcajadas en el público. Es que fue demasiado. Massa es hoy el mascarón de proa que busca el quinto gobierno kirchnerista y el primero de la dinastía Massa- Malena Galmarini. Pero sobre todo, es el títere de un grupo de empresarios prebendarios que lo financian y lo vienen bancando hace años. Es un facilitador de negocios de sus empresarios amigovios. Y se presenta como “el presidente de los trabajadores”. Pura falacia.

Milei tiró varios penales afuera. Desperdició la oportunidad de poner a la condenada Cristina sobre la mesa de la corrupción o el escándalo de Martin Insaurralde o sus relaciones con el chocolate gate donde el jefe de esa banda delictiva es el apoderado del partido de Massa.

En un par de ocasiones Sergio Massa demostró que recibió información del grupo de tareas de la inteligencia ilegal, pero no se animó a utilizarla a fondo. Abrevar en los Tailhade y otros espías de la vida era meterse demasiado en el barro de las cloacas de los servicios al servicio de Cristina.

Massa disparó con el motivo por el que Milei no fue contratado después de ser pasante en el Banco Central. Eso ocurrió hace un siglo. Milei ni siquiera se había gradudado. Massa sugirió que no lo incorporaron porque no dio bien su examen psicotécnico pero no lo terminó de decir. Se quedó en la mitad del carpetazo. Y mostró su falta absoluta de escrúpulos y su desesperación por ir a buscar algún dato negativo de Milei de 30 años atrás. Un delirio. Hizo lo mismo, cuando dijo que la familia de Milei tenía propiedades en Estados Unidos. Se notó que la AFIP de Fabián Rodríguez y Máximo Kirchner le dieron alguna información secreta. Pero todo el mundo sabe que Milei vive austeramente y que casi no tiene relación con los padres. No sabemos si es cierto que tienen departamentos en los Estados Unidos. Pero, si asi fuera, eso no demuestra nada. Milei trabajó años en la actividad privada donde si no te dan los psicotécnicos no trabajas. Porque ahí vale el mérito y tu nivel intelectual y tu productividad. Massa lo acusó de trabajar en empresas privadas. No hay delito en eso. Todo lo contrario. Milei no se dio cuenta de decirle a Massa que nunca trabajó, que nunca fue empleado ni de un kiosco y que nunca pagó un sueldo. Siempre vivió del estado y de la política. El rey de la casta, como le dijo en algún momento.

Otro acierto de Milei fue cuando le dijo a Massa que tienen a todos los ladrones de estado en su espacio, cosa absolutamente cierta. Pero no nombró a los condendos Cristina, ni a Lázaro Báez ni a Amado Boudou, el corrupto con condena firma de la Corte Suprema.

Milei logró su objetivo de mostrarse tranquilo y reflexivo, pero perdió chispa y espontaneidad. Le faltó experiencia. Pudo equilibrar los tantos en la segunda parte y sobre todo al final cuando además de pinocho mentiroso de nariz larga le dijo que este domingo hay que elegir entre inflación y estabilidad, continuidad o cambio, populismo o república. El baldazo de agua fría que estalló en la cara de Massa fue cuando discutieron sobre la educación pública. Massa se llenó la boca hablando de eso y Milei le recordó que Massa ser había recibido en una universidad privada y que tardó más de 20 años en hacerlo. Le faltó agregar que Cristina dijo en un momento que en un país hay buena salud cuando los presidentes se atienden en los hospitales públicos. Cristina y todos los funcionarios importantes se atienden en los mejores y más caros sanatorios privados. Típico del kirchnerismo: haz lo que yo digo pero no lo que yo hago.

La ironía de Fernando Iglesias lo definió en un tuit antológico de hace unos días: “Si gana Milei nos van a quitar todo lo que no tenemos”.

Massa prometió un país maravilloso y potenció la pregunta de porque no lo hace ahora mismo ya que es el presidente de facto. Se disfrazó de estadista, escondió al tren fantasma de los Fernández (Cristina, Alberto, Aníbal) a los mafiosos extorsionadores de los Moyano y compañía y a los parásitos de La Cámpora. Ocultó hasta los símbolos partidarios: no hubo escudo del Partido Justicialista, ni fotos de Perón, Evita o Néstor. Es el candidato de sí mismo y de Mami Mo, es decir de Moria Casán y los que tienen pánico de perder sus privilegios. Será votado por lo que temen que se termine de una vez por todas, este chavismo patagónico que  rompió en pedazos al país, que instaló una cleptocracia nunca vista, que se puso del lado de los delincuentes internacionales como Maduro, Putin y compañía y de los criminales de cabotaje a los que liberó en masa, con una gran irresponsabilidad.

El populismo cristinista no pudo colonizar la justicia y si gana Milei, habrá juicio y castigo para todos. Los K entraron en el ocaso, pero su ladri progresismo no termina de morir y la democracia liberal y republicana no termina de nacer.

Asi estamos. Espantados por lo que hizo este gobierno y hartos de la monarquía hereditaria de los Kirchner. Tal vez de esa realidad se desprenda el mayor mérito de Milei: es el único instrumento para sepultar políticamente al oficialismo. Falta menos de una semana para saber cuántos argentinos utilizarán esa herramienta del voto para decir: kirchnerismo, Nunca Más.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre