Malena Galmarini, casi como jefa de campaña, nos quiso engañar a todos con una mentirita piadosa. Dijo que estaba atrapada por el insomnio y al ordenar los videos de su teléfono, encontró uno que muestra a su esposo, Sergio Massa en plena campaña electoral del 2013. Qué casualidad tan casual, dicen los chicos.
Las imágenes lo muestran como un candidato a diputado típico, besando y abrazando gente, al ritmo de un jingle pegadizo, justo en el momento en que el entorno de Massa instaló la versión de que podría desembarcar como jefe de gabinete todo poderoso.
Malena pidió una remera que diga “Todo pasa, todo llega, todo vuelve”. Es un concepto de un relativismo moral que indigna. Porque no todo pasa. Hay panquequeadas, traiciones y posturas que no se pueden olvidar. La memoria es la base de una democracia más sana.
Malena es la titular de la empresa estatal de agua, pero apuesta a que Massa juegue su última carta. Ese insomnio se puede convertir en una pesadilla para los argentinos. Hay versiones de todo tipo. Pero dos declaraciones que vale la pena analizar. La diputada Victoria Tolosa Paz, dueña del departamento que le prestaban a Alberto Fernández en Puerto Madero, en una radio amiga no anduvo con vueltas y postuló al presidente de la Cámara de Diputados: “Hay que hacer cambios en el gabinete. Y Creo que Sergio es un buen jugador, en estos momentos en los que tenés que dar señales a los mercados, pero contener hacia adentro”.
Y hasta Hugo Yasky, uno de los sindicalistas con menos representatividad, pero más querido por Cristina, apoyó la moción. Dijo que sería una buena idea porque es una de las tres cabezas del Frente de Todos. Hay algo cierto, Sergio Massa en uno de los cómplices de esta coalición que permitió el regreso de Cristina al poder y el peor gobierno de la historia democrática de Alberto.
Sergio Massa, igual que Alberto, se dieron vuelta en el aire, y de ser duros críticos de Cristina y La Cámpora, se pusieron a su servicio. Pero dejaron en evidencia que son menos de lo mismo que la reina de la Recoleta.
Todavía no está confirmado que Massa vaya a ocupar el lugar de Juan Manzur. Pero por las dudas, es bueno abrir el paraguas y recordar varias cuestiones para enfrentar eso que dice Malena, de que todo pasa.
En febrero de este año, Sergio Massa, al igual que Alberto Fernández, mintió descaradamente ante la justicia. Ambos fueron fiscales acusadores de Cristina cuando estaban en el llano. Pero cuando fueron convocados como testigos por ella, se convirtieron en abogados defensores de la jefa de la corrupción de estado más colosal de la historia democrática.
“No me consta, no fueron hechos judiciables”, dijo el presidente de la Nación sin que se le cayera la cara de vergüenza. La complicidad con Lázaro Báez fue y es más que evidente.
Sergio Massa tuvo estómago para decir, muy suelto de cuerpo, algo similar a Alberto: “No recibí ninguna orden”. Se refería al direccionamiento de 51 licitaciones viales que llegaron por un dinero ducto al bolsillo de Báez por la friolera de 46 mil millones de pesos de aquella época. Los abogados de Cristina y Báez tiraron centros y Massa los cabeceó a todos.
Tanto Fernández como Massa cayeron en falsedades flagrantes que mancharon sus manos y los convirtieron en cómplices del latrocinio.
Massa no tiene autoridad moral para fingir moderación y proponer dialogo, cuando es parte de un gobierno agresivo que quiere instalar un nacional populismo autoritario por 20 años.
Massa, nuevamente está reformateando su perfil. Su anterior personaje perdió muchísimo apoyo. Se nota en todas las encuestas y en las redes. Es que se vendió como una persona que iba a moderar la locura chavista de Cristina. Se ofreció como un reaseguro de la defensa de la racionalidad capitalista, de la clase media y de la lucha contra la inseguridad, pero, su alianza con Cristina y su guardia de hierro, La Cámpora, lo vació de credibilidad. Apostó durante un tiempo a diferenciarse tibiamente de los K, pero los K no te lo permiten. Para ellos no existe la autonomía de pensamiento. Una de dos: sos amigo o enemigo. Esa jugada, tampoco le salió bien a Massa.
Massa hizo de la mentira una militancia.
Son datos de la realidad. Un sector de la sociedad y de los periodistas compró esa falsa postura de Massa y ahora, prefieren olvidar todo lo que dijo y lo que hizo. ¿Se acuerda de aquel discurso en voz alta, en la cancha de Vélez, cuando garantizó que iba a barrer a los ñoquis camporistas?
Los definió como “parásitos que están tomando el control del estado”. Hoy es el principal socio (y cómplice) de Máximo Kirchner, el comandante en jefe de la Orga.
Hoy, no solamente no barrió a ningún ñoqui. Se puso una fábrica de pastas con Máximo.
¿Se acuerda cuando propuso ponerle fin a los corruptos?
Hoy es un guarda espaldas de la impunidad de Cristina, sus hijos y los integrantes del Cártel de los Pingüinos..
Hoy Sergio Tomás Massa es más cristinista que Cristina. Y la banda millonaria le pide todos los días una prueba de amor. Es que no terminan de confiar en su palabra. Y hacen muy bien. La palabra de Sergio Massa está hecha añicos, igual que la de Alberto Fernández. Ambos son menos de lo mismo. Y a Sergio, lo agarraron varias veces con las manos en la Massa.