La hipocresía de Alberto

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De arranque nomás, Alberto Fernández mostró una de sus peores características: la hipocresía. Es un experto en el rubro de la simulación para disfrazar su verdadero pensamiento. En sus primeros conceptos en el Congreso prometió recuperar el rol de la palabra. El gran devaluador de la palabra dijo que en la política argentina, la palabra está devaluada. Dijo que la mentira es la peor perversión y es una estafa que le repugna. En eso coincidimos: yo también creo que la mentira es la peor perversión y a mí, también me repugna porque vende una realidad que no existe, un relato como hizo el kirchnerismo desde su aparición en la vida pública. Cristina y su gente se enriquecieron ilícitamente en forma colosal con el dinero del pueblo, pero también, fueron los que llevaron al éxtasis el discurso falso y tramposo. Alberto dijo que en ese momento le estaba dando a su palabra el valor del compromiso. Yo pienso lo mismo: por eso mis programas se llaman “Le doy mi palabra” y “Palabra de Leuco”. Le recuerdo que según el diccionario la hipocresía es todo lo contrario de la sinceridad. Son antónimos.

Vamos a los ejemplos más claros de la hipocresía del discurso del presidente Fernández. No se le cayó la cara de vergüenza al decir textualmente: “venimos a ponerle fin a la designación de jueces amigos, a la manipulación judicial, a la utilización política de la Justicia y al nombramiento de jueces dependiente de poderes inconfesables de cualquier naturaleza”.

El peronismo, en todas sus versiones ideológicas, desde el thatcherismo de Carlos Menem hasta el chavismo de Cristina, es el gran responsable de eso que denuncia Alberto que, dicho sea de paso, fue funcionario de todos esos gobiernos.

Desde el regreso de la democracia, han tenido mayoría en el Senado de la Nación y por lo tanto el poder de veto y la capacidad de designar a todos los jueces. Desde el señor feudal Vicente Leónides Saadi hasta la actualidad, se han cansado de nombrar a amigos y militantes y de manipular la justicia para utilizarla políticamente. ¿Para quién jugaron los nefastos Norberto Oyarbide, Carlos Liporace, Eduardo Freiler, Carlos Rozanski y Jorge Ballestero, entre otros, por nombrar solo a los más tristemente célebres?

Pasa exactamente lo mismo con lo que Alberto definió como “los sótanos de la democracia”. Los servicios de inteligencia utilizados para intimidar y extorsionar a opositores y periodistas y para colaborar con jueces K fue una moneda corriente. Es más, el propio Alberto cuando se fue del gobierno enfrentado con Cristina, padeció a esos espías truchos enviados por sus propios ex compañeros de gabinete. Incuso uno de los cerebros de las reformas judiciales y de inteligencia anunciadas, hablo de Gustavo Béliz , tuvo que irse del gobierno y del país por la persecución que sufrió después que Néstor Kirchner eligiera a Jaime Stiuso en su pelea con Béliz.

Tal vez con una autocrítica mínima, Alberto hubiera solucionado el tema. Podría haber dicho algo así: “En otros tiempos nosotros utilizamos estos mecanismos antidemocráticos y autoritarios, pero ahora vamos a trazar una raya y hacer borrón y cuenta nueva.” Pero no dijo nada. Ni siquiera hizo mención a que los jueces deben seguir investigando a fondo y con independencia todas las causas en las que están involucrados Cristina, sus hijos y el Cartel de los Pingüinos, encabezado por Julio de Vido y Lázaro Báez. Tal vez Alberto tuvo buenas intenciones. Pero de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Por eso estuvo acertado el jefe del radicalismo, Alfredo Cornejo cuando planteó que hay que comprobar en la práctica si esos anuncios generales son utilizados positivamente para darle aire y credibilidad a los tribunales federales o esos 50 jueces serán activistas de “Justicia Legítima”, la agrupación que tiene puesta la camiseta de Cristina. ¿Van a designar jueces subrogantes amigos o van a privilegiar la excelencia y  el mérito? Espero equivocarme, pero yo creo que fue el anuncio formal del plan para la impunidad de todos y todas. Le recuerdo que Cristina, por más vice presidenta y jefa política de Alberto que sea, todavía, por ahora, tiene 9 procesamientos y 8 juicios orales en marcha.

“Ver para creer”, debe ser el lema de los opositores y de los periodistas independientes. Es lo que Néstor Kirchner le dijo a George Bush mientras le apoyaba afectuosamente su mano en la rodilla: “Somos peronistas, nos tiene que juzgar por lo que hacemos y no por lo que decimos”. Una gran verdad y un sincericidio de Néstor.

A las palabras se las lleva el viento y Alberto fue el crítico más feroz que tuvo Cristina. Hemos escuchados decenas de audios y hemos visto cantidad de videos donde el actual presidente habla pestes de la actual vice.

¿Eso es darle valor a las palabras o devaluarlas? ¿Eso es pragmatismo o darse vuelta como un panqueque para llegar al poder?

Hace una semana, Página 12 publicó una nota titulada: “Inédita convocatoria a investigadores del Conicet para gobernar” y daba la lista de los científicos que asumieron cargos en la gestión del oficialismo. Ahí incluyeron, insólitamente a Axel Kicillof y Daniel Filmus. Si entran en esa categoría subjetiva, Diego Golombek o Roberto Salvarezza. Eso solo le alcanzó a Alberto para decir que el suyo es un gobierno de científicos y no de Ceos como el de Macri. Por lo menos una exageración que en el discurso escrito no estaba. Decía textualmente: “gobierno con científicos” y no “de científicos”, como se entusiasmó Alberto al decirlo. ¿Eso es revaluar la palabra o puro jueguito para la tribuna?

¿Cuál Alberto habló? El que dijo que había que dar vuelta la página en el tema de la dictadura o el que le pidió perdón a Nora Cortiñas que lo acusó de negacionista, aunque luego se retractó? ¿El que dice que no busca revanchas y que cita a Perón en el sentido de que no hay nada mejor para un argentino que otro argentino, o el que dice que los productores agropecuarios autoconvocados y desesperados porque están por fundirse, son militantes opositores del PRO? 

Alberto llegó a decir “no a la Argentina de los vivos que se enriquecieron a costa de los bobos”. ¿De quién estaba hablando? ¿De Cristina, De Vido, Lázaro, José López y siguen las firmas?

Cuando el presidente, estaba enfrentado con su actual vice, fue despiadado en sus ataques.

Hay videos que hacen temblar el frágil matrimonio por conveniencia entre Alberto y Cristina. Durante una entrevista que le hizo nuestro colega Eduardo Van del Kooy, en TN, a principios de 2015, solo Alberto, se atrevió a decir que todo lo que dijo e hizo Cristina fue “cínicamente delirante”. Comentó que ella estaba alegre y simpática, después de la muerte del fiscal Nisman que la había denunciado por encubrir a los terroristas iraníes que habían perpetrado el atentado terrorista más grave de la historia argentina. Alberto aseguró que ella “percibe todo lo que pasa” y además, definió que ella hizo votar en el Congreso una ley para garantizar su impunidad. Según la Real Academia Española. “cínica” es una persona que actúa con falsedad o desvergüenza descarada y es impúdica y procaz”. Algunos de sus sinónimos son: insolente, caradura, falso e hipócrita. El término delirante se refiere a una fantasía disparatada o a alguna postura enloquecedora.

Insisto: esto no lo digo yo. Lo dijo Alberto. “Cínicamente delirante”, le dijo Alberto a Cristina por televisión en vivo y en directo. Pero por tuit ya había traspasado la línea del buen gusto, cuando escribió que su gobierno era psicótico y ella también actúa como una psicópata.

Otra vez el diccionario que encuentra estos sinónimos de  psicópata: neurótica, desequilibrada, lunática, demente y loca.

Insisto con la aclaración: esto no lo estoy diciendo yo, un humilde cronista. Esto lo dijo el actual presidente de la Nación. 

¿Fuerte no? Agresiones de alto calibre.

 Otro tuit decía: “No estoy a la altura de Cristina. No suelo vivir en la fantasía de los soberbios. Es penoso como ella somete a las instituciones. A Néstor lo acompañé pero con Cristina es imposible”. Hace menos de 5 años, Alberto dijo que “nadie cree en la Argentina que Nisman se haya suicidado. Y “que la primera que no lo cree, es Cristina. Ella dijo que lo habían asesinado producto de una “guerra de servicios” pero los servicios de inteligencia están bajo el mando y la responsabilidad del gobierno”. ¿Escuchó?  Los servicios respondían a Cristina. Los sótanos de la democracia.

Cada vez es más difícil creer en lo que dice el presidente Alberto Fernández. Sus mentiras son de tanta magnitud que empieza a generarse un abismo entre lo  que Alberto dijo en el llano, y lo que dice ahora, como parte del acuerdo por la Impunidad K.

En otro video, Alberto: caracteriza de deplorable toda la acción institucional y el intento de copamiento de la justicia y dice que le cuesta encontrar algún elemento ponderable del segundo mandato de la arquitecta egipcia. Nobleza obliga: Señor presidente, en eso coincidimos.