Leopoldo Moreau, el tránsfuga

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Leopoldo Raúl Guido Moreau cumplirá 74 años dentro de un mes. Es un provocador serial, el provocador preferido de Cristina. Su genuflexión lo convierte en un operador apto para todo servicio. Es un generador de escándalos y desde que dejó el periodismo que practicó en La Opinión y Noticias Argentinas, no se le conoce otro trabajo que el de ser un político profesional que vive de los sueldos del estado que le paga el pueblo argentino. Hace 37 años que es diputado nacional y provincial o senador. En lugar de servir a la gente a través de la política, se sirve de la política para subsistir.

Su último atropello antidemocrático fue patético. Por orden de su patrona, embistió contra todos los integrantes de la Corte Suprema de Justicia. Parece que Cristina tiene información de que el máximo tribunal va a respaldar los traslados de los jueces Bertuzzi, Bruglia y Castelli que tanto la molestan. Y Cristina sospecha que esa sería una señal también para su futuro. Para no ir presa, ella necesita que la Corte mire para otro lado o se convierta en cómplice de sus delitos. Por eso quiere voltear a la Corte. Se sabe que, históricamente, Cristina destruye todo lo que no puede controlar.

Moreau dijo que la Corte “está agotada, institucionalmente muy degradada” y que malgastan su tiempo “jugando al truco”. También disparó contra la última decisión de los supremos y dijo que “aceptar el per saltum fue una aberración” y “una manera de volver a recuperar el poder que no les corresponde y que excede lo que les otorga la Constitución”.

El talibán Moreau no se privó de nada a la hora de humillar al máximo tribunal y fustigo uno por uno a todos sus integrantes. De Rosenkrantz y Rossatti dijo que “aceptaron ingresar por decreto, una cosa insólita”. Ayer le conté que Rosenkrantz, con postgrado en Yale, y recibido con honores, fue el discípulo preferido de Carlos Nino, un símbolo de la excelencia jurídica y fue colaborador de Raúl Alfonsín. Horacio Rosatti fue ministro de Néstor Kirchner, pero renunció y huyó despavorido, cuando advirtió que lo querían hacer firmar la construcción de cárceles con sobreprecios que luego se convertían en coimas.

A Elena Highton le pasó la factura de su edad. Dijo que debería estar jubilada porque tiene vencido su mandato. Una falta de respeto absoluta por quien siente que la ministra Marcela Losardo es su discípula y tiene una buena relación con el Presidente Alberto Fernández. Esto confirma que Cristina pega y Alberto calla. De hecho la ministra de la mujer, Elizabeth Gómez Alcorta, que casi no tiene gestión alguna, recuperó su voz para criticar las políticas de género que la Corte no aplicaba en materia de capacitación. Pero recibió una respuesta contundente que demostraba su ignorancia en el tema. “La Corte lidera el tema de capacitación en perspectiva de género desde hace 10 años”, decía el documento del máximo tribunal redactado por la única mujer del cuerpo.

Moreau también castigó a Ricardo Lorenzetti “por tener actitudes disruptivas y sacarse fotos con Sergio Moro”, en referencia al juez que investigó la corrupción y puso preso a Lula en Brasil. El palazo a Juan Carlos Maqueda, peronista desde la cuna, fue antológico. Moreau dijo que tiene un gran afecto personal con él pero que “está en una zona de confort”. Parece que hay un nuevo delito en el Código Penal, “estar en la zona de confort”. En realidad le está reclamando que salga a diferenciarse del resto de sus compañeros y banque a la compañera Cristina.

Para el final, Moreau, sintetizó sus cuestionamientos porque “esta Corte no tiene jerarquía”. El catador de jerarquía abandonó la carrera de Derecho, apenas cuenta con el secundario cumplido y como le dije, hace 37 años que no trabaja en algo que no sea vivir del estado.

Moreau pone en tela de juicio la jerarquía académica de la Corte y es un dirigente que fue expulsado del radicalismo, luego de su actitud de tránsfuga. El tribunal de Etica, le sacó tarjeta roja por “adherir a un espacio político populista, autoritario, oportunista, corrupto, impostor e ineficiente”. Eso decía la resolución que le aplicó la máxima pena prevista por la Carta Orgánica del partido de Yrigoyen y Alem por su “manifiesta inconducta ética y moral”. Pero en su biografía se pueden encontrar un rosario de despropósitos. Fue el mariscal de la derrota más grave de la historia del radicalismo. En el 2003 fue candidato a presidente y obtuvo el 2,34 % de los votos. Un papelón gigante. Se rompió y se dobló.

Pero eso no es todo. Moreau, el diputado ultra cristinista, escribió que “Nisman se suicidó y el Mossad y los Fondos Buitres inventaron su asesinato”. Luego amplió su salvajada y dijo que “fue la operación de marketing a nivel global mejor concebida” promovida por “el estado de Israel, la derecha norteamericana, los fondos buitres y sus socios locales”.

La inmensa mayoría de los ciudadanos democráticos argentinos se indignó ante la provocación antisemita de Moreau. Ni Luis D‘Elía, el vocero de Irán en Argentina, se había atrevido a tanto. El diputado de Cambiemos, Waldo Wolff denunció ante la justicia a “El Marciano”, nunca tan bien puesto el apodo, por incitación a la discriminación por anteriores declaraciones de similar discriminación. Le dijo que “era agente del Mossad”. Insiste con su odio discriminatorio porque “extranjeriza al judío” como ocurrió durante el nazismo. Hoy esa actitud está considerada un delito y un acto de antisemitismo.

En realidad, Moreau se atropella con otros alcahuetes por ver quien le chupa primero las medias a Cristina.
Sus bloopers dan vergüenza ajena. Como cuando se quedó dormido en su banca. Durmió la siesta hace poco, a principios de setiembre. O cuando exhibió una foto a los gritos para fundamentar que el gobierno de Macri había infiltrado policías durante una protesta que fue muy violenta y destructiva. Y resultó que esa foto era de un año antes y había sido tomada por un fotógrafo de Infobae.

Siendo el presidente de la Comisión de Libertad de Prensa justificó una brutal agresión que sufrió Julio Bazán, nuestro compañero de TN, que estaba cubriendo las protestas contra la reforma previsional. Lo agarraron a trompadas y a patadas y le arrojaron piedras y cenizas en los ojos. ¿Qué dijo Moreau? Que Bazán “es víctima del grupo en el que trabaja”. ¿Y no se acuerdan cuando fue a patotear a Emilio Monzó a la presidencia de la Cámara de Diputados y le tiró el micrófono al presidente del cuerpo? ¿Y cuándo le gritó al diputado Nicolás Massot que le gustaba la represión, “igual que tu familia”. No llegaron a las piñas porque algunos legisladores los separaron. Cuando se borocoteó al cristinismo, presentó su Movimiento en un acto en Tres de Febrero, auspiciado por el intendente Hugo Curto, un barón autoritario del conurbano, metalúrgico, heredero de Lorenzo Miguel.

Nuestro colega Daniel Santoro, ubicó sus actitudes de falsas denuncias y persecución, en la época del terror estalinista de la Unión Soviética. Llamó a Moreau “el Beria vernáculo”. Lavrenti Pavlovich Beria, fue el jefe de policía y del servicio secreto y la mano ultra derecha del carnicero Josef Stalin.

Hoy Leopoldo Moreau, es la mano ultra derecha de Cristina. Salvando las terribles distancias de los millones de muertos, el papel y el papelón de Moreau es muy similar: un provocador todo terreno que esta vez provocó a la Corte.

Será justicia.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre.